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Cecilia Casado

A partir de los 50

Personas maltratadas, hoy, aquí y ahora

 

Hablar del maltrato generalizado –físico o psicológico-, cuando les pasa a los demás, coloca al individuo al otro lado de la barrera, con una distancia que no esperamos que se acorte ni nos coloque en primera persona del presente de indicativo de la voz pasiva: “yo estoy siendo maltratado”.

Curiosamente se entiende casi siempre el maltrato como una agresión penalizada, algo que la moral y las leyes han elevado a la categoría de delito en esta sociedad occidental y democrática, por lo menos oficialmente, y de cara a la galería. Sin embargo, ahora mismo son demasiado numerosas las denuncias contra padres que maltratan a sus hijos, que les pegan, les vejan, les insultan y les arrastran por el suelo –real y figuradamente. También son legión las denuncias contra maestros y/o educadores que abusan de su “poder” para amedrentar, burlarse y dejar a la altura del barro la autoestima de algunas criaturas en edad de formación; y eso cuando el maltrato no es una violación pura y dura de su cuerpo o su espíritu.

Un marido no puede pegarle una bofetada a su esposa sin correr el riesgo de que la sociedad y el Juez de Guardia tome cartas en el asunto si es denunciado. Un jefe o jefecillo no pude ya extralimitarse en sus funciones abusando de la jerarquía con sus subordinados so pena de exponerse a ser acusado de una cosa con nombre inglés. Y los inconscientes compañeros de pupitre ya saben que hay que tener mucho cuidado con las novatadas, las bromas subidas de tono y la burla hacia el “diferente” o el más débil. Todo esto ya esta reglado, contemplado en la Ley y con su correspondiente penitencia prevista.

Sin embargo, hoy, aquí y ahora siguen existiendo no pocas personas maltratadas que no pueden denunciar el abuso por no haber ni ley, ni juez que les ampare. Son personas normales y corrientes, que viven y se desenvuelven en un medio socio-económico no marginado, personas con trabajo, con principios, con moral y, sin embargo, con poca fuerza para rebelarse contra quienes “abusan” de ellos y les inflingen un maltrato psicológico que ellos mismos se niegan a aceptar como tal.

Maltratar significa tratar mal a alguien de palabra u obra. Incluso menoscabar o echar a perder.

. Y estas definiciones ofrecen un amplísimo abanico de posibilidades que las personas maltratadoras  –que son legión- utilizan cotidianamente para “darse aire”.

La esposa que le dice al marido “eres un inútil y no sirves para nada” lo está maltratando. De la misma manera que lo hace el marido que se dirige a su mujer con frasecitas del tipo “tú calla, que no sabes nada de nada”. El padre que se dirige a su hija llamándola “puta” porque vuelve tarde a casa o lleva la falda muy corta o la madre que se empecina en decirle al hijo “tú no vales para nada, mira a tu hermano” están maltratando a sus hijos de forma contundente.

¿Y qué decir de los hijos que se dirigen a sus padres con apelativos despectivos? ¿Y quienes tienen en su casa a servidores inmigrantes ilegales y los tienen como en los tiempos en los que se trabajaban 18 horas al día de lunes a domingo? Y me aburro de poner ejemplos y de verme reflejada colateralmente en alguno de ellos…

Yo ya no permito que nadie me maltrate de ninguna manera. Atrás quedaron los tiempos en los que tuve que sufrir los malos humores e infelicidades de quienes tenían “poder” sobre mí; atrás quedó toda una vida laboral que no estuvo exenta ni de mobbing ni de cómo se diga en inglés la muy extendida costumbre de pagar menos a las mujeres que a los hombres en igualdad de desempeño laboral. Yo ya no permito que nadie me maltrate de ninguna manera, ni que me dirijan insultos ni claros ni encubiertos, ni mucho menos me pongan -¡a estas alturas!- la mano encima como tantas veces tuve que soportar en el pasado.

Pero cuando veo que todavía hay personas que se llaman a sí mismas civilizadas y que siguen creyendo que “no pasa nada” por insultar malamente a quien tienen al lado o darle un guantazo a un hijo “para que aprenda” se me pone a hervir la sangre y no me da la gana de quedarme callada, como si no fuera conmigo la cosa. De esa manera, por meterme donde no me llamaban y dármelas de “salvadora”, me  retiraron la palabra y cortaron la relación algunas personas que prefirieron adoptar el papel de “víctimas” antes que rebelarse contra el maltrato y dejar a salvo su dignidad.

Son personas maltratadas, aquí y ahora que aceptan o soportan la ignominia por motivos que no sé si ellos alcanzarán a justificar y comprender: yo no, desde luego. Ojalá que les quede algo de luz para ver claro y algo más de fuerza para ponerle remedio.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

 apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


diciembre 2014
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