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Cecilia Casado

A partir de los 50

El día después de la fiesta

 

Lo que más me gusta de las fiestas populares es el día después. Esas mañanas silenciosas en las que el territorio se divide en dos bandos: los que duermen después de haber disfrutado y los que disfrutan después de haber dormido. Los primeros porque tienen que reacondicionar el cuerpo después de la juerga y el trasnoche y los segundos porque se hacen dueños indiscutibles de un espacio privado, ausente de ruidos, de bronca, de gente molesta…

Ayer por la noche participé en la fiesta; la víspera de San Juan es algo importante en Cataluña y, en vez de ir de anárquica o rarita una vez más, nos fuimos a cenar a un restaurante a la orilla del mar una fideuá (¡cómo me gusta ese plato de fideos tostados, enhiestos, bañados en el jugo de los pescados sazonados, con un punto de romesco auténtico, y decorado con cigalas, langostinos, calamar, almejas y mejillones!), bien regada y coronada por una crema catalana templada y caramelizada a soplete. En una noche así, en este mi otro mar, o te encierras en un bunquer o te sumas a la fiesta, hay que aceptar las cosas como son, sigue siendo absurdo intentar cambiar una realidad de miles, qué digo miles, decenas de miles de personas, en grupos, en familia, en tribus y hasta en pareja, dedicados todos ellos a convertir en humo una buena cantidad de dinero (sin intervención de ningún banco, cosa curiosa) a base de lanzar petardos, cohetes, bengalas y ramilletes más o menos vistosos de fuegos artificiales.

En nuestro chiringuito favorito suele haber buenos grupos que hacen bolos de verano y el de ayer, con estética heavy, animó al personal con éxitos de ayer y de siempre, sin salirse de Beatles, Stones, Police y versionando a cualquier grupo de más de hace treinta años. Entre la fiesta musical y los mojitos bien preparados y generosamente bautizados, la playa en la noche, las hogueras, la mar bailando al ritmo que le imponían, el tiempo se deslizó liviano y la noche nos dio lo que nunca rechazamos: alegría y bienestar en buena compañía.

No hizo falta esta vez quemar nada en la hoguera porque el “curso” ha sido fructífero en aprendizajes y las rémoras se fueron quedando por el camino entre un otoño con la piel cambiada, el invierno reflexivo y confortable y una primavera que nos ha florecido por dentro de la mejor manera imaginada. Ni quemamos nada, ni pedimos deseos: todo está bien como está y hay un orden que nos alcanza y al que recibimos con los brazos abiertos.

Pero esta mañana, después de la fiesta, sorteando el marasmo de restos quemados, la playa me ha ofrecido una larguísima caminata en silencio, compartido únicamente con unos pocos caminantes que, como yo, disfrutaban de la ausencia de ruido… y ese tiempo fresco, limpio, descansado y consciente ha sido lo mejor de toda la fiesta.

Esta es la señal inequívoca de que estoy evolucionando –un poco aunque sea- como persona: ahora soy capaz de disfrutar de todo lo que la vida pone a mi alcance, sin descartar nada, sin rechazar, sin oponerme, sin esa intolerancia de otrora en la que había que hacer únicamente lo que se suponía que era propio de la edad, del momento, de la situación. Sin esa rigidez que veo en personas de mi edad que se ciñen únicamente a lo que dictan unas normas que ni siquiera ellos han ayudado a dictar. Me gusta la fiesta y me gusta el día después de la fiesta. Así todo está en orden…

Quería compartirlo. Y el que se queje del ruido de la fiesta que recuerde si alguna vez fue joven…

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


junio 2014
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