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Cecilia Casado

A partir de los 50

Sistema infalible de alarma

 

La mente humana a veces se anticipa a cualquier tipo de tecnología por inventar. Esa es la conclusión que he sacado después de unos cuantos lustros de comprobar que hay un instinto animal que se mezcla con el orden neuronal y que sirve para avisarnos de más de un peligro al acecho, algo así como la capacidad de los animales de presentir los movimientos telúricos.

Le llamo el “sistema infalible de alarma” y –en mi caso- funciona como sigue. Imaginemos que he tomado una decisión de cualquier tipo, trascendental o en la superficie de las cosas, y que esa decisión tiene que llevarse a cabo en una fecha determinada. Sirve desde contraer matrimonio a cambiar de domicilio, desde una cita galante a un viaje en ciernes, cualquiera de las mil y un decisiones que nos vemos obligados a tomar a lo largo de la vida.

Pues puede ocurrir –y siempre me ha ocurrido cuando la decisión era manifiestamente errónea- que unos días antes de que tome carta de naturaleza en mi vida, me despierto de madrugada sacudida por una especie de descarga eléctrica (neuronal sin duda), bañada en sudor y desasosiego, presintiendo el “terremoto” que se me avecina si sigo adelante con lo previsto.

Así me ocurrió hace pocos meses cuando ya tenia apalabrada la venta de mi casa por la locura que me dio de querer mudarme a otra sin más necesidad que la emocional. Me desperté “sabiendo” que iba a cometer un grave error y, obviamente, cancelé el precontrato.

También sentí el mismo latigazo de alarma hace quince años, en vísperas de adquirir la moto que se me había metido entre ceja y ceja. No hice caso aquella vez y quise salirme con la mía. Su uso y disfrute fue mucho menos del esperado y acabó abruptamente en un gravísimo accidente –del que fui sujeto pasivo-que me tuvo fuera de la circulación durante cinco meses.

No es que sean premoniciones, ni mucho menos; es simplemente el sistema de alarma sencillo e infalible que traemos de serie y que no nos han enseñado a descifrar.

¿Quién no se ha despertado en mitad de la noche con una angustia indefinible en vísperas de un cambio vital? ¿A quién no le ha asaltado una pesadilla horrorosa justo cuando una decisión importante está dando vueltas por la cabeza?

Dirán que es la proyección del miedo, dirán que son los fantasmas del propio cerebro que se reflejan en imágenes; dirán lo que quieran, pero hay otra interpretación que también vale la pena tener en cuenta.

¿No existe la alarma anti-humo que funciona a la perfección en cuanto un par de personas se fuman a la vez un cigarrillo en una habitación de hotel? Esos sensores increíbles, que pueden desencadenar un pequeño diluvio, porque están programados para decidir que donde hay humo también hay fuego…

Esos sensores también existen en nuestra mente… ¿alguien lo duda?

Sirven para anular una boda aunque ya hayan sido enviadas las invitaciones, para rechazar una oferta de trabajo en apariencia demasiado ventajosa, para alejarse a la carrera de una persona que pretende meterse en nuestra vida dándonos mala espina entre las rosas de un ramo.

Esos sensores detectan infaliblemente la toxicidad de ciertas personas y suenan, lanzan llamadas de alarma imposibles de ignorar, por más que nos empeñemos –demasiadas veces- en hacer caso omiso o pensar que el sistema ha saltado erróneamente.

Suena la alarma cada vez que se pilla mintiendo a alguien en quien se confiaba, cuando se recibe una puñalada trapera de un familiar, cuando se agarra la maleta y se sale huyendo de una situación que debería ser gestionada mediante el diálogo. Saltan luces y sirenas cuando la persona que dice querernos demuestra con sus actos lo opuesto a lo que dicen sus palabras.

Esa “alarma” está dotada de la mejor “tecnología” que existe en el mundo…y cada uno somos dueños indiscutibles de su patente. Usarla en el propio beneficio o no, esa ya es otra cuestión…

Felices los felices.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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