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Cecilia Casado

A partir de los 50

Uno sabe lo que tiene que hacer

Uno sabe lo que tiene que hacer sin necesidad de que nadie le dé ideas, el conocimiento brota “sin más ni más, que es como se descubren las grandes verdades que han estado frente a tus ojos sin que hayas sido capaz de prestarles atención hasta que estallan ante ti, brillantes como el sol del mediodía.” Este párrafo de Carmen Amoraga en su libro “Algo tan parecido al amor” lo transcribo literalmente, es una frase que no merece que se le cambie ni una coma porque me ha asaltado contundente, dolorosamente contundente a las cinco de la mañana, que es la hora en que la verdad se despierta de su largo letargo y entonces ya no hay nada que hacer.

Cuando una sabe lo que tiene que hacer, hay que hacerlo. Terminó el tiempo de las excusas y de las prórrogas conmiserativas, finalizó el tiempo reglamentario de cualquier partido en el que se ha jugado con ventaja o sin ella, cuando la luz se enciende en la mente y nos ciega durante un instante, ese instante en el que “sabemos”, momento sublime de conocimiento imposible de rechazar.

Esto es aplicable a cualquier circunstancia, a las mías y a las de las personas más tranquilas que yo, esas personas a las que yo he querido parecerme de alguna manera haciendo como que no tiene importancia la cosa, con una cobardía de andar por casa –discreta, sencilla- que puede clavar alfileres en vez de puñales pero no por eso dejando de ser incómoda, dolorosa incluso.

Una sabe lo que tiene que hacer y no lo hace muchas veces por cobardía, porque nos da miedo el miedo que presentimos llamará a la puerta y no queremos tener que abrirle, porque le dejaremos entrar en nuestro corazón dolorido (una vez más), aun sabiendo que lo que nos duele por dentro nos ha de seguir doliendo. Siempre. La filosofía al servicio de la aceptación de la vida no es más que un hermoso ramo de flores que no va a durar más que lo justo; el tiempo suficiente para dar el empujón necesario, el balón de oxígeno para seguir aguantando un poco más, quizás esperando que se solucione el problema por sí solo y eso nunca ocurre; tampoco va a ocurrir en esta ocasión.

Así que sabiendo lo que tengo que hacer, no me queda más remedio que hacerlo. Porque los demás no van a cambiar para que yo sea feliz. Y si alguien no me quiere, más vale que me plantee si ese cariño que mendigo vale la pena o es mejor buscar en otra dirección. De hecho, nadie debería “mendigar” sentimientos. O como decía mi padre:”más vale una vez rojo que ciento “colorao”.

Hoy es el día, tan bueno como otro cualquiera, para dejar las cosas claras de una vez por todas. Porque uno sabe lo que tiene que hacer…

En fin.

LaAlquimista

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


diciembre 2010
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