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Carlos Rilova

El correo de la historia

¿Arde Berlín?. Notas sobre la muerte de Adolf Hitler y un reciente libro de Eric Frattini. Del 30 de abril de 1945 al 30 de abril de 2015

Por Carlos Rilova Jericó

Este jueves día 30 habrá una efeméride importante. Se trata del 70 aniversario de la muerte de Hitler. Un hecho que, desde ese día del año 1945, se da por cierto y raras veces se ha cuestionado.

Al menos de un modo tan serio como lo acaba de hacer Eric Frattini, un periodista especializado en temas que bordean lo que podríamos llamar el filo del misterio, en un libro que cuestiona la versión aceptada y extendida de la muerte de Adolf Hitler tal y como la hemos visto en muchas películas. Algunas tan recientes y magistrales como “El hundimiento”.

Es decir, con el Monstruo encerrado con sus monstruos subalternos -Goebbels y familia, Bormann…-  en el famoso búnker de la Cancillería, en un Berlín arrasado, machacado, casi centímetro a centímetro, por la Artillería aliada desde el Oeste y desde el Este por unas hordas soviéticas frenéticas y no menos vengativas.

Frattini duda de que tal versión, por extendida que esté, sea la correcta. Y abre la caja de los truenos históricos. Y no lo hace mal. Su libro no es otro libro más de teorías esotérico-festivas -por así llamarlas- sobre el Nazismo que, como saben, los hay a decenas.

No, el libro de Frattini parte de una rigurosa documentación y de una refutación razonada, o que por lo menos parece razonable, de todo lo que se ha ido dando como certezas desde el 30 de abril de 1945.

Para empezar nos informa de que un colega historiador muy respetado por la profesión en general, Hugh Trevor-Roper, fue el autor de esa versión pero más en calidad de funcionario de Exteriores británico -que era su trabajo en 1945- que en calidad del historiador que escribió más adelante magníficas páginas de la Historia cultural y social de Europa.

Así es, Frattini da una serie de argumentos en los que cuestiona la veracidad de la versión de Trevor-Roper, denunciándola como una tranquilizadora mistificación, destinada a dar por zanjado el asunto del III Reich, sin que quedase la inquietante impresión de que se había llegado hasta el corazón de aquel Imperio del Mal, se había reducido a cenizas su capital, Berlín, y aún así el principal culpable había logrado burlar el cerco, escapando lejos del alcance de la mano justiciera de los aliados que ya para entonces se llaman Naciones Unidas.

A ese respecto Frattini no deja pasar ocasión de recordar un sonado patinazo de Trevor-Roper. Concretamente el de los falsos diarios de Hitler que se quiso hacer pasar por verdaderos en 1983 y en los que casi se presentaba a Hitler, como decía un chiste gráfico de la época,  como una víctima del Nazismo.

Pero aparte de ese directo al hígado de historiador de Trevor-Roper, que, a decir verdad, se retractó bien pronto de sus primeras apresuradas palabras sobre la posible autenticidad de los “diarios” de Hitler, Frattini aporta cosas más sustanciosas. Como un largo cortejo de documentos de los aliados, desde Estados Unidos hasta la Unión Soviética, en los que se duda de que Hitler esté muerto. De hecho, en esos documentos se reconoce, tarde o temprano, que no han visto ningún cadáver que corrobore la muerte de Hitler por suicidio en compañía de Eva Braun.

Ciertamente que Stalin dudase desde el principio de que Hitler no había muerto no es un argumento muy sólido ni dice mucho en favor de la teoría de Frattini, que repite varias veces ese aserto para reforzar el conjunto de su obra. Más que nada porque Stalin era un individuo peligrosamente paranoico, como experimentaron en sus carnes miles de rusos desde que él accedió al poder y desató una moderna versión de las cazas de brujas en las que todo el mundo era, al menos potencialmente, culpable de algo. Por si acaso…

Un estilo de gobernar que según las versiones históricas más sólidas el camarada Stalin mantuvo hasta el fin, rodeado de una difusa aureola de terror que, dicen, llevaba a muchos moscovitas a evitar, incluso, la acera de la calle en la que vivía Lavrenti Beria. La mano ejecutora -en su calidad de jefe de la Policía política soviética- de los delirios paranoides de Josif Stalin.

Hecha esta advertencia sobre los puntos en los que el terreno que Frattini pisa parece tan poco sólido como los “diarios” de Hitler que engañaron a Trevor-Roper, hay que reconocer, sin embargo, que este 30 de abril es un buen momento para fijar la vista en el libro de Frattini. Siquiera sólo sea por la cantidad de documentos que aporta en los que se da más de un indicio acerca de una posible escapada in extremis de Hitler y Eva Braun con previsible fin en la Argentina de Perón bajo nombre supuesto (conviene, aún así, no olvidar, aunque Frattini no subraye el hecho, que ese país, aún a regañadientes y jugando a dos barajas, había declarado la guerra a Alemania como la mayor parte de Sudamérica).

La tesis de Frattini no deja de ser sugestiva y parece bien trabada y respaldada por documentos.

Justo es, pues, darle al menos una oportunidad. Los “diarios” falsos de Hitler la tuvieron y, por otra parte, Eric Frattini es uno de los pocos seres humanos razonablemente cuerdos e informados -Stalin no cuenta, o no debería contar demasiado- que se ha atrevido a decir en serio lo que muchos han dicho en broma desde el 30 de abril en 1945.

La lista es larga: Robert Graves en “Siete Días en Nueva Creta” imaginaba a un historiador del Futuro lejano diciendo que Hitler se había ocultado en un palacio subterráneo hasta poder salir seguro de él y, a traición, fundar su IV Reich, en los setenta y ochenta del siglo pasado los Monty Python lo imaginaron, a Hitler, intentando hacerse pasar por un buen inglés en la mismísima Inglaterra, al igual que el famoso programa de marionetas “Spitting Image” en el que una acaramelada Margaret Thatcher se apoyaba en el hombro de un Adolf Hitler ya octogenario, que la aleccionaba sobre lo que debía hacer y la recompensaba diciéndole que era una “buena chica” y con ella en Downing Street a veces se sentía como si hubiese ganado la guerra en 1940…

Sólo por esa valentía el provocador libro de Eric Frattini sobre la verdadera muerte de Hitler merece, en efecto, unas cuantas horas de atenta lectura este jueves 30 de abril de 2015 y ser tenido en cuenta. Al menos hasta que alguien refute con solidez sus argumentos. Si es que tal cosa es posible…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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