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Carlos Rilova

El correo de la historia

Aprendiendo con el “Barón Rojo”. Una breve lección de Historia sobre la Primera Guerra Mundial (1914-2014)

Por Carlos Rilova Jericó

A lo mejor hoy hubiera sido más apropiado hablar de la Segunda República, ya que este lunes cae en el mismo día en el que oficialmente fue proclamado aquel régimen que tantas esperanzas trajo a España y que, al final, como tantas otras buenas intenciones, acabó empedrando el pavimento del Infierno, como se suele, o se solía, decir.

Un infierno con forma de dictadura que entronizó, entre otros muchos males -y parece que la cosa va para largo-, un reinado de la mediocridad que aún persiste en  este país y le sigue pasando abultadas facturas. Desde tener a prácticamente todas sus universidades públicas en el último puesto de la valoración a nivel internacional, hasta una “imagen-país” que, de momento, por razones a estudiar, no parece haber superado el nivel de la “Carmen” de Mérimée.

Sin embargo, prefiero reservar la ocasión de hablar de esa desgraciada -en casi todos los sentidos del término- Segunda República española para el aniversario del Desembarco de Normandía -esto es, para el 6 de junio de este año- por razones que ya explicaré ese día.

Hoy prefiero hablar de un hallazgo hecho gracias a ese centenario de la Primera Guerra Mundial del que ya he hablado en varias ocasiones en este correo del Historia.

El hallazgo en cuestión es “El avión rojo de combate”, una pequeña autobiografía de Manfred Von Richtofen, el famoso “Barón Rojo”, que ha puesto a nuestro alcance una editorial de Granada, Macadán Libros.

Les invitó a que la descubran para conocer mejor a ese personaje, mítico a pesar de que su Historia no tiene aún ni cien años, convertido en un verdadero icono de muestra cultura popular reflejado en múltiples facetas. Desde las mejores películas rodadas sobre la versión aérea de esa guerra que ahora va a cumplir cien años -“Las águilas azules” y “El barón rojo”- hasta el nombre de uno de los más potentes grupos de Heavy Metal español, pasando por guiños en series de dibujos animados como “Los Autos locos” o “Los Simpson”.

A mí lo que más me ha interesado de ese breve libro escrito poco antes de que Von Richtofen recibiera su herida mortal, es la lección de Historia que nos da en sus páginas. No me refiero sólo a detalles sobre esos combates aéreos que a todos nos dan vueltas ahora mismo en la imaginación, como, por ejemplo, que los pilotos protagonistas de los mismos los llamasen “peleas de perros”, o acerca de cuestiones técnicas que el editor del libro ha cuidado especialmente en las notas a pie de página y en los apéndices.

No, lo más interesante, para mí, en “El avión rojo de combate” es cómo el joven as de la recién nacida fuerza aérea alemana nos aclara, con un estilo magnético y directo, algunos aspectos que podrían estar más o menos oscuros sobre aquella guerra que ahora va a cumplir cien años.

En el artículo anterior en el que les hablaba de esa guerra -“Año nuevo, centenario nuevo”- yo esperaba que ese centenario sirviera para esclarecer, en efecto, puntos oscuros sobre la memoria que ha quedado de aquellos hechos. Concretamente sobre la pretendida barbarie de los alemanes de aquella época. Para unos un mito que pretende extender abusivamente hacia atrás en el tiempo las atrocidades nazis. Para otros un artículo de fe que tendría sus orígenes en la machacona propaganda aliada que trataba de demostrar que los “buenos” eran los franceses, los británicos, los estadounidenses… enfrentados a unos alemanes que ellos calificaban como “hunos”…

Pues bien, el “Barón Rojo” responde perfectamente a esa pregunta en esta autobiografía. Así es, en ese libro Manfred Von Richtofen se muestra como lo que era: un perfecto “junker” prusiano. Es decir, un miembro de esa nobleza de terratenientes que en España equivaldría a la que Berlanga satirizó en su serie de “La Escopeta Nacional”. Así nos encontramos en las páginas de “El avión rojo de combate” un joven aventurero y audaz, transido de la propia importancia de su familia y que considera la guerra, al servicio de la patria, como el mejor de los fines.

Desde ahí, con toda sinceridad, Von Richtofen revela, al menos en dos ocasiones, que la propaganda aliada era algo más que propaganda.

Von Richtofen, entonces un teniente de Caballería en un regimiento de Ulanos (es decir, lo que por aquí llamamos “lanceros”), cuenta por ejemplo, en la página 30 de esta edición española de su autobiografía, que, apenas han entrado en territorio enemigo, tendrán choques con  la población civil. En Arlon el propio Von  Richtofen se verá rodeado por una multitud hostil a la que casi está a punto de dispersar a pistoletazos. Después de eso confiesa que se ha enterado de que gente de esa población se había resistido a la Caballería alemana e incluso había atacado su hospital militar, por lo que, en las propias palabras del futuro “Barón Rojo”, a algunos de esos civiles se les tuvo que “arrimar a la pared”. Es decir, fusilarlos.

A los monjes de un convento en el que se alojará el escuadrón de Ulanos de Von Richtofen se les dará un tratamiento similar, ahorcándolos por, siempre según el futuro “Barón Rojo”, haber tomado parte en acciones de guerra contra el Ejército alemán, como se indica en la página 40 de esta reciente edición española de su autobiografía…

En tan pocas líneas un héroe alemán, como vemos, nos descubre que, en efecto, lo que decía la propaganda aliada sobre brutalidades contra civiles por parte de los “hunos” era cierto. Y es que, en contra de lo que pudieran creer quienes  creen que la Historia no es una ciencia sino una especie de divertimento, los criminales de guerra, genocidas…, no suelen ocultar, jamás, sus intenciones y propósitos. Bien porque, como ocurre con el “Barón Rojo”, consideran esas acciones hoy censuradas perfectamente “naturales”, bien porque están, sencillamente, orgullosos de hacer esos sacrificios -de otra gente, por supuesto- en los altares de lo que ellos consideran  altos ideales como “la Patria”, “la raza aria (o la serbia, o la hutu, o la…)”, “el honor”, etc…

Como espero que hayan visto gracias a este pequeño ejemplo extraído de la autobiografía del “Barón Rojo”, no hay supuesto enigma histórico que no se pueda resolver cuando se conocen bien los rudimentos del que Marc Bloch llamó “oficio de historiador”. Por ejemplo, la simple acción de interpelar directamente a los que fueron protagonistas de los hechos. Más dispuestos a contarlo todo de lo que algunos diletantes aficionados a las conspiranoias quieren convertir en Historia a fuerza de ignorar todo sobre cómo se hacen estas cosas.

Hubo, pues, actos dignos de “hunos” por parte del Ejército alemán hace ahora cien años. Sus propios héroes no tienen inconveniente en reconocerlo, si bien los interpretan desde otra perspectiva, terminando de autorretratarse ellos mismos, dando la razón a fervientes aliadófilos como Vicente Blasco Ibáñez -él también “víctima” del furor editorial de este centenario-, que los consideraban culpables de eso y más.

Otro día, quizás, podamos hablar de las brutalidades aliadas y de cómo el bando de los “buenos” las interpretó a su manera. Sin ir más lejos podría ser el caso de acontecimientos como los que inspiraron a Stanley Kubrick “Senderos de Gloria”, película prohibida, o mutilada, durante décadas en muchos países de Europa. Y no sólo en la cuestionable España franquista. Pero esa, como dijo Rudyard Kipling -él mismo muy escarmentado por la “Gran Guerra”-, es ya otra historia, para otro día.

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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