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Cecilia Casado

A partir de los 50

Reflexión del lunes “Paraíso silencioso”

 

Ayer me costó conciliar el sueño; a pesar del cansancio propio del viaje, de la emoción de reencontrar el jardín, los árboles, los pájaros y mi otro mar, con su carga de recuerdos imborrables e ilusiones imperecederas, no podía dormir. Cuando eso me ocurre intento relajarme y hallar el motivo lógico y, comprendiendo, aceptar la parte de insomnio que me corresponde y de esa manera, ya tranquila por saber, poder entregarme al sueño. ¿Quizás la cena copiosa con amigos y buen vino?

Comprendí la falta de la presencia habitual que mi cerebro ha  incorporado al mapa del descanso: el ruido. Y no había ninguna contaminación acústica de las que me rodean a diario. Coches, motos, el topo, una sirena extemporánea, perros ladrando. Y cuando los ruidos se van llega el silencio, ese silencio al que tan poco –desgraciadamente- estamos acostumbrados y que “retumba” en nuestro interior como un tambor enloquecido.

El paraíso en la tierra tiene que estar lleno de silencio para que se puedan abrir los “oídos” que de verdad permiten escuchar. Mi perrillo Elur creo que lo entiende mucho mejor que yo; mientras hay algarabía alrededor, música, conversaciones o trajín diverso, duerme plácidamente. Cuando nos quedamos solos en silencio se pone a mis pies y me mira meneando la cola. Parece querer decir, “ahora es el momento, no hay que dormir, sino vivir y sentir”, pero todo esto me lo invento, qué duda cabe, porque mi perro cuando “habla” yo no estoy a la altura de entenderlo.

Al fin me duermo, despeñándome en el silencio, formando parte de él, y mis sueños son diferentes a otras noches. El aire y la casa huelen  diferente, mi ánimo es distinto también. Es un gallo el que me despierta al alba para recordarme que la vida sigue a pesar de mis tontas historias y otro día comienza envuelto en papel de regalo. Salgo a la terraza y miro los árboles que me rodean, huele a campo, huele a mar, a “mi otro mar”, huele a silencio.

Es el tiempo idóneo y reposado para comer un poco de fruta del árbol prohibido y dejar que el espíritu flote a su aire, aprovechando esta hora calma y llena de luz, endulzado por los jazmines de un jardín cercano, ese tiempo en que la mente todavía no se ha puesto en marcha, estos momentos en que los pensamientos están buscando su sitio de nuevo, respirando la calma que los envuelve.

Si el paraíso existiera estaría en silencio para poder escuchar y sentir diáfana la llamada de ese niño pequeño que aún nos habita, esa voz pura e inocente que sigue escondida en alguna parte y necesita contar la pequeña y bella historia que nunca se olvida.

Son las ocho de la mañana de un lunes. Los visitantes de fin de semana están inmersos en sus propios ruidos lejos de aquí. Me he quedado sola con mi silencio y mi perrillo. Y la mar que también está silenciosa, ahí al lado.

En fin.

LaAlquimista

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Por si alguien desea contactar:

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Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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