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Cecilia Casado

A partir de los 50

Se van muriendo

 

 

Ayer me encontré en mi paseo matutino con José Luis. Nos conocemos desde que yo tenía diecisiete años y él ya era un hombre hecho y derecho. Con amigos comunes, siempre sintonizamos; vamos, que nos caíamos bien. Es por eso que, a lo largo de todos estos lustros, nos complace pararnos a charlar un rato cuando nuestros pasos se cruzan por la ciudad.

Ayer le ví un poco bajo de moral, como si estuviera pasando una mala racha y le pregunté qué le pasaba, que parecía un poco “mustio”. José Luis –es preciso recalcar- siempre fue un hombre guapísimo y de buena planta. Simpático además y de corazón tranquilo. Sus parejas le han hecho sufrir lo que no está escrito y hoy es el día en que está solo y conforme con su vida. No ha tenido hijos.

Me contó enseguida los motivos de su aparente “tristura”, porque ya sabe que cuando le pregunto algo no es por quedar bien sino porque me interesa realmente. –“Es que mis amigos se han ido muriendo todos”.

José Luis tiene bien cumplidos los setenta y dedica su tiempo a disfrutarlo pausadamente, sin sobresaltos, con largos paseos y la asistencia continuada a las salas de cine. Vive solo porque el perro que adoptó durante muchos años ya falleció y no quiere volver a sufrir la angustia que padeció tras la enfermedad y muerte de su fiel compañero.

– “¡Qué mala suerte tengo!” – me confesaba. -“Mis amigos de toda la vida, los del barrio con los que tan buenos momentos pasaba, todos fallecidos. No me queda familia, ¿qué hago ahora si ya no tengo edad de hacer nuevas amistades?”

No le gustan Internet ni las tecnologías de ningún tipo más allá del aparato de televisión; tampoco tiene móvil porque para qué, si nadie le va a llamar. Nació en los años 40 y su generación decidió que el placer máximo que podía ofrecer la ciencia y los avances era el cine. Lo que le ha gustado siempre de verdad era compartir con otros seres –humanos o caninos-, la charla, los paseos, las risas, las caricias, el amor y sus condenas.

Como muy bien me ha dicho: “somos seres humanos, no quiero convertirme en un androide lleno de cables figurados en mi cerebro”.

Y le he dicho, llámame, hombre, y nos damos un paseo por ahí tú y yo, con cervecita o sin ella, para recordar viejos tiempos o criticar los presentes… Ahí es cuando me ha dicho que no tiene móvil, que bueno, que igual algún día me llamaba, que gracias por el ofrecimiento, que la vida sigue a pesar de todo, que qué pena que se han muerto todos sus amigos antes que él, pero que no se siente solo, que está conforme porque no le duele nada ni va al ambulatorio más que para vacunarse contra la gripe cada año.

Ya sé, Txelís, que no vas a leer estas líneas, pero igual te las imprimo y las meto en un sobre y te las envío con sello incluido –como en los viejos tiempos que te gustan a ti-, pero quiero decirte que te comprendo perfectamente, que los amigos son la sal de la vida, algo sagrado –sobre todo cuando no se tiene familia a mano-, pero que no te angusties demasiado, que aunque estén vivos –los amigos- no siempre están ahí disponibles para los momentos especiales, que los amigos vivos también pueden ser escurridizos aunque cuando se mueren los echemos de menos.

Es lo que tiene cumplir años por manojos que se nos van olvidando los inconvenientes de la juventud, los palos que nos dio el amor, las zancadillas de la familia, las pequeñas infamias de la amistad y que, en su ausencia, nos nace la nostalgia de aquello que tuvimos en un tiempo pasado que…como bien decía el poeta, nos parece mejor únicamente porque ya no lo tenemos.

Te doy las gracias por el abrazo estrujador que me diste en mitad de la calle, por tu picardía diciéndome que “estoy igual de guapa que siempre” y por hacerme reflexionar sobre mis amigos vivos…

Ahora tengo que buscar en una vieja agenda tu apellido –que he olvidado- y buscar en la guía telefónica de papel tu teléfono o tus señas y transcribir a mano estas palabras a un folio blanco con mi vieja pluma de tinta que seguro que sigue funcionando bien para una buena causa como esta.

En fin.

LaAlquimista

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Por si alguien desea contactar:

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Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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