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Cecilia Casado

A partir de los 50

Amor maduro

 

 

Caminaban delante de mí con un andar pausado y firme. Altos y esbeltos, su sombra perfilaba a su pesar una vida extensa y acaso intensa, de mujer y hombre que han aprendido y accedido a acomodarse en pareja al baile de la vida.

Ella rodeaba la cintura de él desde atrás con su brazo y él, en un gesto cariñoso por lo inusual, agarraba entre las suyas la mano de la mujer.

Fue un flechazo fotográfico y procedí a tomar la instantánea. Plasmé la imagen varias veces para corregir el desenfoque que producía el movimiento de los cuerpos, el caminar de esta pareja que, en un instante, me provocó un latigazo de nostalgia por un futuro inventado.

Seguí caminando tras ellos mientras atravesaban mi mente  imágenes improbables: sortear el otoño de la vida de la mano de alguien amado, sentir una especie de seguridad fantaseada en compañía, hablar de las cosas sencillas con quien sabe y quiere escuchar, hacerle una finta al presumible silencio del final de la puesta en escena…

Van de la mano. Contemplemos la fotografía. Soñemos todavía un poco. Nadie lo impedirá, nadie lo sabrá. Ni siquiera ellos.

Les adelanté e hice lo que suelo hacer cada vez que tomo una foto  de alguien que pueda ser reconocible: pararme, hablar y pedir permiso para utilizarla.

Ella, guapa y serena, con esa belleza que no se aja ni con el paso de la vida entera; él, muy alto y recto, con el porte varonil que hemos soñado las mujeres en un hombre mayor. Me presenté y les conté lo que había sentido unos instantes antes al verles y la intención de escribir sobre sus manos entrelazadas. Ni les enseñé la foto ni me pidieron que se la mostrara.

Amables, sonrientes los tres, caminamos juntos hasta el final de la calle. Allí nuestros caminos dejaban de hablar para seguir el ritmo de la gente cruzando el semáforo.

Me quedé con la foto de sus manos enlazadas.

El resto podéis inventarlo a voluntad… A fin de cuentas, la vida no siempre es lo evidente, lo que se muestra por la calle, ni las palabras correctas ni los pensamientos ocultos. La vida es el invento personal de cada uno, la risa del loco o la rabia del inocente, el miedo del fuerte o la valentía del ignorante. Nada es lo que parece y todo puede parecer en algún momento lo que es. Yo qué sé, qué sabe nadie si esas manos se sostenían mutuamente o era una mano amante la que guiaba a dos manos extraviadas…

En fin.

LaAlquimista

https://www.facebook.com/laalquimistaapartirdelos50

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Fotografía: Cecilia Casado

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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