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Carlos Rilova

El correo de la historia

Por fin es 28 de junio. Reflexiones sobre el centenario de la Primera Guerra Mundial (1914-2014)

 

Por Carlos Rilova Jericó

Quienes leen habitualmente este correo de la Historia ya saben que no es la primera vez que hablo de la Primera Guerra Mundial, o, como la empezaron a llamar hace cien años, la “Gran Guerra”.

El primer artículo de esta ya larga serie de correos de la Historia, escrito a finales de la primavera de 2012, trataba de ese tema. En este año de 2014 ya he hablado al menos tres veces del asunto de ese centenario 1914-2014, siempre recordando el asombro que produce el que la llamada “industria cultural” no haya podido esperar a poner en el mercado sus productos sobre la “Gran Guerra” hasta después de este último sábado, que es cuando propiamente podría decirse que llegábamos al centenario exacto de la Primera Guerra Mundial, al cumplirse los cien años, también exactos, del atentado de Sarajevo.

Bueno, en cualquier caso, sea como sea, hoy, lunes 30 de junio de 2014, ya se ha cumplido ese centenario redondo y surge una inevitable pregunta, tras meses de hablar sobre el asunto: y ahora ¿de qué hablamos?.

Pues yo, personalmente, quisiera hablarles del número extra de la revista “J´ai vu…”. Una de las muchas que surgieron al calor de aquella “Gran Guerra”, inundando el mercado cultural de los beligerantes del mismo modo, o casi, que hoy inundan el nuestro libros, artículos en prensa, documentales, cómics y películas sobre ese asunto.

La revista estaba íntegramente dedicada a hablar de testimonios de esa “Gran Guerra”, apenas iniciada cuando salió este número extra. No era como, por ejemplo, “L´Illustration” que, aún dando mucha cabida en sus páginas a ese conflicto, seguía informando, aunque fuera tangencialmente, de otras actualidades.

Este número extra del “J´ai vu…” es especialmente valioso porque recoge, de manera consciente, una reflexión sobre los que considera son los tres primeros meses de lo que ahora llamamos “Primera Guerra Mundial”. Ya ahí nos estaba dando un dato valioso esa revista que ahora es, simplemente, un documento histórico que nos ayuda a reconstruir esa Primera Guerra Mundial de la que tanto se ha hablado en los últimos seis meses.

En efecto, la revista nos dice que esa guerra, en sí, no empezó el 28 de junio de 1914 con la muerte del archiduque austriaco Francisco Fernando de Habsburgo, sino, como pronto, entre finales de agosto y principios de noviembre de ese año.

E. Wetterlé, que escribe el artículo inicial de este número especial de “J´ai vu…”, hace unas reflexiones muy interesantes al respecto que nos dibujan, además, el estado de ánimo que podía haber en una de las principales potencias implicadas en la guerra -Francia- en esos momentos.

Wetterlé empezaba lanzando la pregunta de qué habían sido realmente los tres primeros meses de la guerra. Él creía que era algo de lo que ya apenas se acordaba nadie, especialmente de un curioso proceso que describe como el paso de una confianza absoluta en que no habría guerra a la sorpresa y la angustia durante los últimos días de julio y la última semana de agosto de 1914.

En esos momentos, dice Wetterlé lanzando otra pregunta retórica, la guerra era algo que nadie creía, asómbrense, ¡posible!…

En medio de ese estado de ánimo, siempre según Wetterlé, surgió una serie de acontecimientos que hicieron inevitable esa guerra inesperada. El primero de ellos, el atentado de Sarajevo que él describe más exactamente como “el asesinato de Sarajevo”.

Tras este hecho llegará la nota conminatoria de Austria a Serbia, la presión de Rusia y Francia para hacer aceptar al rey Pedro I de Serbia el ultimátum austriaco, la amenaza alemana, la movilización parcial del Ejército ruso, la declaración de guerra alemana al imperio del Zar, las última tentativas de Inglaterra a favor de la paz, las primeras noticias falsas de la agencia Wolff anunciando que el ejército francés había traspasado ya la frontera, el decreto de movilización general, la declaración de guerra a Francia, la violación de la neutralidad belga por las tropas alemanas, la intervención del Reino Unido y la declaración de neutralidad italiana.

Así resume Wetterlé, aquel periodista de hace cien años, el proceso que desde finales de julio de 1914 lleva a una guerra inevitable. Dice que fueron hechos que se sucedieron con una rapidez vertiginosa y que el drama había comenzado antes de que los aliados se hubieran podido recuperar de la primera sorpresa, causada por el desbordamiento de los hechos a partir del 28 de junio de 1914.

Y eso fue todo. Así comenzaron a tronar los que nuestra colega historiadora Barbara W. Tuchman llamó “los cañones de agosto”. Los que ya no dejaron de hacerlo hasta 1918.

De lo que ocurrió en Sarajevo, esa ciudad que los redactores del “J´ai vu…”  llamaban “Serajevo”, no se decía mucho más en ese número especial de esa revista aparte de, como hemos visto, considerarlo ya desde ese momento, el hecho que desencadenó esa serie de acontecimientos que culminaron con el estallido de la “Gran Guerra”.

Sólo se incluía un gran reportaje gráfico del que les ofrezco una pequeña muestra en las ilustraciones de este nuevo correo de la Historia.

Estaba en la página 3 de la publicación. Allí se veía al archiduque Francisco, a su mujer, la duquesa de Hohenberg, que, como dice el “J´ai vu…”, también cae bajo las balas de Gavrilo Prinzip -escrito así, con “z”, pese a que hoy la forma más usada es con “c”-, a sus hijos y a su hija y algunas otras fotos dispuestas en una composición muy “Belle Époque”, en la que destaca el brutal contraste gráfico entre las fotos de familia del archiduque arriba y abajo las de la detención de Princip y de algunos otros sospechosos de haber colaborado en el asunto.

En ese contraste se puede apreciar el cataclismo que estalla el 28 de junio de 1914 y que iba a borrar, de un plumazo, en cuatro años más, aquel alambicado universo tan seguro de sí mismo. El de la Europa positivista de la segunda mitad del siglo XIX, que, en un sangriento psicoanálisis, iba a descubrir bajo aquel engominado y encorsetado mundo, perfectamente representado por la foto de familia del archiduque, a la bestia que dormía bajo aquellos europeos dominadores de la Ciencia y el Arte, autonombrados tutores de pueblos supuestamente por civilizar a los que también llevaron a esa carnicería. Todo eso y, además, que, como decía Robert Mitchum en “Anzio”, una película sobre la segunda edición de aquella “Gran Guerra”, el hombre mata porque le gusta matar. Sin importar cuántas torres Eiffel haya erigido o cuántos tratados sobre Lógica o Química haya escrito.

Puestos a recordar el centenario de aquella “Gran Guerra” como ahora parece que lo estamos haciendo, tal vez esa sea una de las mejores reflexiones -aunque no la única- que podemos hacer mientras miramos, alternativamente, la foto de la detención de Princip y la de la familia del archiduque Francisco Fernando, cuya muerte prendió la mecha de aquella catarsis colectiva guarnecida por millones de muertos producidos por los últimos avances científicos de los ochenta años anteriores a 1914.

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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