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Cecilia Casado

A partir de los 50

“A enemigo que huye, puente de plata”

 

Diría que personalmente no creo tener enemigos en el amplio sentido de la palabra, aunque quizás sea porque los que haya podido tener alguna vez estén ahora mismo muy, muy lejos de mi vida.

¿Cómo se originan los enemigos? Aparte de por desacuerdos y peleas de diversa índole duraderas en el tiempo, también hay un tipo de enemigo que surge –como los hongos- de la noche a la mañana. Y no es otro que ese aparente amigo que –como un Gregorio Samsa de pesadilla- amanece un día transformado en enemigo. Tú no te lo crees, -o no te lo quieres creer- pero está ahí, pataleando a tu lado como el escarabajo de la historia kafkiana.

Esa adquirida e inesperada característica revestida del caparazón de todo lo desagradable que imaginarse pueda es la costumbre más que extendida de abandonar a alguien por el expeditivo método de salir corriendo como alma que lleva al diablo. Sin apenas explicaciones y cortando con la espada socialmente admitida de hacer como que uno “no está bien” para perder de vista a alguien. La frase clave suele ser algo así como: “no eres tú, soy yo”.  Es decir: mandar a hacer puñetas al prójimo haciendo como que la culpa del abandono es del que huye y no del que se queda. Todo un ejercicio de manipulación emocional e hipocresía.

Entonces ese prójimo se queda boquiabierto y seguramente no sabrá qué pensar o sentir durante los primeros minutos, días o meses –en función de cuán grande haya sido el varapalo emocional- además de no poder despegarse la amarga sensación de que donde antes había un amigo ahora hay un enemigo. Entonces ese prójimo se pone a pensar qué ha pasado realmente, qué ha hecho tan rematadamente mal para que la persona que era cercana o querida hasta ese momento, haya pegado un zapatazo y desaparecido de su vida –y del whatsapp y de facebook de paso. Pero ya no hay nada que hacer: el amigo/enemigo ha conectado el turbo y cerrado las compuertas de acceso.

Quizás el problema no es el fondo de la cuestión sino la forma en que se plantea y lleva a cabo. Cuando uno no está conforme con la manera en que se llevan las cosas es lícito decirlo, intentar negociar e incluso llevarse el gato al agua. Ahí se verá la “habilidad del artista” para conseguir lo que se desea. Pero echar a correr negando la posibilidad de una conversación aquilatada o simplemente civilizada después de años de relación amistosa o amorosa… eso es de cobardes. O a mí me lo parece.

Que a uno le abandonen no es plato de gusto. Y una ruptura brusca –del tipo que sea- debería obligar a una  explicación –la que cada uno tenga en ese momento-. En lo afectivo y en todo orden de la vida. (También hay patronos que dan el finiquito a sus trabajadores sin la menor explicación: más enemigos.)

Sin embargo hay gente que no, que está harta de una  situación y, en vez de gestionarla de manera positiva, decide huir con nocturnidad y alevosía después de haber asestado el golpe, como hace el enemigo. Es lógico comprender que no todo el mundo tiene las herramientas adecuadas para gestionar situaciones enrevesadas; de hecho, cuando pintan bastos es muy común aplicarse el sálvese quien pueda y tomar por la calle de en medio sin mirar los cadáveres que quedan detrás.

Esas personas que huyen –no sé si por cobardía o por falta de inteligencia- se convierten en enemigos por la forma en que han actuado. Consiguen también dinamitar el edificio de la amistad que habían compartido: para ellos es el puente de plata.

En cualquier caso, dejar que corra el aire es cosa muy sana. Y si el amigo se convierte en enemigo, pues al final habrá que saber tomarse las cosas con filosofía y ponerle, no ya un puente de plata para que cruce al otro lado de la propia vida, sino despedirle con vítores y clarines que amenicen su espantá, que hay que saber aceptar que los que se quedan lo hacen porque nos quieren mientras que los otros… pues eso.

En fin.

LaAlquimista

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Por si alguien desea contactar:

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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