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Cecilia Casado

A partir de los 50

Luna llena en el bosque

 

Esta noche he dormido como si estuviera en paz con todo el mundo; de hecho, lo estoy.

Esta noche he dormido separada de la naturaleza únicamente por el cansancio y las tablas de madera que guardan el calor que provoca dulces sueños.

El sol traspasa los cristales para darme los buenos días y refleja arabescos inusitados con las cortinas de bordados de otro tiempo; luego, descansa sobre mi rostro, lo acaricia y, muy dulcemente, me va despertando, como si fuera un amante que es feliz viéndome dormir y demora el momento de abrir mis ojos con un beso.

El silencio.

Elur duerme a mis pies como si no supiera hacer otra cosa; parece que ha vuelto al útero que le dio la vida. No se mueve más que para mirarme con sus ojillos adormilados y volverlos a cerrar. Él también está feliz.

Son las ocho de la mañana en el bosque, un día de primavera anunciada, radiante como en los cuentos de hadas, sereno como en los sueños de los niños.

Cubro mi cuerpo lo justo para dar los buenos días a quien me rodea. Hoy no son personas, sino árboles. Enhiestos y seguros de sí mismos, saben cuál es su destino: perdurar.

A pesar del crudo invierno que han atravesado sus ramas siguen mirando la vida con la tranquila conciencia de saber que están donde deben estar. La Naturaleza les permite vivir felices sin tener que emigrar a otra tierra ni perder el norte. Amparan a sus pájaros favoritos, los mismos de todos los años, y buscan su alimento dirigiendo sus hojas y ramas hacia la luz, el aire, la lluvia necesaria; todo será absorbido, aprovechado, agradecido.

Levanto la mirada y busco la Luna. Sigue estando ahí arriba, desplazada del cuadro nocturno hacia la derecha ahora, donde la encuentro algo translúcida, pero igual de hermosa que ayer noche. Ha velado mi sueño en silencio. Siempre el silencio.

Una ardilla se asoma para darme los buenos días. Un visto y no visto para mis ojos lentos. El zureo de un par de palomas gigantes comienza a despertar la mañana. Hay faisanes en esta zona. Y jabalíes. Corzos también. Dejarán sus huellas para que yo las pise mientras que ellos se esconden de mi mirada: no soy bienvenida en sus dominios aunque toleren el ruido de mis botas y la punta de mi bastón.

El mar, a lo lejos, continúa su danza llena de salvaje belleza. La Luna, en su inmensidad, dirige la orquesta de olas y espuma. Si escucho, es ruido. Si me entrego, es música.

Hace frío a pesar del sol que todo lo ilumina. Pero mi corazón rebosa calor. Una vez más, estoy donde debo estar y me dejo sentir tal y como soy.

No hay tráfago de autos y motos, ni gente levantando la voz, ni ascensores que braman ni ruido civilizado. Tan sólo el escenario auténtico que me acepta, me integra, me recibe como si formara parte de él desde siempre. De repente, no estoy en un decorado…sino en la paz del bosque, bajo la luna que se va diluyendo, haciendo mutis por el foro…

Otro instante feliz.

LaAlquimista

Fotos: Cecilia Casado

 

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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