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Cecilia Casado

A partir de los 50

¿Parientes o familia?

 

En mi último viaje a México conocí a la madre de mi futuro yerno, una mexicana guapísima, de amplia sonrisa y no menos amplio corazón. En el primer abrazo le dije: -“así que vamos a ser consuegras…” y ella me contestó: -“No, Cecilia, que vamos a ser familia”. Me atrapó en un instante y sentí la suerte que iba a tener mi hija con una “suegra” de este calibre emocional…

Mil veces escuchada la penosa historia de familias que no se entienden, enfrentadas en una absurda guerra de egos, soberbias y rencores, después de sufrir también en mis propias carnes esos cruentos desgarrones emocionales, llegué ya hace mucho tiempo a la conclusión de que empeñarse por encima de toda lógica y supervivencia anímica en pertenecer a un núcleo sanguíneo que nos viene impuesto con la sangre envenenada es tiempo perdido. Y no digamos la energía.

También se puede aprender a aceptar lo inevitable, a estar de acuerdo en que no todos caemos bien a todos y que las envidias, celos y desencuentros que se prolongan desde la infancia compartida ni con la mejor de las intenciones adultas pueden volver a encontrarse en un plano afectivo. A veces ocurre que “queremos que el otro cambie” a nuestra conveniencia y como no lo hace seguimos con el enfurruñamiento crónico, portándolo en la mochila como una rémora. A veces ocurre que son “los demás” los que quieren que modifiquemos nuestro comportamiento y como nosotros –sencillamente- no nos vemos en esa disposición, recibimos a cambio de ejercer la libertad que nos es propia, denuestos y críticas, cuando no condenas patibularias.

Son las “luces y sombras” de cualquier árbol genealógico que se precie.

Por el contrario, hay “otra familia” no biológica que va gestándose a lo largo de la vida sin que la sangre tenga nada que ver en ello. Son esas personas amigas que van añadiéndonos a su biografía con los brazos abiertos, sin echar cuentas de páginas mohosas porque no tienen la memoria del rencor activada con nosotros. Son esas personas amigas a las que acogemos también con los brazos abiertos porque no traen una carga emocional a cuestas que nos reabra heridas. Son, en definitiva, quienes vienen a “sumar” en vez de a “restar”.

Los lazos con los buenos y fieles amigos pueden ser indestructibles, a prueba de fuego porque no lanzarán nunca llamaradas para quemarnos en sus hogueras de condena; nosotros tampoco seremos capaces de juzgarlos ni criticarlos como puedan hacer sus propios familiares en los malos momentos. Hay a veces más comprensión en una amiga que en la propia madre; puede darse que nuestra propia hija se encuentre más cercana a una amiga que a nosotras mismas: es justo e incluso saludable.

Los tachones y desgarros en mi biografía los ha producido mi propia familia, la que me dio la vida, me alimentó y me colocó en un entorno en el que había de todo. Eso quiero decir: de todo. Yo misma, en primera persona y como miembro de ese grupo, no he sido capaz de darles el amor que esperaban recibir ni he cumplido con las expectativas que habían depositado –e incluso exigido- en mi persona. Cuando comprendí –con horror- que “la sangre sólo hace parientes y el amor hace familia”…ya era demasiado tarde.

Por eso procuro ahora mismo que mis hijas –que llevan mi sangre- reciban mi amor y comprendan que “hago todo lo mejor posible” por expresárselo. Aunque no pueda ser siempre lo que ellas esperan que sea, aunque no sea “la madre al uso” que toda mujer ha deseado tener alguna vez.

En fin.

Laalquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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