>

Blogs

Carlos Rilova

El correo de la historia

¿Quién se sentaba más alto? De la reina de Inglaterra, la duquesa de Alba, la Historia y los mitos

 

Por Carlos Rilova Jericó

Esta semana la temática de este artículo viene fuertemente mediatizada por el fallecimiento de la última duquesa de Alba, Cayetana Fitz-James Stuart.

No descubro nada nuevo si les digo que ha sido una persona con un impacto mediático considerable que, naturalmente, la ha convertido en un personaje popular, cotidiano. Incluso para los que no siguen la llamada “prensa rosa”. Todo gracias a esas páginas de papel couché en las que ha reinado de manera absoluta durante décadas.

Eso ha llevado a que su muerte haya tenido un impacto mediático similar. Ocupando hasta un cuarto de hora en informativos como los telediarios de mediodía que, como sabemos, duran tan sólo treinta minutos.

En esos espacios informativos se ha aludido al alto rango nobiliario de la fallecida y se ha traído a colación, una vez más, que éste la ponía en cuestiones de protocolo por encima del rey de España y de la reina de Inglaterra.

Es esta, quizás, una buena ocasión -aunque una muerte no suele ser, casi nunca, buena ocasión para nada- de hablar un poco del origen, de la Historia verdadera, no del mito o la leyenda urbana, que hay detrás de esa afirmación.

Pero, vamos con esta cuestión, sin más preámbulo.

En un documentado artículo, publicado por Mari Luz Peinado en el área de blogs del diario “El País” el día 20, ya se dejaba muy claro, echando mano de expertos en protocolo y de las palabras de la propia Cayetana de Alba, que eso de su supuesta preeminencia ante la reina británica era una mera leyenda urbana.

En efecto, para la Historia no cabe duda, ni legal, ni histórica, ni de ningún tipo, de que la desaparecida duquesa de Alba podía estar cubierta en presencia del rey de España. Principalmente porque era grande de España. Por lo tanto familia -siquiera en términos legales- del monarca. De hecho, su igual en grado de nobleza. Algo que se simbolizaba permitiendo a dichos grandes permanecer cubiertos ante el rey mientras la nobleza menor se descubría en  señal de homenaje al rey.

El profesor José Antonio Maravall ya dejó todas estas cuestiones perfectamente explicadas -en cantidad y calidad- en su estudio “Honor, poder y élites en el siglo XVII”, fundamental para cualquiera que quiera entender la Historia de España desde esa fecha hasta la actualidad.

Sin embargo, eso de que la reina de Inglaterra -de hecho de toda Gran Bretaña- quedase por debajo de la duquesa de Alba en actos públicos, es insostenible. Y más si echamos mano de la Historia para corroborar o desmentir ese burdo rumor que corre por ahí.

Lo podemos comprobar remontándonos al siglo XVII.

En esas fechas Gran Bretaña distaba mucho de ser la nación pacífica y prospera que hoy conocemos.

De hecho, desde el año 1642 en adelante fue un hervidero de luchas intestinas en las que la Religión se mezclaba con la Política y dio lugar a cruentas guerras civiles que arrasaron el país durante una década.

Como seguro que ya han visto la película “Cromwell”, donde se cuenta -aunque sea de manera sesgada- todo eso, no me extiendo más. Sólo diré que el objetivo era quitar de enmedio a la dinastía de los Estuardo -o Stewart, o Stuart… en su forma original- si no se avenían a gobernar con el consentimiento del Parlamento y admitiendo que esa institución los controlase, abortando así la creación de un estado centralizado y absolutista como los que en esas fechas se ensayaban -con mejor o peor fortuna- en Francia, sobre todo, y en España.

Los Estuardo, o Stuart, fueron así zarandeados desde 1642. Participaron en formidables batallas, se les ejecutó y conocieron el amargo pan del exilio en las cortes española y francesa que, hasta 1660, jugaron con ellos utilizándolos en el turbio tablero de la Alta Política por el dominio del continente europeo y del Mundo.

En ese año el hijo del ejecutado rey Carlos I Estuardo, que reinará como Carlos II, logra sentarse de nuevo en el trono de Londres y permanecer en él durante toda una vida de lujo y excesos con los que aquel divertido monarca -hoy hubiera sido un habitual de la “prensa rosa” en calidad de eso que llaman “playboy”- trató de resarcirse de sus amargos años de exilio en la corte francesa. Esa de la que se trajo la moda a lo Luis XIV, el lujo, el esplendor y algunos conatos de aquel Absolutismo que llevó al cadalso a su padre.

Sin embargo, como molestó poco al Parlamento, murió en la cama. No le ocurrió otro tanto a su sucesor. Su hermano, que reinará como James II o, para nosotros, Jacobo II Estuardo. Él y casi toda su prole acabarán de nuevo en el exilio por provocar a la burguesía protestante que desde los tiempos de Enrique VIII, y más aún desde los de la revolución de 1642, controla Economía y Política en Inglaterra.

El afán de Jacobo por acentuar el Absolutismo monárquico a la francesa y rehabilitar el Catolicismo del que él era practicante público y devoto, traerán en 1688 la llamada “Revolución gloriosa”, que coloca en el trono inglés y, de hecho, en el de Escocia, a Guillermo de Orange. El estatúder holandés casado con una de las hijas de Jacobo que está dispuesta a respetar el statu quo de la burguesía inglesa antiabsolutista y protestante.

Jacobo tendrá que huir a Francia, donde se quedará, como se suele decir, para los restos. Él y sus hijos, que harán carrera primero allí y, a partir de 1700, en España. Cuando esa potencia entra en el conglomerado Borbón y francés tras la muerte de Carlos II de Austria -no confundir con el vivaz Carlos II Estuardo del que ya he hablado- y Madrid abandona a Londres a su suerte frente a los designios imperialistas de Luis XIV.

Es así, de ese grupo de reyes exiliados, deslegitimados en Inglaterra, de esos hijos de Jacobo Estuardo -en inglés James Stuart…-, de donde provienen los antepasados de Cayetana de Alba Fitz-James Stuart

Con esos antecedentes históricos es muy dudoso, creánlo o no, que Isabel II, reina descendiente de los triunfadores del golpe de estado, de la revolución, de 1688 en Inglaterra, tuviera razón alguna para ceder terreno en ningún acto público a la duquesa de Alba.

Hubiera sido tanto como reconocer que su trono, su derecho a él, era menor, menos legítimo que el que podían reclamar los hijos, los herederos, de Jacobo Estuardo. Ese James Stuart que, como ya se habrán dado cuenta en estos días, sigue dando apellido a los  duques de Alba. Desde hace 300 años.

Así pues, a pesar de las buenas relaciones existentes entre la fallecida duquesa y dicha reina, desde que la visitaba, de niña, en Palacio en calidad  de  hija del embajador español en Londres, rendir alguna clase de pleitesía a Cayetana de Alba es más, mucho más, de lo que Isabel II de Inglaterra podría  hacer jamás. Esa pleitesía sería tanto como reconocer que lo que pasó en  Inglaterra en 1688 fue un acto de bandidaje dinástico a gran escala, una  usurpación del trono inglés a los Estuardo, a los Stuart, a los Fitz-James Stuart, a los hijos de aquel James Stuart -o Jacobo Estuardo- que debe huir de  Londres en 1688 ante los ancestros de Isabel II de Inglaterra…

La Historia es así de cruel y así de cierta. A diferencia de las leyendas urbanas.

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


noviembre 2014
MTWTFSS
     12
3456789
10111213141516
17181920212223
24252627282930