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Juan Carlos Hernández

Al aire libre

LA CONVERSACIÓN IMPOSIBLE

 

He visto en Twitter esta foto de un puesto de prensa holandés, con todas las portadas dedicadas a su compatriota Dafne Schippers, que ayer quedó segunda en los 100 metros del Mundial de Pekín tras el cohete jamaicano Shelly-Ann Fraser-Pryce. En Twitter hablan de la envidia sana que provoca la cultura deportiva de otros países.

 

No tengo capacidad ni mundo recorrido para saber hasta dónde llega en realidad esa cultura deportiva en otros países, aunque sí quiero decir que padezco y a veces sufro con la futbolitis de los informativos españoles, futbolitis que normalmente se estrecha a los dos equipos principales o a sus respectivas estrellas hasta niveles “informativamente” asfixiantes. Gran invento el mando a distancia, aunque a veces ni aún así.

 

Pero volviendo a la foto de Schippers y la cultura deportiva me ha venido a la memoria una anécdota que en estos días de excitación atlética me apetece compartir en mi blog.

 

Hace nueve años (con 37) me apunté a un curso de inglés nivel 1, aquí, en San Sebastián, para quien no sepa desde dónde escribo. Me dieron clase varios profesores, todos estupendos, entre ellos una holandesa de unos treinta años (doy el dato porque ahora me voy a remontar a 1948). Aquella mañana de 2006 tuvimos clase “de hablar” la profesora holandesa y yo, mano a mano, face to face.

 

No recuerdo bien cómo transcurría la clase, chapurreando en inglés de 1º sobre banderas, estados… no estoy seguro. De repente, en los ejercicios que ella traía preparados apareció un comentario sobre los Juegos Olímpicos de Londres’1948. Ella no sabía aún que yo era un aficionado al Atletismo, pero cuando salió en los papeles la referencia a los Juegos del 48 se le iluminaron los ojos, hizo una pausa y comenzó nuestra “conversación imposible” (¡¡en inglés!!)

 

Ella decía: “Estos Juegos fueron muy importantes porque fueron los primeros después de la II Guerra Mundial”. Yo asentía: “Oh yeah, oh yeah”. Y entonces no sé cuál de los dos se sorprendió más, supongo que ella, porque tras decirme: “Y además en aquellos Juegos una atleta holandesa…”, y yo la interrumpí para fardar de conocimientos: “Oh yeah, Fanny Blankers-Koen”. Mi profesora se quedó de piedra y me miró fijamente sin dar crédito a lo que oía.

 

– ¿Pero tú sabes quién es Fanny Blankers-Koen?

 

– Pues claro, la mejor atleta femenina del siglo XX.

 

Y nos reíamos. Los ojos le seguían dando vueltas dentro de las órbitas y exclamaba cosas parecidas a “¡¡¡Estoy en San Sebastián y estoy con alguien que conoce a Fanny Blankers-Koen!!!” Y ahí estuvimos un rato, intentando encadenar frases sobre las medallas de Fanny Blankers-Koen en inglés de 1º, una profesora holandesa y yo. Una escena bastante kafkiana, ahora que la recuerdo.

 

El Atletismo español no ha dado mitos del Atletismo del calado de Fanny Blankers-Koen y menos en tiempos tan trascendentales para la memoria colectiva como la posguerra mundial, pero ver en los ojos de una holandesa de treinta años la admiración que le evocaba el nombre de Fanny Blankers-Koen, una leyenda de los años 40, me dio mucha envidia.

 

 

Pinceladas finas al deporte rey

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