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Cecilia Casado

A partir de los 50

Natural, salvaje, viva

De vez en cuando siento la necesidad ineludible de quitarme las vestiduras urbanitas –las de fuera y las de dentro- y dejarme sentir tal cual soy. Un poco salvaje, un poco anárquica, quizás un punto rarita, ¿qué me importan las etiquetas si lo que siento no tiene nada que ver con lo que se ve desde fuera?

De vez en cuando arranco mi coche rojo, le pongo el cinturón a mi perrillo blanco y me voy carretera adelante, hacia los montes de mi amada Navarra a respirar el aire frío del invierno.

Ligerísima de equipaje, descubro que me he olvidado en casa el cargador del móvil, el pijama, la agenda y la cartera. Sí, la cartera. Dos días sin DNI, ni carnet de conducir…ni más dinero que las monedas que llevo en el coche para cuando hay que sacar un tique de aparcamiento… ¿En qué mundo feliz me he sumergido estos dos días de paréntesis entre ladrillo y ladrillo?

 

Afortunadamente soy acogida amorosamente donde no tengo que dejar la tarjeta de crédito como fianza al entrar; por la misma fortuna me esperan brazos abiertos llenos de cariño y mesa con mantel llena de viandas. Esa fortuna que me “persigue” desde que yo he dejado de perseguirla…

Busco silencio, disfruto del espacio en compañía y de su parte de soledad, allá donde las personas se respetan sin exigirse compartir ni planes ni horarios. Donde yo soy yo y los demás son ellos mismos sin que nadie tenga que demostrar nada. ¡Maravilloso concepto, dulce realidad!

El sol del mediodía acaricia los prados que se ofrecen confiados; unos caballos pastan ajenos a cualquier prisa humana. El cielo se regala en un azul al que ningún pintor ha osado dar su nombre y el agua baja de la montaña cantando a gritos su ímpetu natural.

Yo también canto. Me atrevo a cantar, con ganas, sin pena ni vergüenza, la voz también puede participar del baile que se celebra a los ojos de quien sabe mirar, ¡cuánto tiempo sin dejarme llevar de esta manera…! Dejo que el camino guíe mis pasos hacia arriba, a la derecha, hacia abajo ahora y, un poco más allá, se detenga en un recodo al sol. Me detengo, obediente y ya no sé más del tiempo que marca el reloj porque me acaricia el tiempo de la vida.

Los árboles desnudos esperan confiados, todo es esperanza. Me uno a esa pequeña ceremonia de confianza, de gozo sin pretensiones; yo sé que la primavera está en el calendario, ellos no saben nada y son más sabios que yo… porque no necesitan de certezas, ni buscan promesas, ni persiguen logros; tan sólo son.

 

Busco la luz de la tarde, dulce después de la mañana soleada, el camino sigue desierto en todas direcciones porque es camino libre de depredadores de caucho y metal, es un camino para seres vivos y cada detalle lo manifiesta en un regalo tendido a mis pies, al alcance de las manos, al elevar mis ojos al cielo…

Soy pequeña, me siento pequeña y a la vez grande, no sé explicar la paradoja, tan sólo vivo la contradicción arropada con el adverbio que más acomoda a la situación, “naturalmente”…

Podría estar desnuda entre los árboles desnudos, tranquila junto a las cabras y ovejas pasmadas. Sentada sobre la hojarasca acariciando el perro grande que ha venido ladrando desde un caserío y que, en cuanto me ve, menea la cola pidiéndome una caricia.

No tengo nombre ni papeles que lo demuestren, tengo mis piernas y mis botas, el bastón y la sonrisa, los pulmones que respiran ralentizados, los ojos que descubren un panorama inusitado y feliz. Tan lejos del pueblo y tan cerca de mí misma; tan débil en la soledad de mujer en el monte y tan fuerte de sentir mi yo interior palpitando.

Tengo la cabellera de un Botticelli, el cuerpo de una lamia, las alas de un hada antigua, los ojos cerrados que todo lo ven y la piel perfecta para sentir el aire frío del invierno, el calor del sol, la caricia de la vida…

Natural…salvaje…viva.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Fotos: Cecilia Casado

 

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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