(*) “Conejito Viajero” descansando en un Ampelmännchen.
Antes de empezar a conocerla, había imaginado que Berlín sería una ciudad “llamativa”, al estilo de Paris, Londres o Roma, ciudades que representan el espíritu francés, británico o italiano en sus modos y maneras. Pero no. Berlín es mucho más que una ciudad cosmopolita, “capital” de Europa (en el sentido que todos conocemos). Quizás sus edificios emblemáticos no acaben de conseguir esa pátina de glamour que debe figurar en las postales y es precisamente por ese pequeño “detalle” que me gusta mucho.
Culturas, costumbres, grupos étnicos (¿se puede decir eso?) conviven tranquilamente, quizás con mucho más respeto que el que utilizamos entre nosotros los que tenemos la misma cultura, las mismas costumbres y somos del mismo grupo étnico.
No pasa nada si estás en Berlín y no hablas alemán. No pasa nada mientras hables inglés o árabe o turco o incluso español. En alguno de estos cuatro idiomas –sobre todo en inglés- se puede encontrar fácilmente un interlocutor para casi todo lo que se desee o necesite.
De la mano de mi hija he deambulado por los barrios del centro. Desde el elitista Mitte, a los burgueses Charlottenburg o Wilmersdorf hasta el diverso y pintoresco Kreuzberg y el alternativo Neukölln. Una pequeña ciudad árabe dentro de la gran urbe, colindante con otra pequeña ciudad turca en el mismo mapa. Diversidad integrada en lo preceptivo legalmente pero conservando su identidad y costumbres. Rótulos, mercancías, cafés y comercios siguen empeñándose en mantener las señas de identidad del origen de los habitantes del barrio. Algo así como si hubiera un (imaginario) distrito vasco y se pudiera ir de pintxos por sus bares o comprar queso del país y sidra en cualquier lado a la vez que se escucha Euskera por todas las esquinas. Curioso, Berlín.
Me costó bastante conseguir degustar de nuevo la comida alemana puesto que los planes incluyeron el paso por una deliciosa barbacoa coreana, un vietnamita auténtico y un restaurante mexicano donde celebramos el día grande de Mexico que fue el pasado sábado. Pero no conseguí dar con ningún “español” por la zona en la que nos movíamos. Si quieres comer las famosas salchichas: Bávara, Frankfurt, Bratwurst, Landwurst, Currywurst, Jagdwurst, Fleischkäse, Berlinesa o el no menos famoso codillo, hay que ir a los sitios “clásicos” que están junto a los de turisteo, donde la calidad del producto está acorde con el precio.
Haciendo de turistas dimos un precioso paseo en barco por el río Spree. Es una forma tranquila y efectiva de conocer la historia de los edificios y monumentos que se alzan en sus riberas. El paseo es caro (15€ por una horita escasa), pero si existen varias empresas que ofrecen paseos fluviales con decenas de barcos…por algo será
Y no podía faltar una escapada a la vecina Leipzig para visitar el último trabajo artístico de mi hija y su marido en el marco de un proyecto de singular envergadura. http://monumenta.art/en/ Cuando hablo de mi hija artista, siempre me viene el mismo pensamiento: “Nadie es profeta en su tierra”. Quizás sea mi forma de consolarme, pensar que está luchando por su cuota de proyección internacional y que aquí, en el txoko, no se le ha ofrecido ninguna oportunidad viéndose obligada a emigrar, primero a México y después a Berlín, donde está encontrando “su sitio” dentro del variopinto y nada sencillo mundo del arte. En fin.
El domingo es el día del parque de Mauerpark, que en su día era atravesado por el Muro; una especie de “Rastro” con gente pintoresca, puestecitos de comida, música alternativa y olor a fritanga y a marihuana por doquier ya que su consumo está permitido en lugares públicos al aire libre. Te “colocabas” sí o sí en según qué lugares del parque… http://berlinoff.blogspot.com/p/mercadillos-de-berlin-mauerpark.html
Un grupo de “antibelicistas” decidió cortar la circulación tumbándose en la calzada y lanzando consignas mientras los conductores, tranquilos algunos, nerviosos otros, se armaban de paciencia a la espera de que los reporteros realizaran sus grabaciones (la protesta sin publicidad sirve de muy poco). La policía no apareció en ningún momento; total para qué, si es el pan nuestro de cada día… La lían veinte minutos y luego se van, contentos de haber levantado el puño y la voz contra los gobiernos que financian y secundan guerras en las que mueren inocentes. En el fondo me parecieron utópicos y valientes: eran jóvenes.
En Berlín puedes vestir como te dé la santísima gana sin que nadie vuelva la cara para mirar. El código es que no hay código que valga y los que quieren ir de “guapos” o alternativos pueden hacerlo tranquilamente sin que nadie les señale con el dedo por la calle…igual, igual que en mi ciudad…pensé.
Me gusta caminar las ciudades, pararme a observar, mirar hacia arriba, sacar algunas fotos y “perder el tiempo” deambulando. Pero Berlín es muy grande, las distancias en metro o autobús hay que salvarlas con paciencia ya que es prácticamente imposible desplazarse caminando de un lado a otro; mi móvil inteligente me decía al final de cada jornada que había andado muchísimos kilómetros, lo que era un consuelo para compensar con la ingesta un poco exagerada de cerveza a la que tuve que rendirme por gusto y calor.
Hablando de líquidos, maravillosa la idea de reciclar botellas de plástico, latas de bebidas y botellas de cristal. Cuando las compras pagas 0,25€ de más que te son devueltos cuando hagas el esfuerzo de volverlas a depositar en los lugares adecuados. Hay todo un ejército de personas con más necesidad que vacían las papeleras haciendo acopio de estos desechos que les suponen una ayuda para vivir. Pocos mendigos vi; indigentes, menos aún. Gente que pide en el metro mientras te sueltan un discurso o desgranan una poesía, alguna más. Músicos callejeros, como en todas partes. A la zona donde se sitúan los yonkis irremediables no me acerqué; ya lo hice la última vez y se me vino el ánimo al suelo por lo triste e irremediable de su situación que es igual en todas partes del mapa.
Algún día volveré a esta ciudad para pasar unas cuantas semanas; sin prisa, como a mí me gusta hacer las cosas. Pero es una idea por escribir, de momento está únicamente en el marco de una conversación entre mi hija y yo.
Se acerca el fin de mi estancia: una semana justita pero muy intensa. Yo también pienso que los invitados son como el pescado…aunque haya amor de por medio y las mejores intenciones del mundo. Volvamos cada uno a nuestras rutinas guardando el calor y el color de las vivencias compartidas. Recuperemos el paso y el ritmo de la vida dando gracias por todos los dones recibidos.
Felices los felices.
LaAlquimista
Fotos: Cecilia Casado
Artistas “patrocinadores” de mi viaje a Berlin:
http://www.amandaarroutea.com/Mermaids.php
https://guillermosquintana.com/
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com