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Cecilia Casado

A partir de los 50

“No quiero discutir contigo”

 

 

Soy consciente de las veces que le he soltado a alguien la frasecita de marras, con la decidida intención de hacerle ver que no quiero tener en consideración lo que pueda decirme. Es algo así como el comodín para zanjar un desencuentro, negarse a dialogar espetándole al prójimo que no nos interesa hablar con él. Una actitud despreciativa y tajante, no me siento muy orgullosa de ello.

Sin embargo, el concepto “no querer discutir” tapa su tufillo irrespetuoso con el ambientador dulzón de una supuesta consideración que no es más que condescendencia hacia la otra persona. “Vamos, que sí, que tendría mucho que decirte si me pusiera a ello, pero no tengo ganas de perder el tiempo usando mis neuronas contigo, así que mejor no discutimos y santaspascuas.”

Y creemos que quedamos como señores (o señoras) y aquí paz y después gloria

Lo que ocurre es que no se ve la cuestión de igual manera cuando es a NOSOTROS a los que nos callan la boca con tan peregrino argumento y nos dejan con dos palmos de narices sin posibilidad alguna de solucionar un entuerto o simplemente aclarar un malentendido. Es decir, que es mucho más fácil aplaudir la ironía cuando la usamos nosotros que cuando “el enemigo” la utiliza en nuestra contra. Ahí ya nos duele…

Así me dejó hace un par de semanas una persona a la que expresé mi disgusto por unas palabras dirigidas a mí y que consideré poco afortunadas. Cuando le dije: “al ver cómo te has dirigido a mi persona me he sentido triste por comprobar cuán poco aprecio tienes a la relación que intento que mantengamos”, – y no pude decir mucho más porque me soltó a la oreja el chirriante: “no quiero discutir contigo” para pasar a justificar su posición, enarbolar sus argumentos y cortar la conversación de forma expeditiva. (Era telefónica y cortó la comunicación)

Con un par, sí señor, y probablemente con el convencimiento de que ni me estaba faltando al respeto al finalizar abruptamente la conversación ni que estaba haciendo gala de una más que mala educación.

Ahí han quedado las cosas, una persona “ofendida” porque otra se sintió ofendida a su vez por algo que la primera había dicho –seguramente sin mala intención-, pero que ha adquirido la consideración de ofensa real por atreverse a protestar o a quejarse.

Entonces me paro a observar a esas personas que “nunca discuten con nadie” porque callan la boca al prójimo con una bofetada verbal o simplemente abandonan el “campo de batalla” sin despedirse siquiera.

¿Es esto lo que nos cuenta la famosa inteligencia emocional que hay que hacer en estos casos o es mala educación pura y dura? O quizás también pueda ser reflejo de la propia incapacidad para escuchar las razones del otro, para considerar al prójimo como alguien que también tiene su corazoncito para molestarse por nuestras palabras y, sobre todo, la resistencia a querer reconocer ni por un instante que podemos haber metido la pata, que debemos rectificar o aunque sea dar una explicación a quien se ha sentido dolido injustamente.

“No quiero discutir contigo” significa también creer que el otro no vale la pena, que no se merece nuestro tiempo, ni nuestro respeto, ni la más mínima consideración. ¿Cuántas veces le hemos dicho esta frase-dardo al alguien dejando sus argumentos en la cuneta del respeto? Y, como consecuencia, enrocarnos en una especie de disgusto, ese malestar que lleva a farfullar y a refunfuñar, dejando al ofensor más que claramente ofendido por la reclamación del primero.

Da igual ser mayor de cincuenta años o estar en la edad en la que se adolece de todo lo habido y por haber; los mecanismos de defensa que se utilizan para no enfrentar la propia inestabilidad emocional están ahí, al alcance de cualquiera que sepa que no necesita “permiso de armas” para dañar al prójimo.

De alguna manera tengo que agradecer a quien con tan poco respeto y deferencia me trató que haya suscitado esta reflexión… Porque en la mano de cada uno está darle la vuelta a las cosas y tratar de sacar lo positivo de las situaciones negativas…

En fin.

LaAlquimista

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Por si alguien desea contactar:

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Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


mayo 2017
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