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Iñaki Miguel

Con mi merida voy con mi merida vengo

La Toscana me deslumbra

Jueves, 13 de Junio de 2013
Gallina_Monteriggioni

Yo también quiero vivir en la Toscana, poder contemplar desde mi ventana estos maravillosos paisajes, no se sí son los cipreses que los hay por doquier, nosotros lo utilizamos para tapar cementerios, aquí como árbol que realza lo que se pone al lado, algo mágico tiene esta región, será el aspecto medieval, cuidado, limpio y simpático de esta zona de Italia, o qué

Y otra cosa que me llama la atención son las legiones de moteros, todos con sus Harley Davidson, donde personajes disfrazados de guerreros vagan por sus carreteras luciendo sus máquinas, todas diferentes, cada cual más vistosa que la otra, y lo que digo, el metal y el cuero hacen de ellos que sea un espectáculo visual verlos desfilar, se nota que llegan, con ese sonido típico que lo asemejo a una txipironera de esas que salen del muelle a echar los anzuelos.

Bueno, a la batalla. Hoy si que he madrugado, a las seis y media ya estaba arriba, el sol ya había salido, he cerrado las alforjas y he bajado a bar a desayunar, un caffelate y un bollo, suficiente. Lo mismo de todos los días, la foto y seguido a la carretera, eran las siete y media, en cuanto he hecho el primer kilómetro me he parado para ponerme abrigo, el sol no daba la temperatura ideal. He hecho los primeros kilómetros bajando carretera, también algún repecho, un sube y baja continuo.

Consultado ayer el trak sobre el terreno y en vista de no ver nada sospechoso me he metido por una pista para atajar, y tanto, bueno soy yo con los atajos, termina la pista y me meto en una rambla, me ha hecho sospechar, he seguido, y descubro que una riada se había llevado un paso sobre un arroyo, no cubría más del tobillo, pero tenía unos quince metros de ancho, me he quitado las zapatillas y con los calcetines puestos he cruzado, ¡como pinchan las piedras!, llego a la otra orilla, me seco los pies, me pongo calcetines secos, y sigo el camino.
A mi izquierda una área con mesas y bancas para picnic, sigo el camino, sorpresa, ha desaparecido, y enfrente un lodazal, barajo volver atrás, pero el GPS me dice que cerca tengo una carretera, la veo, así que pisando por donde el barro estaba cuarteado y seco avanzo, la maleza se va levantando, por lo que me voy empapando del rocío que todavía tienen, llego hasta donde esta la carretera y sorpresa, un talud de dos metros me separan, lo sigo hacia una zona que parecía más baja, logro con esfuerzo subir la bici a la carretera y me observo, no queda en mi piel ni rastro de la crema solar, a cambio estoy empapado: ropa, piel y zapatillas, quito el barro que puedo de la bici, así como las hierbas que se han metido por todos los lados, me prometo olvidarme de los caminos, fatal, así que hoy carretera, sin saltarme los pueblos, ya más tranquilo y disfrutando, al cabo de un rato he comenzado a notar que la humedad iba desapareciendo.

He llegado a San Quirico D’orcia, bonito pueblo situado en lo alto de una loma, estaba engalanado, ayer hubo alguna fiesta, había hasta una catapulta montada, he saludado a unos peregrinos ciclistas, les he advertido sobre el estado del arroyo, que no abandonasen la carretera, iban camino de Roma. Después de la visita fugaz al pueblo vuelta a la carretera. Al paso de los kilómetros he llegado a Isola D’Arbia, parada y fonda a recuperar fuerza.

Cuando llevaba más de 50 kilómetros sobre las piernas he llegado a Siena, ciudad de turismo masivo, una gran Puerta de ladrillo almenada me ha dado la bienvenida, rodando por sus calles he cogido dirección hacía el centro histórico, me he topado con la Plaza Salimbeni, lugar que me ha maravillado. Había pensado quedarme a comer en esta ciudad, pero no me apetecía tanto ruido de turistas, había miles.

Vuelta a la carretera. Al cabo de una hora y nada más subir una loma se me pone delante la fortaleza amurallada de San Gimignano, con sus catorce almenas, el sol pegaba de lo fino y como había hecho cerca de los 75 km. he decidido parar, en la oficina de turismo me han ofrecido una habitación para peregrinos, a precio económico, he tenido que llorar un poco, pues no tenía la compostelana. Es una habitación con literas, pero supongo que voy a estar solo.

Hay una peregrina ya mayor, lleva ocho caminos de Santiago por España, este es el primero fuera, ya le he dicho “oiga, se conoce usted mejor el país que yo”, ocho diferentes.

Después de una relajante ducha y la colada correspondiente he salido a la calle para ver que ofrece este recinto amurallado. Sobre las siete de la tarde he subido a la muralla, impresionantes vistas las que se divisan, hoy tampoco “se avista al enemigo”, además el sol estaba bajando y le daba un halo de misterio y encanto, misterio por las sombras que se van alargando según cae la noche, y encanto por lo que pudiera tener de romanticismo estas calles con su bullicio, cuando los juglares entretenían al personal que habitaba el recinto.

He cenado en Il Piccolo Castello, Ristorantes da Remo, en el jardín, me ha picado un mosquito. La cena riquísima, las raciones para lo que a mi me gustan “txikis”, ¿por que no hay aquí una pizzería?

Mañana más.

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Los caminos y mi bicicleta, dos amigos.

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