>

Blogs

Cecilia Casado

A partir de los 50

Aprendiendo el Carnaval. Tolosa 2013

 

Si me pagaran por hablar de carnavales me moriría de hambre porque nunca he sabido más de esas fiestas que las imágenes de los carteles invitando a la elegancia decadente de Venecia o el caos vistoso y sudoroso de Río. En mi ciudad donostiarra la tradición carnavalera no ha pasado nunca del desfile de lucimiento para entretenimiento de los que miran desde la acera, quizás llevando el compás de la música con el pie, pero con disimulo y alguna fiesta en alguna discoteca con el derecho de admisión reservado. Los niños, que son felices con bien poco, están aprendiendo a disfrazarse y pasear las aceras de la mano de sus padres o abuelos, poco más.

 

El Carnaval es la alegría en el cuerpo y en la calle, las ganas de pasarlo bien unos días riéndose de uno mismo, caricaturizando a quienes se comen el pan futuro de nuestros hijos y riendo –por no llorar- del palo que se cierne sobre nuestras sufridas (y agachadas) cabezas. Es un tiempo en el que la mofa se codea con la ironía, la patochada adquiere carácter de proyecto de ley y se permite que el común de los mortales se suelte la melena figuradamente sin necesidad de estar empapado en alcohol. Hay permisividad oficial para decir con máscaras lo que a cara descubierta se calla por miedo, aunque sea miedo “al qué dirán”.

 El sentido del ridículo que me acompaña desde que tengo memoria  –o desde cuando me disfrazaron de comulgada y me avisaron de que era “el día más feliz de mi vida”- lo he aparcado por unos días para participar de la fiesta tolosarra aceptando la cariñosa invitación de una amiga muy querida. Y lo he hecho disfrazada pero a cara descubierta, una paradoja fácil de entender y muy necesaria para mí, a ver si me quitaban de una vez por todas esas vergüenzas que todavía me cuelgan de la personalidad, como hilachas no deseadas en un vestido.

 

A las buenas gentes de Tolosa nada podré contarles de nuevo que no hayan vivido desde su más tierna infancia y a las gentes de San Sebastián igual no les interesan otros carnavales que los desfiles que se llevan a cabo por las calles donostiarras, diversión que este año se ha visto tristemente truncada a causa del mal tiempo y esfuerzos e ilusión pasados por agua se recordarán como una de las pequeñas frustraciones de la vida para quienes han dedicado meses de trabajo…para nada. ¿Cómo un evento puede estar condicionado al tiempo meteorológico? ¡Si ni siquiera los partidos de fútbol se suspenden, excepto que haya un terremoto! Es algo que no me cabe en la cabeza, pero en fin.

 Salir a la calle con la alegría a flor de piel, para contrarrestar el frío reinante, sabedora por pura intuición de que se participa de una emoción colectiva, sin restricción alguna más que las del puro respeto, unas horas en las que se puede hablar con cualquiera sin que te pongan mala cara, hacer risas con desconocidos como si fueran de la familia, bailar con la pareja de otra impunemente, reir con el chiste del de al lado porque eso es lo que se espera de ti, que se participe del ritual de la diversión sin cortapisas sin necesidad de llevar invitación v.i.p. colgando del cuello para entrar al recinto inmenso de las calles y plazas de la acogedora villa. Un evento POPULAR y no restringido a los que son “amiguetes de” o “conocen a”, como tanto ocurre en mi ciudad de origen.

 

He disfrutado bailando con las comparsas, siguiendo a las txarangas, dando “la vuelta al ruedo” en la plaza de toros, haciendo aerobic al son de la música de una carroza, comiendo y bebiendo todo lo que he podido para calentar el cuerpo y que estuviera a tono con el espíritu de la fiesta. No he hecho ninguna tontería reseñable y todos los brincos que he dado estoy convencida de que tenían su razón de ser: expresar la alegría por el mero hecho de vivirla permitiéndome ser yo misma y mis emociones.

 

El domingo a las nueve de la noche, esperamos ansiosamente a que la txaranga Iraunkorrak llegara a la calle Correo y Rafa subiera al balcón de un primer piso para, con su trompeta, hacer que cada año más gente se mueva al son de “Paquito el chocolatero”, algo que empezó como broma y se está convirtiendo en tradición.

 

Y he dado muchos besos y abrazos, a gente que me presentaban como “una amiga donostiarra” y que me incorporaban al grupo como si fuera conocida de toda la vida. Eso es lo que más feliz me ha hecho, sentirme acogida, integrada, envuelta en calor humano; toda una experiencia por la que estoy muy agradecida.

 

Gracias a la “sister” que me ha llevado de la mano todo el rato y a su generosa amiga “la gordi piluki” que me enseñó Tolosa y sus entresijos carnavaleros con mucho cariño y buen humor. El año que viene, más y mejor.

* Ahora nieva a todo nevar. ¿Detendrá eso la fiesta?

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

Laalquimista99@hotmail.com

 Fotos: C.Casado

 

 

 

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


febrero 2013
MTWTFSS
    123
45678910
11121314151617
18192021222324
25262728