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Cecilia Casado

A partir de los 50

La necesidad de hablar con los demás

 

Una de mis pequeñas pesadillas viajeras ha consistido en tener que soportar –en un tren, en un avión- la compañía de un desconocido locuaz, de esos que empiezan a desgranar su biografía antes de arrancar/despegar y matan su tiempo (a la vez que asesinan el tuyo) con peripecias personales que suponen son de interés general (y de quien se sienta a su lado en particular). Ante estos desmanes irrespetuosos me protejo admirablemente con un: “lo siento, voy a leer un rato” o “disculpe, pero tengo mucho sueño”. Dicho con una sonrisa y voz amable no suele ser mal interpretado el mensaje…

Pero últimamente estoy experimentando un cambio en mi disposición a la escucha pasiva, atendiendo a lo que me quieren contar y sin enervarme ni sentirlo como una invasión a mi privacidad. Tengo que aclarar que se trata de trayectos cortos o muy cortos, los que me llevan de vuelta a casa desde algún punto de la propia ciudad: en el bus.

Digamos que suelen ser señoras mayores –mayores que yo, quiero decir-, que se sientan confiadas a mi lado y aceptan mi sonrisa como una invitación a la charla amigable y explicadora. Ayer mismo, una guapa señora de unos setenta me contó –a lo largo de seis paradas- la intervención quirúrgica de su marido “a vida o muerte”, lo bueno que era el cirujano y el equipo médico, la estupenda atención hospitalaria, cómo los hijos se han volcado en el padre y ella, feliz de poder retener a su marido un tiempo más a su lado aunque tenga que subir cada día al hospital a estar con él varias horas, que a dormir no se queda, que no le dejan los hijos que ya se ocupan ellos. Y que le lleva sudokus que le encantan aunque antes hacía crucigramas, pero ya ves, cosas modernas…

Y resulta que me acuerdo de cuando mi madre me contaba de las “amistades” que hacía en el autobús de regreso a casa de misa de ocho en los Jesuitas, que se conocían todos y se saludaban y animaban en las pequeñas cositas del día a día que les daba tiempo a contarse en los quince o veinte minutos de “tertulia autobusera”.

¿Realmente hay tantas personas que tienen necesidad de hablar porque están solas o es simplemente una peculiaridad más de la personalidad? Lo que sí es cierto es que si voy sonriendo me habla la gente en la cola del súper o en la pelu aunque no me conozcan de nada (y en el bus no digamos) o sea que puede ser algo inducido por mi parte también.

Yo también tengo necesidad de hablar, faltaría más. Pero cuando uno considera que su baremo es el mismo que el que tienen los demás, es decir, familia, amigas, personas allegadas con quienes compartir las pequeñas quisicosas diarias, no para mientes en aquellos que están tan necesitados de hablar que aprovechan la oportunidad que les brinda la proximidad inevitable de un transporte urbano.

Ya no me limito a escuchar y poner cara de póquer sino que deslizo alguna preguntilla inocua para que esa persona se dé cuenta de que me interesa lo que me cuenta, aunque nuestro encuentro/relación sea tan fugaz. Me imagino a mí misma en alguna situación deprimente o depresiva, echando mano de cualquier ciudadana (o ciudadano) que esté al alcance de mi necesidad –en un banco del parque, mirando una exposición, haciendo cola esperando a que salga mi número en el INSS- en vez de contar mi vida en ciento cuarenta caracteres porque la soledad se infiltra como los aliens en las naves de la realidad.

Necesidad de hablar, de contar, de escuchar la propia voz; sentir que no se es invisible ni transparente, ni mudo ni sordo por no serlo en absoluto. Necesidad de la mínima proximidad con otro ser humano, simple, sencilla, cierta. En vez de quejarnos, comuniquémonos más…

En fin.

LaAlquimista

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Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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