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Cecilia Casado

A partir de los 50

Escarmientos


escarmiento

Quienes piensan que “evolución personal” es el título de un libro de auto ayuda, seguirán insistiendo en que nadie escarmienta en cabeza ajena; quizás por eso y como buen tópico que es va a tardar un par de siglos más en resquebrajarse, me temo. Sin embargo, ¡POR SUPUESTO que se puede y se debe observar críticamente lo que hace cierto prójimo para tomar buena nota de lo que NO deberíamos poner en práctica jamás por mucho que nos veamos tentados de ello!.

Cuando vemos a un ladrón convicto y confeso en el telediario y antes lo habíamos contemplado de traje y corbata presidiendo un banco o similar, ya sabemos que “ladrón no es el que roba, sino al que le pillan” y se nos despierta el gusanillo adormecido de que “ojo con lo que hacemos no vaya a ser que…”

a-partir-de-los-50-2Estos casos flagrantes y algo extremos deberían darse la mano con otros “malos ejemplos” que observamos en el prójimo –lejano o cercano- en actitudes más  cotidianas, aunque no por ello menos erradas.

Ejemplos, tengo un par que últimamente me han hecho gastar mucha saliva y arrobas de energía. Me refiero a esas personas que teniendo un problema de salud diagnosticado y reconocido hacen “como si nada” y haciendo gala de una cabezonería rayana en la estulticia se saltan de un brinco la línea roja que separa su mermada salud de una auténtica debacle.

Hay pues todo un abanico de opciones para escarmentar en cabeza ajena. Miremos al médico fumador que tiene una bronquitis crónica y sigue fumando para desespero de sus familiares (y estupefacción de sus pacientes si éstos lo supieran). Bastante cerca en esta testarudez está el trabajador que empalma una baja de enfermedad con la siguiente porque tiene problemas de lumbago, pero prefiere machacarse a estar en casa sin hacer nada comiéndose el tarro, así que se va autodestruyendo de a pocos hasta llegar en solitario al borde del precipicio emocional y físico. No escarmientan.

Sé de una persona de edad avanzada que tiene el esófago obstruido por haberse acostumbrado a comer en la cama; a punto ha estado de asfixiarse varias veces con gran susto propio y disgusto de allegados, pero le da igual: erre que erre sigue en sus trece porque eso es lo que le proporciona comodidad y su testarudez así lo confirma. Otro que tampoco escarmienta.

También está quien se gasta el sueldo alegremente la primera semana del mes y luego se arrastra hasta el nuevo ingreso como puede y de mala manera: gorroneando o simplemente haciéndose el mártir porque “no le llega”. Poco a poco se va quedando solo. Lógico. A ver si escarmienta…

Como colofón la situación de una mujer (¡y cuántas no habrá!) que lleva AÑOS –más de veinte- aguantando los malos modos del marido, sus desprecios nada subliminales, un desapego afectivo descarado y, para rematar, la infidelidad continuada por amante interpuesta por parte de su compañero en el libro de familia. Todo esto lo aguanta por dos motivos: miedo a la soledad futura (no tiene hijos) y el miedo a enfrentarse al qué dirán social. Si es que no escarmientan…

Se podrían contar casos hasta el aburrimiento, -quién no conoce unos cuantos-, pero me bastan estos pocos para “escarmentar en cabeza ajena” con total y absoluta consciencia del asunto.

Quebrantar la Ley nunca se me ha dado bien porque tengo un pepitogrillo fiscal y juez que no me deja dormir en cuanto saco los pies del tiesto un segundo, así que estoy moderadamente segura de que acabaré mis días sin figurar en una lista de deudores o con antecedentes penales.

Mi salud es mi tesoro. Demasiadas personas han fallecido  prematuramente por no saber o no querer cuidarse en edades incluso inferiores a la mía; a mí no me pillan en ésas, (excepto que me atropelle un patinete eléctrico por la acera o me caiga en la cabeza un tiesto de geranios) porque no soy como quienes cuidan más el coche que el propio cuerpo o se sienten inmunes a las lesiones que se infligen a sí mismos.

Cuando elegí vivir sola en vez de mal acompañada (suele ser el motivo de divorcio más común) lo hice porque ya había visto mucho desamor alrededor y demasiados malos tratos en otras parejas como para querer que eso se cebara en mí. Otro escarmiento en cabeza ajena que supe prevenir a tiempo.

Arrojamos piedras contra la propia cabeza y pensamos que nos dará tiempo a apartarnos antes de que nos aplasten el cráneo. Es un juego que casi siempre suele terminar mal para los insensatos que se prestan a jugarlo. Pero bueno, allá cada cual con sus formas encubiertas de suicidarse …

Mi contribución a ayudar a escarmentar a los demás es poner mi propia cabeza como ejemplo de los fallos y errores que he cometido, sigo cometiendo y, si tengo tiempo, seguiré perpetrando con la alegría que caracteriza al ser humano para meter la pata, fastidiarse la vida y luego llorar lágrimas de cocodrilo.

Y es que la perfección debe ser TAN aburrida…

Felices los felices.

a-partir-de-los-50

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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