Este año 2017 lo estrené con no demasiado buen pie. Tuve que lidiar -todavía en plenas Navidades- con un abandono afectivo importante (que me pareció importante en ese momento aunque luego vi que me habían hecho un favor enorme) y para paliar de alguna manera el revoltijo emocional y distraer el ego, las neuronas y la parte del corazón maltrecha, mi hija pequeña me regaló una suscripción con una empresa multimedia que da entretenimiento visual a tutiplén. Pensé que era todo un detalle por su parte -que no es lo habitual que los hijos se preocupen por la estabilidad emocional de sus progenitores- así que, más por hacer aprecio que por verdadero interés, me informé de cuáles eran las series estrella de esa compañía.
¡Si hice, ya hice! Empecé con Homeland y todavía no he parado, después de tragarme The Crown, The Fall, y ahora estar abducida con Dexter y con ganas de “Orange is the new black”. House of Cards, Breaking bad, Sherlock y unas cuantas más tan solo las aguanté unos capítulos, será que mis gustos ya no van parejos con los trending topic al uso.
Las series. La nueva medicina contra el aburrimiento, panacea para superar malestares psíquicos diversos, burladero para no enfrentar situaciones complejas, cajón de sastre para neuras y psicopatías varias de la vida cotidiana… Están tan bien concebidas que no puedes ver tan sólo un capítulo al día -excepto que tengas mucha fuerza de voluntad o poco tiempo libre-; justo en los últimos cinco minutos ocurre algo sorprendente que pone patas arriba las emociones del espectador y destila el veneno adictivo que te hará seguir queriendo más y más y mas…
Como vivo sola casi todo el tiempo me ha costado darme cuenta de hasta qué punto el fenómeno serial ha inoculado su ponzoña en los espectadores/adictos. Ya me voy fijando más y preguntando y me he dado cuenta de cuántas parejas que viven juntas comparten sus comidas con una serie en la tablet sobre la mesa, se llevan el ordenador a la cama para ver algún capítulo juntos y ya no quiero saber más…
Preguntando aquí y allá resulta que mucha más gente de la que yo pensaba está bien anclada cada día frente al televisor/ordenador dando cuenta de capítulo tras capítulo de lo que le haya vendido un avispado proveedor de telefonía o similar. Lo de las pelis parece que queda para los novios que van al cine los sábados o los cinéfilos que se apañan mejor buscando en Internet las joyas del séptimo arte que ya están al alcance de casi todos.
Por cierto, España sigue siendo país “pirata” por excelencia en esto de bajarse pelis de Internet, me alucina que se siga permitiendo este dislate, pero no quiero polemizar, aunque soy de la opinión de que lo que tiene un precio hay que pagarlo, faltaría más…
Los libros que leía con fruición, los paseos kilométricos por la ciudad despertándose, la música mientras se piensa en las musarañas, una buena siesta, comer con las amigas, de birras con los amigos, el silencio para preguntarse cosas incómodas… todas estas actividades que para mí eran sagradas, necesarias, cotidianas y satisfactorias han tenido que apretujarse hacia las esquinas para hacer sitio a “su majestad la serie”.
No sé si estoy muy satisfecha de mí misma o me congratulo de tener temas de conversación al día con los demás. Que antes era el : ¿has leído lo último de fulano o has visto la última de mengana? y ahora la pregunta del millón es :- ¿por qué temporada de X vas ya? o ¿Y si me pido para mi cumple los DVD’s de Juego de Tronos?
Mi hija me dice que no me preocupe demasiado, que soy una mujer muy al día para la edad que tengo…
En fin.
LaAlquimista
https://www.facebook.com/laalquimistaapartirdelos50
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com