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Cecilia Casado

A partir de los 50

Cartas que nunca envié. (1) “Al amigo recién divorciado”

“Querido Jose:

 

El otro día, cuando te acompañé al Juzgado a firmar los papeles de tu divorcio, porque me lo pediste y casi suplicaste ya que no te sentías con fuerzas para pasar solo ese momento amargo, -dijiste- reviví por persona interpuesta el mal trago de mi propio divorcio, y tus lágrimas abrieron en mi interior la pequeña espita de la conmiseración nostálgica. Lloré también un poco, como solidarizándome contigo, aunque tú no te dieras cuenta de nada; las gafas de sol ayudan cantidad.

Pero no te escribo para contarte nimiedades personales, no tengas cuidado, sino para decirte con palabras mesuradas lo que hablando no he conseguido llevar a buen fin porque me interrumpías siempre, otra no te quedaba, debido a que te metía el dedo en el ojo y eso no le hace gracia a nadie, pero tú mismo me has dicho siempre que “los amigos están para las ocasiones” y ésta me parece que ni pintiparada.

Tu familia, amigos y colegas no paran de darte el pésame, -bien es cierto que el amor muerto bien lo merece- pero yo tengo un mensaje bien diferente para ti. (Aquí es donde puedes dejar de leer si te has ido poniendo de mal humor).

¿Sabes que me he alegrado muchísimo de que, por fin, hayas tenido el valor suficiente de darle la vuelta al forro de tu vida y atreverte a llamar a las cosas por su nombre?

Llevabas ya demasiado tiempo –de hecho, años- quejándote sin tregua de tu infelicidad, de la incomprensión por parte de tu mujer, de la ausencia de ilusión por nada, incluso una vez te escuché decir que ni tus hijos te movían por dentro; que eras un zombi trabajando para darles de comer a todos –y muy bien, por cierto- cumpliendo con tu deber de esposo y padre, con el contrato firmado ante un cura veinte años atrás.

Me alegro sobre todo de que te hayas enfrentado a la realidad sin apoyarte en otra mujer, sin tener ese “comodín” en la manga que utilizan tantas personas mal casadas para dar el paso y cambiar –luego se darán cuenta- la sartén por el fuego. Recuerdo cuando me contabas los consejos de tu familia: “aguanta, ya sabes lo que es el matrimonio” y los de algunos amiguetes descerebrados: “échate una querida y punto”. Espero que también recuerdes mis silencios a tus cuitas interminables y que cuando me preguntabas que por qué callaba te contestaba –siempre- que para qué te iba a decir lo que tú ya sabías…

Ahora te has quedado sin un duro –o con muy poco poder adquisitivo comparado a lo bien que vivías antes- porque tienes que seguir pagando una hipoteca –donde vive ella y los críos- y encima apoquinar un alquiler donde vais a vivir tú y tu dignidad.

Ahora aprenderás las mieles de salir de trabajar, hacer la compra, cocinar para poder comer y hacer todo esto en libertad, sin fingimientos, ausente de hipocresías y sin miedo a estirarte en la cama para no rozar la piel de quien ya no te ama y a quien también tú dejaste de amar en algún recodo del camino en común.

Me dices siempre que yo soy una divorciada feliz porque soy “peculiar”; bueno, ahora vas a poder comprobar por ti mismo cómo la felicidad no depende de estar divorciado ni casado sino del convencimiento interno de que uno está donde tiene que estar y poco más.

También tengo que disentir de tu fatal expresión de sentirte “como un fracasado”, de decir que has desperdiciado veinte años de tu vida. Has apostado por la vida, has jugado tus bazas y en ello no hay pérdida ni ganancia sino voluntad de vivir. Otros hay –y bien lo sabes tú- que aguantas carros y carretas por consideraciones ajenas a su propia voluntad y libertad; son la legión de los amargados, no les envidies.

También te animo a que no hagas ni caso a esas voces dolientes –de tu ya ex esposa- anunciando urbi et orbe que les has abandonado a ella y a los chavales; mil veces supiste que ella no te amaba (recuerda los tres años últimos de “castidad forzada”, las vacaciones tú solo en casa y el deterioro irreversible de la relación), así que no hagas caso de las lenguas viperinas que andan esperando a verte con “otra” para poder colgarte el sambenito oficial de canalla y traidor. Tú no eres así de modo que no tienes porqué sentirte ofendido.

Tus hijos te siguen queriendo aunque no comprendan ciertas cosas; no les abandones ni permitas que los alejen de ti. Pero eso sí, procura ser honesto y caballero y JAMÁS hablarles mal de su madre, ni una palabra negativa porque, y eso te lo digo yo por haberlo padecido, si siembras vientos recogerás tempestades.

Y eso es todo, Jose querido. Seguimos como siempre tú y yo, amigos del alma para las duras y las maduras.

 Lo dicho: que ENHORABUENA.”

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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