>

Blogs

Cecilia Casado

A partir de los 50

“Simpáticas” ancianitas

abuela

 

Volvía hacia casa de mi matutino paseo con Elur cuando observo a una mujer anciana intentando cerrar a golpetazos el capó de un coche aparcado frente a mi casa. Por la provecta edad de la señora me quedé sorprendida, pero no tanto como cuando me percaté de que la matrícula del vehículo indicaba que éste tendría, como mínimo según mis cálculos, más de veinticinco años.

La buena mujer le daba una y otra vez a la chapa del coche intentando encajarla mientras a su lado, apoyado en la puerta, aguardaba un bastón que entendí le pertenecía. Como soy como soy, me acerqué y con la mejor de mis sonrisas le pregunté si necesitaba ayuda. Ella me miró con cara circunspecta como diciendo –y esto es suposición mía- “en qué pensarás que me puedes ayudar tú a mí” a la vez que miraba hacia la entrada del parking con insistencia.

Yo me quedé ahí quieta parada esperando a que ella respondiera con algún gesto o palabra a mi ofrecimiento de ayuda y como seguía sin decir ni mú me atreví a preguntarle si el problema era que no le arrancaba el coche.

A ver: que me meto donde no me llaman y no siempre salgo bien librada, eso ya lo sé por experiencia. Que alguna vez he ayudado a quien precisaba ayuda como en la buena “cadena de favores” que el Universo ha puesto a nuestro alcance, también lo sé. Es por eso que no dejo de interesarme por el prójimo y más si presiento que puede haber una situación en la que sea preciso colaborar.

El caso es que la señora no se paraba quieta, nerviosa, entraba y salía del coche, se movía sin mucha coordinación (o eso me parecía a mí), así que, en vez de seguir mi camino, me quedé a un lado para que se diera cuenta de que no estaba sola. Una furgoneta aparcó en un sitio libre cercano y el conductor, al percatarse de la jugada, también se acercó para ofrecer su eventual ayuda. La señora no dijo nada, pero yo abrí la boca para decir que, claro, “el coche era ya un poco viejecito y que quizás por eso no arrancaba”.

¿Para qué me meteré donde no me llaman? (Una vez más). Ahí se me revolvió la ancianita y encarándome con gesto enfadado chasqueó los dedos y me dijo con la voz alterada: -“¡Ya te estás largando con viento fresco tú y tu perro que no tienes consideración con una persona que está sufriendo!”

Me fui, claro que me fui, más que nada porque el bastón podía convertirse en arma arrojadiza y no estoy yo por la labor, pero me quedé mirando, protegida por una cierta distancia de veinte metros a ver qué pasaba.

Y allí siguió la buena señora, de pie en mitad del parking, esperando a no sé yo quién ni por cuánto tiempo hasta que me aburrí y me fui a casa con el perro entre las piernas.

Parece mentira que a mis años todavía no sea capaz de diferenciar la amabilidad (la mía) de la intromisión en una vida ajena (la mía también) y el derecho (ajeno) a mandarme a freir espárragos.

Cuando volví a salir a la calle, al cabo de un par de horas, allí seguía el viejo coche, pero sin rastro de su peculiar conductora. Cosas que pasan.

Se lo conté a una amiga que me dijo lo que ya suponía me diría, que las buenas intenciones de ayuda casi siempre son mal interpretadas. Pero me equivoqué en mi suposición, porque me dijo textualmente: “La gente mayor paga su amargura con todo quisque”. Y ahí me dio en mitad del trigémino porque ese pensamiento –refrendado por múltiples ejemplos- ya lleva tiempo abriéndose paso en mi mente.

Y recordé cómo dos días antes de este episodio, en un banco del parque, mi Elur se acercó a una señora que estaba al lado, en silla de ruedas, y cuando ésta vio que el perrillo iba a olfatearla, le lanzó una PATADA que tan sólo gracias al tirón que le di a la correa no llegó a su destino: la cabeza de mi perro.

Me levanté y la encaré…pero en vez de llamarle algo poco bonito, le pedí disculpas por si mi perro le había molestado. Ella, cabeza erguida, me miró con la insolencia de los que saben tener razón. No dijo nada, no pudo. Su cuidadora me hizo gestos de que no podía hablar.

Me fui pensando que su lenguaje con los pies era fiel reflejo de lo que habría sido su lenguaje oral. Ni siquiera me dio pena. O sí. Ya no me acuerdo.

Felices los felices.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


octubre 2018
MTWTFSS
1234567
891011121314
15161718192021
22232425262728
293031