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Cecilia Casado

A partir de los 50

Picardías para una tarde lluviosa

            

Viento, lluvia, frío y los deberes hechos. Los mejores ingredientes para una tarde invernal y doméstica. No hay excusa que valga para salir de casa –crucemos los dedos para que no haya emergencia alguna- y sí unas cuantas horas vírgenes por delante, deliciosas para gastarlas o dejar que se pierdan ellas solas en las sombras del anochecer.

El armario de la curva del pasillo me hace guiños desde hace varios días como invitándome a un pequeño viaje a través del espejo que adorna su puerta. Conecto el equipo de música de mi dormitorio y el equipo de música del dormitorio de mi hija mayor y así consigo una especie de cuadrafónico ambiental ideal para entregarme en cuerpo y alma a la exploración espeleológica de las entrañas del ropero en cuestión.
Casi esperaba al abrir su puerta que produjera un chirrido admonitorio, como una pequeña queja por desempolvar su presente, que es mi pasado, algo que ya no está pero que sigue estando de alguna manera en mí. Yo me entiendo.

El vestido de novia. Mi primer vestido de novia, cuando no llevaban etiquetas prendidas al forro porque te lo confeccionaban a medida y sobre diseño en las dos o tres tiendas que se dedicaban a ello en la ciudad. Sencillo y elegante (como mandaban los cánones de la época), algo alicaído ya su porte original, conserva prendida en el pecho (izquierdo) una flor de gasa y tul -mustia con el paso de los años- que le daba un toque de frescor al conjunto. En la balda de los accesorios, los zapatos a juego, de un imposible número 37 para mis pies cansados y el bolsito (ése sí, de Loewe) que sustituyó al ramo de flores que me negué en redondo a llevar. No porque no me las mereciera –así debieron pensar los invitados a la boda- sino porque en él podía guardar el paquete de tabaco y el mechero además del pañuelito de batista que me recogería las lágrimas que sabía iba a derramar. De blanco, y en Aldaba, arriba del monte exuberante de un viernes del mes de julio.

El otro vestido de novia. Mi segundo vestido de novia, con la etiqueta de Roser Marcé bien visible todavía después de tantos años… Catorce años de diferencia entre un vestido y otro, catorce años de sueños, de ilusiones, de viajes, inquietudes, risas y llantos y tantísimo amor…

Me desnudo en un pispás y me pongo el primer vestido; como era de esperar los veinticinco botoncitos de la espalda no pueden abrocharse, me faltan brazos y me sobra espalda. Los zapatos me hacen sentir la hermanastra de Cenicienta con mi pie que ha crecido con los años en la misma proporción que el corazón. Me recojo el cabello con un bolígrafo bic y aparece en el espejo el recuerdo remedo de hace… ¡treinta y cinco años…! Pero…!qué guapa estaba…!

Me quito el vestido largo (color champagne le dicen ahora, beige se le decía antes) y me pongo el traje de dos piezas de corpiño de encaje bordado y falda plisada hasta media pierna, blanco, enormemente blanco todavía. ¡Qué bien me sienta todavía! El pelo suelto, como aquel día y esa vez sí que hubo ramo de flores, me plegué a los deseos de alguien; aparecen los guantes de gasa fina que hacían juego con el traje, mon Dieu, qué cursilería tan chic… Descalza, doy unos pasos de baile por el pasillo, mi silueta blanca contra el espejo acariciador…

De repente suena el timbre de casa, el encanto se desvanece al instante… abro la puerta y ahí está, con la sonrisa sorprendida que tanto me gusta, mi vecino (sí, el de las torrijas) conteniendo la carcajada. Me mira, le miro, nos miramos.

– ¿Qué? –me dice- ¿jugando a princesitas?
– Sí, -le contesto- esperando a mi príncipe azul…

El que no se consuela –una tarde de lluvia- es porque no quiere…

En fin.
LaAlquimista

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


febrero 2011
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