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Carlos Rilova

El correo de la historia

Sombras en la playa “Omaha”. El gesto histórico de un rey y una reina hacia unos republicanos. Un largo camino entre junio de 1944 y junio de 2015

 

Por Carlos Rilova Jericó

Que en España se está colapsando el ahora llamado por algunos politólogos rampantes “régimen del 78”, es algo que parece obvio. Hasta para mentes muy espesas, de esas que tanto abundan, por desgracia, en España.

Síntomas de ese colapso empiezan a aparecer por doquier. Desde libros demoledores firmados por autores que no tienen nada de revolucionarios -más bien todo lo contrario- como el polémico Hermann Tertsch o César Vidal, representantes de una Derecha española más bien montaraz, hasta lo más evidente: la irrupción en la escena política -y en los resultados electorales- de nuevos partidos o movimientos políticos -Ciudadanos, Podemos…- que, con muy distintas maneras, dicen venir dispuestos a barrer una vieja política que, con la Gran Depresión de 2007, se está derrumbando poco a poco, como vemos a cada nueva elección que se convoca en España.  

Los gestos empiezan a precipitarse, de hecho. En menos de un año he visto cosas que jamás hubiera pensado llegarían a tener lugar. Naturalmente están relacionadas con la salida en falso que ese llamado “régimen del 78” hizo con respecto a cuestiones relacionadas con nuestra Historia. De ahí sale este artículo. Veamos, pues, la cosa con más detalle.

En más de un correo de la Historia anterior a éste, tuve ocasión de criticar el manejo que se había hecho de una de las más altas autoridades del estado establecido en 1978 -me refiero, en este caso, a la Monarquía- cuando se acudió a determinadas efemérides históricas que se celebraban el año pasado. Por ejemplo, la del centenario del comienzo de la Primera Guerra Mundial, en el verano de 2014.

El nuevo rey de España estuvo en los actos de esa conmemoración, sin embargo, no lo estuvo en los actos que, en fechas muy próximas a esa, conmemoraban el desembarco de las tropas aliadas en las cinco playas de Normandía -por sus nombres clave: Omaha, Juno, Gold, Sword y Utah- que en el famoso Día-D iban a empezar a escribir el principio del fin de una de las dictaduras más terribles que la Humanidad ha conocido.

Algo, esa presencia de Felipe VI en los actos conmemorativos de la Primera Guerra Mundial y la ausencia en los de la Segunda, bastante difícil de explicar ni siquiera en el más estólido telediario al servicio de la casta más vil. Esa a la que aluden mucho últimamente los ya aludidos politólogos rampantes.

En efecto, oí en televisión hace un año bastantes malabarismos en torno a que se iba en esos actos a poner flores en memoria de las víctimas de la Primera Guerra Mundial porque España, a pesar de haber sido neutral, había jugado un papel en esos hechos en esa calidad  de potencia neutral. (Y tanto, y quien quiera saber más que empiece por leer la magnífica novela de Eduardo Mendoza “La verdad sobre el caso Savolta”).

De lo que no se oyó mucho fue de que, faltando a toda lógica, las más altas instituciones del estado -ministros, presidentes del Congreso, Jefe del Estado…- estuvieran ausentes de las conmemoraciones por el 70 aniversario del desembarco de Normandía cuando en el mismo había habido, en las sucesivas oleadas desde el Día-D, un número notable de combatientes españoles integrados en las fuerzas británicas y francesas.

Eso me dio ocasión para despacharme a gusto como tengo por -mala- costumbre señalando que, una vez más, se veía así que en la España del régimen del 78 fallaba lo que yo suelo llamar digestión histórica, que en ese país ha sido extraordinariamente ardua y no parece haber concluido todavía. Ni mucho menos.

Hoy parece, sin embargo, que a causa del desplome, derrumbe o lo que finalmente sea, de ese régimen del 78, estamos más cerca de completar ese proceso, de empezar a reconciliarnos para sentar las bases de otro pacto político que, esperemos, sea más sólido, estable, prospero y duradero (y ya puestos a pedir, menos autocomplaciente, sin convertir en dogma que los 30 y pico años posteriores al año 1978 han sido lo mejor que le ha pasado a España).

En efecto, el nuevo rey de España, Felipe VI, y la reina Letizia, han tenido un extraordinario gesto durante una visita de Estado a Francia que, probablemente, entrará en los libros de Historia como el momento en el que España, en medio de una atroz crisis política y económica, en lugar de hundirse en el marasmo como pudo ocurrir en el año 1936, trata de remontar el vuelo, estrechando lazos con la Unión Europea, con su “núcleo duro” más constructivo -léase Francia- y saldando viejas cuentas, con gestos de una gran altura de miras política. Como lo es, sin duda, que un rey y una reina -españoles- reconozcan que los exiliados de 1939 integrados en las fuerzas francesas o británicas eran, ante todo, españoles que luchaban por restaurar el sistema democrático en el que, se supone, vivimos en España desde el hoy tan traído y llevado 1978 y del que esa institución que ellos representan, la Corona, es legalmente parte según la constitución de ese año.

Una interesante travesía política llena de mucha generosidad, que es justo y debido reconocer, ya que la Guerra Civil de la que salieron esos combatientes no fue un episodio histórico en el que hubiera mucho de lo que sentirse orgulloso. Conviene no olvidar, por ejemplo, que muchos españoles que aún viven -y sus descendientes- recuerdan, perfectamente, que bajo la bandera republicana se cometieron atrocidades en España cuando menos entre 1936 y 1937.

Por ejemplo con “sacas” de prisioneros ejecutados sin juicio previo, elementos incontrolados que daban “paseos” al “enemigo de clase”, “checas” en las que se torturó y asesinó a ese mismo “enemigo”, etc… y que otra porción no desdeñable de los exiliados españoles combatió bajo la bandera de la dictadura estalinista, aliada de circunstancias de democracias como Gran Bretaña y Francia.   

Por supuesto con esto no bastará, veremos cuál es el veredicto de una urnas llenas de ira en noviembre de 2015, pero no podrá regatearse a la Corona española que ha hecho un gesto más que considerable por superar traumas históricos que, lentamente, han ido corroyendo la arquitectura política de una sociedad que se ha basado, cada vez más y más, en la exclusión, en el clientelismo, en el derroche de recursos humanos y económicos.

Ahora mismo hay en España otros muchos miles de exiliados -muchas veces con una alta cualificación- que, sin guerra civil de por medio, salen a manadas del país sencillamente porque en España es realmente difícil vivir ejerciendo profesiones como las suyas que, por cierto, son las que necesita un país para tener una economía realmente desarrollada.

Ahora mismo hay en España un estado de corrupción generalizada basada en turbios compadreos y amiguismos -pagados con precios que van desde maletines llenos de dinero hasta puestos de trabajo- que excluyen a un alto porcentaje de la población que no tiene, en efecto, más remedio que o aguantar en unas condiciones cada vez más precarias -la electricidad más cara de Europa o casi, con salarios cada vez más bajos y cosas por el estilo- o coger el camino a Europa o a América.

Ahora mismo hay en España demasiados recuerdos de los tiempos del Caciquismo que para el resto del Mundo ya han quedado atrás a lo largo del siglo XX y que aquí parecen pegarse como el napalm a la estructura del estado y de, en general, todos los aspectos de la vida pública.

Naturalmente un rey y una reina que reinan pero no gobiernan poco podrán hacer en esto, salvo dar un buen ejemplo. Como lo han hecho reconociendo el mérito de compatriotas que, por encima de diferencias de opinión sobre la forma de estado (Monarquía o República), luchaban por un régimen basado en la democracia parlamentaria y constitucional. Sin duda un buen comienzo que, esperemos, nos lleve a buen fin. Por el bien de todos, del rey y la reina a abajo, por la salud política de la Unión Europea, etc., etc…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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