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Cecilia Casado

A partir de los 50

¿Cuál es el amor más grande?

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Todas duermen mientras la mañana se cuela por las rendijas de la persiana. En esa penumbra del alba, cuando la luz promete un día magnífico, camino descalza por el pasillo de la casa sintiendo el sueño que habita detrás de cada puerta. Ellas han vuelto por unos días a ocupar el espacio que las vio crecer, descansan arropadas por las sábanas de sus sueños, entre las paredes que guardan la sombra de dibujos y fotos adolescentes.

Mis hijas están en casa, cada una con sus tesoros bienamados; me regalan su tiempo vacacional y sus risas, surcan los cielos en aviones tras la estela efímera de una cierta nostalgia, porque a partir de cierta distancia es inevitable recordar con un puntillo agridulce el olor de la casa y el olor de la madre. Si la casa tuvo vida y si la madre supo repartir bien el amor.

¿Cuál es el amor más grande del mundo? –me pregunto mientras caliento una taza de té y siento que la energía que me envuelve ha cambiado rotundamente estos días, como un viento que sopla a su debido tiempo, refrescando el calor insoportable de los veranos solitarios.

Recuerdo con una sonrisa la infancia de mis niñas, la insistencia mía como madre temerosa de no amar lo suficiente, de no poder comunicar la fuerza que temblaba en mi interior, y mis preguntas: -“¿Eres feliz, mi amor?” porque esa era mi preocupación, más incluso que superaran las anginas o se cicatrizaran algunas heridas que ya sabía yo que algún día dejarían de sangrar.

¿Cuál es la fuerza imparable que sustenta esta vida tan inestable?. Porque ahora compruebo que el amor busca su camino en la perfección de un círculo que se expande y se repliega sobre sí mismo sin fisura alguna; ese sentimiento que brota hacia un hijo y que lo arrasa todo, como la lengua imparable de un glaciar que busca su camino para transformarse en río caudaloso y llegar al mar, siempre al mar o a la muerte, el destino final, con sus afluentes y vericuetos emocionales, traspasando diques y saltando obstáculos vitales, mortal e infinito a la vez, inmenso y grandioso en su pequeñez aparente.

¿Cuánto amo a mis hijas, cuánto me aman ellas a mí? Pregunta absurda y retórica pero que eclosiona ante los ojos abiertos de la pequeñita de la casa, mi nieta bienamada, Eila, a la que su madre ahora ama y cuida con la misma fuerza con que yo las empecé a amar a ellas hace ya tantos años, tantos felices años.

Porque es el mismo amor, la misma esencia que fluye y se reproduce, el vuelo incesante de los pájaros que migran y vuelven, una y otra vez, a su origen, a su destino, sin saber nunca qué es el origen y qué el final de la vida, dónde empieza y dónde acaba el amor que regalamos y vuelve con la brisa de una mañana de viernes a acariciar el corazón de la mujer, madre, abuela que soy, sin poder ni desear diferenciar dónde empieza cada una porque soy la misma sin fisuras, sin puntos y comas, sin comienzos ni finales.

El amor más grande del mundo es el que cada ser humano es capaz de sentir en su interior. Compartirlo será heroico o generoso mas siempre libre y voluntario. Amar porque se valora el amor, amar para que se regenere y extienda, amarte porque así lo siento y que me ames porque eso es lo que te nace de lo más hondo. Amarme a mí misma para sellar el círculo. Un círculo perfecto. La geometría de los sentimientos que no se estudia en ninguna escuela pero que se aprende en el íntimo espacio de quienes han nacido para amar.

Mis hijas han venido para que todas nos encontremos de nuevo, han venido a buscar los abrazos que dejaron en el cajón donde escondieron una vez sus sueños, han venido para que nos disfrutemos, para que el amor se haga más grande, más fuerte, más resistente ante la distancia por venir.

Ahora voy comprendiendo que el amor más grande que existe es tan solo uno y único; el mismo para todos.

Felices los felices.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


julio 2018
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