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Cecilia Casado

A partir de los 50

Aprender a relajarse

Eso de poner los nervios en off y tomar la vida con calma es uno de los mayores y más arduos aprendizajes que, a día de hoy, mal que bien voy llevando a la práctica…cuando me acuerdo. Quiero decir que me he vuelto más tranquila que lo que mi temperamento siempre vaticinó ya que he invertido en ello mucha energía, interés y paciencia.

Si tienes “carácter” parece que hay que saltar a la mínima y no dejar pasar nada sin aportar el grano de arena envenenado que termine por estropear la situación o hacer degenerar cualquier relación que ande un poco tocada del ala.

La observación de mi comportamiento y del comportamiento ajeno proporciona datos más que suficientes como para escribir una tesis completa o –más humildemente- realizar una profunda reflexión sobre cómo quiero que mis terminaciones nerviosas actúen según mi voluntad y conciencia.
Relajarse no es fácil frente a las continuas agresiones del entorno de la vida cotidiana; más costoso es todavía no echar cuentas del mal humor del vecino, proponerse no tomar como algo personal los malos modos de gente cercana –familiares o compañeros de trabajo- (los amigos suelen ser honrosa excepción), personas que como nosotros exteriorizan en forma de exabrupto el malestar interior resistente a dejarse domesticar.

Pero incluso la tarea más ardua en esta vida es accesible si se trabaja lo suficiente y uno se lo propone con verdadero fervor: así se suben <em>ochomiles</em> y se sobrellevan relaciones de más de veinte o treinta años, con disciplina y control de los nervios que demasiadas veces van a su bola…

Cada vez que alguien cercano levanta la voz, pierde los papeles o se pone como una moto por una situación que podría solucionarse igualmente con calma y sin gritos, se me activa automáticamente una especie de coraza que me protege de esa agresión y que en vez de empujarme a provocar el mismo escándalo me lleva a relajarme en proporción inversa al desafuero de la otra persona.

Esto parecería bueno y positivo –por lo menos para uno mismo- si no fuera porque cuando alguien está perdiendo los papeles o agobiándose en modo superlativo no hay nada que le fastidie y enerve más que encontrarse enfrente con quien no se inmuta o le envía el mensaje de: “calma, no perdamos la calma…” ¿A quién le gusta que le digan lo que hay que hacer metiendo el dedo en el ojo…?

Lo tengo más que comprobado: tan sólo me llevo bien con las personas que son capaces de dialogar sin poner el grito en el cielo porque para entendernos tenemos que hablar el mismo idioma y cuando los nervios nublan el entendimiento se pierde el don de hacerse entender por el otro.

Aunque gritar todavía sé y puedo hacerlo, no he perdido esa capacidad puesto que sé que en algún momento podría tener que utilizarla aún para mi supervivencia como valor en reserva del cerebro reptiliano que, desgraciadamente, no vamos a dejar de usar en este mundo, esta sociedad, llena de gente que grita o vocifera –con o sin micrófono interpuesto- para hacerse oir… que no entender.

En fin.

LaAlquimista
https://www.facebook.com/laalquimistaapartirdelos50

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


septiembre 2017
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