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Cecilia Casado

A partir de los 50

21 de Julio de 1990

 

  

Me gusta recordar las fechas que fueron felices, realmente felices, ponerlas en rojo en mi calendario emocional y, cerrando los ojos, volar con alas suaves al recuerdo amoroso que hará el día presente un poco más amable.

Hace ahora veinticuatro años despertó el día de un sueño cansado con un dulce bebé entre mis brazos. Sus ojos abiertos, de un violeta imposible, miraban sin ver mi rostro emocionado. Dicen que no hay palabras que puedan expresar lo que siente una mujer cuando tiene por primera vez a su hijo pegado al corazón; y creo que no las hay.

Cuando nació mi niña Amanda estuve en silencio muchas horas hablándole únicamente a ella con ese lenguaje que había inventado para nosotras dos durante nueve meses íntimos, un lenguaje más allá de cualquier diccionario futuro, un lenguaje nuestro, sencillo y genuino a la vez, un lenguaje que hoy todavía hablamos entre nosotras.

Tener un hijo quizás no sea más que hacer de vehículo entre el Universo y la Vida, mas siento que nos engrandece a las mujeres por haber sido elegidas para ser artífices del milagro. Tener un hijo quizás no sea lo que dé sentido a toda una vida, pero me ha ayudado a acercarme a ese punto de encuentro conmigo misma del que ya no quiero volver atrás.

Mis hijas no son “mías” aunque yo las haya creado, parido y criado. Mis hijas tampoco han sido “nuestras” con el hombre que puso amor y semilla en el empeño. Mis hijas, todos los hijos del mundo se pertenecen a sí mismos, porque cuando los traemos a la vida les damos también la libertad de SER, de decidir su camino, de cometer sus errores, de llorar sus lágrimas y sembrar sus risas. O deberíamos dársela.

Quizás sea cierto que los hijos eligen la familia en la que quieren nacer, que eligen a sus padres para trascender la Vida a través de ellos, que escogen cuidadosamente la madre, el útero, el camino por el que desean hacer su viaje a Itaca.

Y si así ha sido, tan sólo puedo sentirme agradecida por haber sido el fruto de su elección, porque ellas, las dos, me hayan elegido como madre a pesar de todos mis defectos, a pesar de todos mis errores… o quizás gracias a ellos, para poder aprender, saber y experimentar la vida con un poco de ayuda.

Hoy mi “niña” pequeña cumple veinticuatro años. ¡Ya ha tocado con los dedos el cielo del gozo, ya ha bajado al pozo donde hay dolor, ya va conociendo el profundo significado de la palabra VIDA…!

Pero todavía sus alas están intactas, desplegadas y al acecho del buen viento que la llevará a los cielos que ella elija, cerca o lejos de mi persona, pero siempre anidada en mi corazón.

Feliz vida para ella y para todos los jóvenes que aún sienten en su interior que…La vie est belle!

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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