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Cecilia Casado

A partir de los 50

“El hombre y el oso cuanto más feo más hermoso”

 Esto de pasar la mañana, como quien no quiere la cosa, bajo una sombrilla, cómodamente sentada y a la orilla del mar, da para mucho.

Observo, miro alucinada y pienso. ¡Es que no es para menos! Por delante de mis ojos desfila un abanico extenso de seres humanos, de todo hay, como en botica, y no es por criticar (que también) pero no he podido dejar de fijarme en los especimenes del sexo masculino más que en los del mío propio. Cuestión de prioridades, me temo.

Los hombres se dividen en dos categorías (en la playa): los que tienen pelo en la espalda y los que no. Y el sub-grupo pertinente: los que tienen una mujer que les depila el pelo sobrante y los que no. Bromas aparte –porque el tema es baladí y no merece más que sonrisas-, cuando veo que se acerca una pareja a mi radio de acción conecto el radar. Si son de edad parecida a la mía –es decir, con posibilidad de ser abuelos- él suele acarrear la parafernalia al uso (sombrilla y tumbonas) y ella lleva la típica bolsa de playa de la que, enseguida, saca el maldito bote de crema protectora. Le dice al susodicho que se quite la camiseta y presente armas: es decir, la espalda. Ella se afana como quien cuida de un niño pequeño y cuando termina le dice que ponga la palma de la mano donde deposita displicentemente un chorrito más de crema para que se la extienda por el pecho. Él suele mirar para otro lado y, disimuladamente, hace un pase de “ziszás” y se restriega el pegotillo sobrante en el muslo.

Pero la cosa cambia completamente si se trata de una pareja joven. Seguro –o casi- que él lleva algún tatuaje a la vista, va bien depiladito para aparecer guapetón a los ojos de ella –y de quien quiera mirar- y no se da crema porque ya se la ha dado exhaustivamente antes de salir de casa (que es lo que hay que hacer para no montar el numerito en la playa).

¿Es casualidad que los hombres de cierta edad adolezcan de ausencia de cuidados y mimos corporales mientras que los más jóvenes no tienen problema en cuidarse?  Hace años, ayer como quien dice, darse crema en la playa era cosa de mujeres. Lo más que se conseguía era, en el ámbito doméstico, que se dieran el aftershave que les echaban por Navidad… y si se daban alguna colonia era para que le dejaran en paz.

Ya ni te hablo de depilarse o afeitarse el exceso de vello que, como reminiscencia homínida, se les acumula a algunos en hombros, espalda y dorso en general. El hombre “de pelo en pecho” siempre ha tenido mucho predicamento: hombría implícita y quitárselo equivalía pues…a todo lo contrario.

De ahí a considerar que cualquier cuidado estético era superfluo y mal visto no ha habido más que un paso.

Pertenezco a una generación de mujeres que hemos tenido que aceptar aquello de que “el hombre y el oso, cuanto más feo más hermoso”, aunque nosotras tuviéramos que ir con el ojo bien pintado, la manicura impoluta y el cardado en su sitio. ¡No hay derecho!

A mí me gustaría ser joven ahora –por probar más que nada- para poder tener un novio que se afeite todos los días y no solamente cada tres; un novio que se dé crema hidratante y que no te deje en carne viva allí donde deposite sus besos. Un novio que no piense que usar una antiarrugas sea cosa de debiluchos (por no decir otra cosa) y que entienda que no es de recibo que te dejen las sábanas blancas llenas de pelos, pelillos y pelazos en el ejercicio de cualquier intercambio amoroso.

¿Por qué los hombres nos refriegan su mata de pelo –mal situada- cuando nos metemos en su txokito, -ya sabéis, ese refugio que parece que es de oro y que luego huele a sobaquina- mientras que nosotras somos bien cuidadosas en ir bien depiladas? ¿Costumbres? ¿Modas? ¿Esclavitud?

En todo esto pensaba esta mañana a la orilla del mar hasta que se me ha metido un musculitos en sucinto bañador en el ojo y he tenido que ir corriendo al txiringuito de al lado a sacármelo con una cañita bien fresca.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

Laalquimista99@hotmail.com

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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