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Carlos Rilova

El correo de la historia

Reflexiones sobre la Historia y el futuro de una valla. Las puertas de Europa, Ceuta, Melilla, las “oleadas” de inmigrantes…

Por Carlos Rilova Jericó

 

Esta semana pasada ha sido una noticia recurrente en la mayoría de los medios. Sobre todo en Televisión: una vez más la valla de la ciudad autónoma de Melilla se ha visto asaltada por, dicen, cerca de un millar de emigrantes de países subsaharianos.

Otra vez las instalaciones de acogida de estos fugitivos de la miseria extrema se han saturado. Otra vez se ha oído que la situación es insostenible y, en fin, otra vez el respetable público ha sacado en conclusión que algo terrible está pasando en la frontera africana de España. Algo que, poco a poco, empieza a recordar a una especie de invasión.

¿Qué puede decir de todo esto el historiador?. ¿Un tema del presente, casi del futuro, es cosa en la que se deba meter?. Según un historiador maestro de historiadores como Marc Bloch, la respuesta sería que sí, si consideramos, por ejemplo, su artículo sobre H. G. Wells, un científico “padre” de esa ciencia literaria del futuro que llaman “ciencia-ficción”. Ese texto fue publicado en un volumen titulado “Historia e historiadores” y en él Bloch indicaba que quien se interesa por el pasado, acaba interesándose por el futuro. Y viceversa, como se ve en el caso de H. G. Wells.

Después volveremos sobre eso, cuando acabemos de considerar qué podría decir un historiador no sobre el presente casi futuro, sino sobre el pasado.

A ese respecto les podría hablar de la Historia de las dos ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, de los siglos que España ha estado midiéndose en toda esa zona norte de África con su enemigo secular habitualmente conocido como “el turco” o más comúnmente como “los moros”. Historia de salvajes compartida con Italia, Francia, Gran Bretaña y, al filo del año 1900, con el II Reich alemán.

Yendo por ese camino les puedo recomendar algún que otro libro y alguna que otra película para que se pongan en antecedentes de lo que ahora está pasando por allí.

Respecto a libros es muy oportuno el que José Montes Ramos dedicó al largo asedio sostenido por El Majzén -es decir, el imperio “gerente” del Imperio Otomano en el actual Marruecos- contra la plaza de Ceuta entre 1694 y 1727, en tiempos de Carlos II Habsburgo y de Felipe V, el antecesor del, al parecer, ya casi inminente Felipe VI. Una empresa militar que afianzó una de las cabezas de puente que España tenía en el Norte de África mientras otras potencias debían renunciar a las suyas. Tal y como le ocurrió a Inglaterra con Tánger, plaza fuerte que a mi simpático tocayo coronado, Carlos II Estuardo, le había caído en suerte gracias a su matrimonio de conveniencia con una princesa de la casa Braganza de Portugal.

Con ese libro de José Montes Ramos se darán cuenta, al menos, del empeño que España ha puesto, durante siglos, en no perder esas dos posesiones africanas. Las únicas que le han quedado hasta ahora y que, desde luego, la supuesta invasión de unos centenares de africanos, lógicamente desesperados, es nada si la comparamos con un asedio en toda regla que dura hasta 1727.

De películas les recomendaría una firmada por John Milius titulada “El viento y el león”. Para quienes no la hayan visto -y no sé si serán muchos- esta película, protagonizada por Candice Bergen y Sean Connery, cuenta de una manera bastante espectacular -aunque reduccionista para el público español- los últimos días de El Majzén a comienzos del siglo XX, cuando las potencias europeas se lo están repartiendo. Como la película es anglosajona, el principal protagonismo se reserva para los americanos y los alemanes, quedando españoles y franceses en un muy segundo plano a pesar de que su papel en todo aquel asunto fue mucho mayor.

Así es: entre 1900 y 1905 España logrará todo el Protectorado de la mitad del actual Marruecos, consolidando sus posesiones hasta Tarfaya, el Sahara, Río Muni, etc… Gestión, por cierto, llevada a cabo de manera magistral por un diplomático de origen donostiarra: Fermín Lasala y Collado, duque de Mandas, cuya vida fue, casualmente, el tema de mi tesis doctoral, a la que también -no me lo tomen a mal- les remito para que se hagan luz sobre toda esta Historia de la valla asaltada.

Dicho todo esto tal vez es hora de volver al presente, a ese presente casi futuro del que trataba Marc Bloch en su artículo sobre H. G. Wells y del que ya les he hablado.

Eso me lleva a recomendarles, como materia de reflexión, otra película. Se titula “Elysium” y fue estrenada este año pasado. Se supone que la acción se desarrolla en el año 2154. Los principales escenarios son un Los Ángeles muy parecido al actual Mogadiscio, lleno de inmigrantes de origen latino y de blancos pobres como el que interpreta Matt Damon, principal protagonista de la película, que viven en polvorientas favelas bastante similares a los escenarios de miseria de los que, se supone, huyen quienes asaltan la valla que ahora se quiere hacer inasaltable.

Nos dice el narrador omnisciente de la película que esa, más o menos, es la misma situación en toda la Tierra, superpoblada, agotada, convertida en una inmensa y global versión de eso que llamamos ahora “Tercer Mundo”.

Y así las cosas, ¿dónde están los que podrían ser el “Primer Mundo”?. ¿No existe tal cosa, no hay ni siquiera unos pocos afortunados que hayan escapado a esa debacle social y económica?. Pues sí, el que puede se ha largado a Elysium, una exclusiva estación espacial donde se ha reproducido una tierra a escala de la que se ha eliminado todo mal, como en los Campos Elíseos que dan nombre a esa estación. Sus habitantes viven en casas de lujo, rodeados de bosques y verdes praderas y cursos de aguas limpias, disponen de asistencia médica que alarga su vida prácticamente sine die, etc…

Ese paraíso artificial, sin embargo, también se ve asaltado por los excluidos del mismo. En este caso los empobrecidos terrestres, que tratan de llegar a él y a todos sus beneficios por medio de una especie de pateras espaciales. El tratamiento que se les dispensa va desde la dureza expeditiva de la ministra de Elysium encargada de esos asuntos, interpretada por una cruel Jodie Foster, hasta los remilgos santurrones del resto del gobierno de Elysium, que considera legítimo explotar a los pauperizados terráqueos pero no disparar sobre ellos cuando tratan de entrar ilegalmente en Elysium.

La película es dura, se lo advierto, más que otro clásico del género como “Cuando el destino nos alcance”, que también trata ese mismo tema. Sin embargo, quizás saquen de ella una catarsis que les permita extraer conclusiones validas sobre lo que ahora está ocurriendo en la valla de Melilla. Como se ve en “Elysium”, ese problema no se arreglará ni con más medidas disuasorias -más o menos contundentes, con más o menos muertos- ni con santurronería sobre respetar derechos humanos que acaban por no respetar el más elemental de todos. A saber, el derecho a una vida digna en el país de nacimiento sin necesidad de buscarla en otro supuestamente más afortunado.

Y es que, como ya dijo otro “padre” de la ciencia-ficción, Jack London, en “El talón de hierro”, nadie estará seguro hasta que todos estemos seguros. Y eso no se consigue ni repartiendo miseria ni con una valla con la malla más estrecha. De verdad que no, no hay proceso histórico, se lo aseguro, que haya acabado bien basado en semejantes premisas. El historiador poco más puede decir, salvo que, como aseguraba Marc Bloch hablando de H. G. Wells, a veces esa ciencia literaria del futuro que él o Jack London practicaron con asiduidad, cuando está bien manufacturada -como ocurre en los casos hasta aquí citados-, explica muchas cosas sobre el presente y sobre un pasado que se nos vuelve a echar encima.

Piensen en todo ello cada vez que les hablen de nuevos asaltos a una valla que, al fin, nada detendrá.

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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