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Cecilia Casado

A partir de los 50

El mes de Agosto también puede ser triste

Me gusta quedarme en casa cuando todos los demás se van fuera; no sé si por llevar la contraria –cosa que he hecho desde que tengo memoria- o por alguna razón oculta que se me escapa, el caso es que se me localiza fácilmente en el mes número ocho del calendario. Incluso cuando trabajaba era sabido que todos podían marcharse de vacaciones que servidora se quedaba vigilando la garita.

Al principio me parecía divertido e incluso interesante mezclarme con los foráneos, agarrar un mapa de la ciudad y pararme en una esquina a preguntar, sacar fotos apoyada en la barandilla de La Concha, jugar en definitiva a esos juegos que tanto me gustan y que casi nadie entiende. Observar, escudriñar, patearme la ciudad como si no fuera mía, mirarlo todo con otros ojos, aprender, siempre aprender.
Pero algo me está fallando en el plan de este año que me produce una tristeza indefinible, una especie de laxitud que me frena en mis otrora andanzas urbanitas, me ha pillado un brote de melancolía a traición y no sé qué me pasa.

Me ocurrió la otra tarde cuando, envuelta en una marea humana que no me permitía ni avanzar ni retroceder mientras intentaba atravesar el Boulevard, me sobrevino un malestar repentino acompañado de un mareo de los de verdad. Pensé si no sería que me faltaba azúcar o había comido poco al mediodía –alcohol no había probado ni una gota-; tampoco soy hipotensa ni padezco enfermedad alguna que yo sepa, así que me apretujé en un banco junto a dos parejas de edad avanzada y me quedé quieta parada esperando una solución a mi problema físico.

Una de las señoras que compartían el banco se percató de la jugada y me ofreció un caramelo de propaganda de una entidad bancaria. Supongo que sería una especie de inyección de dividendos porque enseguida me sentí mejor. Pero la tristeza ya me había agarrado por la base y ya sé lo que eso significa. Mejor recoger las velas y virar la derrota por el borde del río hacia puerto seguro.

Los motivos los descubrí –como casi todo lo importante en mi vida- a las cuatro de la mañana con un sobresalto repentino: la culpa la tenían las noticias. Sí, las noticias. Un avión que se estrella e inundaciones en Pakistan, los monzones también golpean la India, jóvenes turistas ahogados en un río en Mexico, montañeros en peligro, viajeros desaparecidos, docenas de fallecidos en las carreteras… las vacaciones de Agosto se cobran su tributo.

Aquí estoy, encerrada en mi casa, pensando, sin encontrar ni un sólo motivo para seguir mezclándome con el gentío.

Y llega la Semana Grande. Mon Dieu.

En fin.

LaAlquimista

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


agosto 2010
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