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Cecilia Casado

A partir de los 50

“A buenas horas, mangas verdes”. Un relato

 

-“Mira, lo que he aguantado yo, eso no lo sabe nadie, ni siquiera mis hijos, que buena soy yo para andar hablando mal de su padre, que esas cosas se vuelven en contra de una a la larga, y lo he aguantado todo porque le quiero, eh, no te vayas a pensar que ha sido por cobardía o por los chavales, no, si yo en el fondo a mi marido le quiero, qué digo en el fondo, en el fondo y en la superficie, que aunque tenga un carácter, cómo decirte, “difícil”, es un buen hombre, vamos, te lo aseguro, lo que pasa es que, ya sabes, lo del trabajo que siempre le ha ido atravesado, con tanto viajar de acá para allá, pues uno se cansa también, ¿no? y yo entiendo que después de pasarte toda la semana en la carretera cuando vuelva a casa quiera un poco de tranquilidad, vamos, es lo normal y claro, pues aquí con los críos y mi trabajo también, llegaban los fines de semana y esto era la locura, él pidiendo, los críos pidiendo y a mí pues como que se me iban los nervios con tanta exigencia y el cansancio acumulado y en cuanto el primero empezaba a gritar pues ya gritábamos todos y menudo follón que se armaba. Pero eso de puertas para adentro, que de puertas para afuera me he callado siempre, que ni a mi madre le he contado las humillaciones que me he tenido que tragar, que tú no sabes lo que es estar en la misma cama que tu marido y que no te toque un pelo y encima te diga que es que ya no le gustas porque te has puesto vieja y gorda, que eso ya me llegaba al alma, de verdad, ¿cómo voy a estar gorda trabajando desde las siete de la mañana hasta las nueve de la noche todos los días?, que no voy a conservar el tipo de los veinte, a ver, con dos hijos y la operación de estómago encima, pero claro, si tanto desajuste ni comer como Dios manda me dejaba, y ya me dirás, a las diez de la noche me voy a poner a hacer verduritas, un bocata y un vaso de leche con galletas y si se puede pues pizza para todos y tan felices. Pero lo que te decía, no es por quejarme, pero es que ya no puedo más, de verdad, que últimamente cuando volvía ya todo eran quejas, “que si estoy harto, que si no te aguanto más, que si todo el día con morros” y a ver qué quieres, ya le digo, si llevo casi treinta años sola durante la semana y cuando él viene pues ni caso apenas, echarme el polvo de rigor, con perdón por la claridad, y poco más, soltar el dinero necesario y siempre con lo suyo, pensando en babia y a los críos pues poco caso, eh, que ya sabes tú que me las he tenido que apañar sola y él, total, pegarles cuatro gritos y un par de bofetadas para cubrir el expediente y poder decirle a su madre que “a los hijos los lleva él mejor que yo que soy una blanda”, lo que soy es idiota y no blanda, porque ya a partir de que nació el primero me di cuenta de que este hombre no estaba por la familia sino por sus cosas, más aburrido que un muerto pero con un genio que no veas, que ya de novios me arreó algún empujón como quien no quería la cosa y ya de casados pues bueno, muy cariñoso no es que fuera, pero ya se sabe, los hombres aquí no son de expresar mucho los sentimientos y tal, pero cuando íbamos a casa de su madre a comer los domingos, cómo se le ponía la cresta, como al gallo del corral, que bien se veía que su padre, que en paz descanse, la trataba malamente a la madre porque él hacía lo mismo y yo tenía que haberme dado cuenta, que le venía de atrás lo de los malos modos, pero si hasta su madre le excusaba con el “ay, pobre, con lo cansado que está, toda la semana fuera de casa, no le eches cuentas” y claro, si ella defendía al hijo no iba yo a acusar al marido, porque además, bueno, pues las cosas tienen importancia sólo si tú se las das, ¿no? y yo miraba a mis amigas y casi todas estaban como yo, cansadas, insatisfechas, tiñéndose el pelo en casa por no gastar en ellas para que luego el marido te venga y te diga que cada día estás más fea y más vieja, que eso sí que tiene gracia, que lo dicen como un chiste pero tú te lo acabas creyendo y te miras en el espejo y al final es que te ves fatal, tú, ¿y cómo no con esta vida que llevo?. Y no sé, de verdad, que me ha dicho la psicóloga del plan ese que ha puesto el Ayuntamiento para mujeres maltratadas que me tengo que separar y yo le digo, ¡pero si yo no soy una mujer maltratada!, porque a mí, de verdad, es que mi marido no me ha puesto la mano encima más que unas pocas veces, pero con razón, bueno, con razón, por discusiones y tal, de esas que todos los matrimonios tienen, lo normal, pero es que no entiendo porqué se empeña mi hermano también en que me separe, si entonces voy a estar peor, sola, ya te digo y el sueldo de él pues tampoco lo puedo rechazar, que el mayor aunque ya trabaja se lo queda todo para él que tiene que forjarse un futuro y el pequeño pues malestudiando y lo que me cuestan las clases de la academia y la ropa que no te creas que se conforma con cualquier cosa y luego está lo de la moto, que parece que si no es en moto no puede salir de casa, el chaval, pero ya te digo que no es que no me importe que mi marido esté con otra que eso ya me lo olía yo desde hace mucho, pero bueno, como todos más o menos ¿no? y que hay que tragar y punto, pero es que lo de la hija que tuvo y que ya tiene once años la cría, y que eso no se hace, vamos digo yo, pero al final no es que me importe tanto, bueno, sí que me importa pero al final él no es mal hombre, que a nosotros no nos ha faltado de nada nunca aunque ahora lo del piso, oye, que quiere venderlo y quedarse su parte que se va a vivir ya de fijo con la otra y yo dónde me meto porque el juez no me va a dar nada, no, porque el menor tiene ya veinticinco y parece que se me acaba el derecho de vivir en el “hogar familiar” y bueno, pues eso, que total, que sepa ahora todo el mundo que tenía otra y con una hija y todo pues no sé qué importa, si al final, para lo que estaba conmigo tampoco hay que echar las campanas al vuelo, si lo que yo he aguantado no lo sabe nadie… y ahora ya, total, con cincuenta y dos que tengo a dónde voy yo, quién me va a querer, ¿sola me voy a quedar después de una vida aguantando? Pues que no me da la gana y ya le he dicho a la psicóloga esa, que se equivoca, que yo no soy una mujer ni sometida ni alienada ni nada de nada, sino una mujer normal y corriente, como hay miles, que aguanta con lo que le ha tocado hasta el final y nada más. ¡Qué manía con que si tengo una vida por delante y tengo que ser feliz y libre y zarandajas de esas! ¡A buenas horas mangas verdes!

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

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Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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