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Cecilia Casado

A partir de los 50

Pérdidas de tiempo

 

 

A veces se me instalan murrias en el alma y los remedios caseros de toda la vida no me sirven de nada. Es como estar delante de un ventilador que no funciona, abrir una ventana que da a un callejón o comprar flores perfumadas con spray. Tengo que mirar hacia otro lado, hacer cosas sin aparente significado, no sé, como abrir la nevera y ver qué hay dentro, mirar la fecha de los yogures caducados y saber que todavía estarán comestibles, poner en formación las zanahorias, los pimientos verdes y los puerros y no ocurrírseme nada sabroso que hacer con ellos. Así me siento a veces, con la imaginación detenida en un paso a nivel estropeado, no atreviéndome a cruzar por si a pesar de todo viene un mercancías sin avisar.

Rebusco entonces en la pila de libros que esperan turno junto a mi cama y leo las solapas por si alguno se me antoja sabroso a primera vista. Leo un par de páginas –los libros ya no llevan prólogos que sirvan de aperitivo- con poca atención, no sé quién es el escritor o la escritora publicada con tanto bombo y platillo por una editorial de campanillas, digo yo que tiene que ser bueno el contenido para que lo encuadernen y lo pongan en un escaparate, pero no siempre, pasa como con los melones que uno no sabe si estará bueno hasta que lo corta en dos y le da un buen bocado por mucho que lleve la pegatina del “villaconejos”de turno.

Estoy distraída y lo sé. Estos días de verano me ponen tristona. Y es que el invierno me gustaba por aquello del recogimiento, de la coartada cotidiana de estar tras los visillos leyendo o sin leer, tranquila por calendario interpuesto, sin la necesidad de ponerse sandalias y dejar los hombros al aire y reconocer que, efectivamente, soy una mujer de mi tiempo, viva, vivaz, presente en mi propia vida.

Pienso si me gustaría estar con alguien, tener una conversación interesante o por lo menos algo profunda para acompañar una cerveza al caer la tarde, pero no. No me apetece enfrentarme a la cháchara inane que dan en cualquier parte, mejor el silencio que dice tantas confidencias…

He leído sesenta páginas de una novela que no valía nada. Más de una hora de mi vida perdida en algo que no me ha aportado nada, tan sólo poner el nombre de la autora en mi lista negra de peñazos pseudo literarios. Tampoco me ha sacado del letargo vespertino una película con muchos laureles; la he puesto en versión original y la voz del protagonista era grave y aguardentosa, pero en el doblaje parecía la voz de un oficinista aburrido. No sé porqué hacen las cosas tan mal, la verdad, otros treinta minutos tirados a la basura.

La basura. Hoy toca sacarla. En el edificio donde habito pasan a recogerla de los descansillos tres días a la semana. Voy guardando cuidadosamente lo que menos huele y menos estorba para no tener que salir a la calle con las bolsas. Odio sacar la basura, es curioso, una actividad que todo el mundo lleva a cabo sin mayor trauma o aparente regocijo a mí me resulta fea, antipática y aburrida. Llegarme a la fila de contenedores y elegir entre el verde, el amarillo y el de color caqui. Abrirlos con el pie y arrojar ahí lo que sobra en mi vida, mis detritos, mis muertos cotidianos. Qué horror.

Voy sumando las pérdidas de tiempo cotidianas sin incluir las horas de sueño. Más de media vida entre unas cosas y otras, más desperdicio para que luego digan que dormir mucho hace más felices a las personas que es como decir que vivir menos da más felicidad. Me he puesto a pensarlo y no lo entiendo, será que es un reto filosófico que no está a mi alcance.

Así que me decido a escribir un rato, a dejar salir de mi mente unos pensamientos perdidos en el tiempo que no sé si tan siquiera verán la luz de alguna pantalla de ordenador. La ventana al mundo, la que se cierra y se abre cada día mientras perdemos el tiempo esperando que pase algo. O que no pase.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


julio 2016
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