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Cecilia Casado

A partir de los 50

¿Mujeres invisibles?

 

Dicen las malas lenguas que “las mujeres” nos volvemos invisibles a partir de cierta edad. Así, sin anestesia, metiendo a toda la población femenina en el mismo saco, sin clemencia ni cuartelillo. Supongo que cuando se dice “todas las mujeres” hay detrás una idea subyacente de querer decir ‘todas las personas’, o quiero entenderlo así para librarme del debate de lo políticamente correcto o su contrario.

Sin embargo nadie dice que “los hombres” se vuelvan invisibles, ni tan siquiera hay una frase hecha o lugar común que exprese que la población masculina deje de estar presente en el imaginario “de la otra parte”, tenga la edad que tenga.

Pero no voy a hablar hoy de los hombres, es un tema que no domino bien, de hecho, en todos los “exámenes” a los que me he presentado he suspendido clamorosamente y por más que me he presentado a “la repesca” he vuelto a demostrar mi incapacidad comprensiva. Me pasa con ellos como con parte del arte contemporáneo, que me gusta mucho aunque me sienta incapaz de entenderlo.

Hago esta puntualización para que quede constancia una vez más de que prefiero hablar de temas que conozco –las mujeres y nuestras peculiaridades- y en los que me siento más cómoda debatiendo. A fin de cuentas, mujer soy y llevo más de cincuenta años viviendo en esta piel y ordenando estas neuronas.

Bueno, pues que hay una edad a partir de la cual se deja de atraer la atención del sexo opuesto.

Siempre me ha provocado un regusto difícil de expresar el hecho de intentar desmontar falacias de andar por casa, las nuestras, las de aquí, las que conforman nuestra “cultureta” y están más cerca del chiste fácil que de la gran verdad sociológica; pero las difíciles, las que están arraigadas en el ideario ecuménico, cuesta un poquito más por lo que llevo varios días observando y, a pesar de que dicen que son invisibles,-esas mujeres- yo las he visto.

Mujeres de una edad aparente comprendida entre los cincuenta y los sesenta y cinco, mujeres solas o en grupo, paseando o pateando la ciudad, mirando escaparates o sudando la camiseta. Mujeres vestidas sin aspavientos, el pelo lavado en casa y no siempre teñido; la mirada alegre, sencilla y franca. Y, curiosamente, casi todas con alianza en el dedo.

 Ese es el grupo de mujeres en las que no se fijan los hombres; esposas y madres que siguen al pie del cañón sustentando pilares importantes, vigas que –de romperse- arrastrarían la estabilidad de sus maridos y familia. Esas son ‘las santas’ que todo hombre que se precie se precia de tener en casa. Esas son las mujeres invisibles a los ojos de la sociedad y de los ojos depredadores de muchos hombres.

Luego están ‘las otras’; más llamativas y peripuestas y exudando todavía feromonas por entre el rebaño de machos disponibles (pocos y renqueantes). Las que intentan todavía conseguir a su hombre, (justo derecho); las mismas que, si se emparejan, a la vuelta de unos años también se volverán ‘invisibles’. Esas mujeres maduras que, como la buena fruta, están en su punto exacto para hincarle el diente. (Licencia metafórica)

Pues yo las he visto a todas. Las de cincuenta y las de sesenta. Las he mirado y admirado. Las he seguido por la calle un ratito, he puesto la antena a su conversación, he fotografiado a algunas desde lejos. Y las he sentido vivas, fuertes, sonrientes e incluso contentas y felices. Solas, de dos en dos o en grupito alborozado. Se acodan en la barandilla y sacan fotos, abarrotan los restaurantes haciendo festivo un día de labor, incluso en el tiovivo de AlderdiEder las he visto juguetonas, niñas mayores y felices reinventándose con alegría.

Cuando he buscado a los hombres… no he visto a ninguno. Confieso que se han vuelto “invisibles” para mí. Tengo que dilucidar qué me está pasando…

 En fin.

 LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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