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Carlos Rilova

El correo de la historia

La cita en Samarra de Miguel de la Quadra-Salcedo. Historia, Televisión y otras aventuras (1932-2016)

Por Carlos Rilova Jericó

De un cuento árabe tradicional: En la ciudad de Bagdad un criado del Califa llamado Abdul acudió agitado a su amo y le dijo: “señor, he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho un gesto de amenaza. Dame permiso para huir e ir a casa de mi padre en Samarra”. El Califa, conmocionado, dejó marchar a Abdul pero como apreciaba grandemente a este criado, se irritó y acudió al mercado a averiguar lo ocurrido. Allí se encaró con la Muerte y le reprochó que hubiera hecho gestos de amenaza a su criado, obligándole a huir. La Muerte, muy sorprendida, respondió al Califa: “No, no. Te equivocas. No le hice ningún gesto de amenaza. Era un gesto de sorpresa. Lo vi aquí, en Bagdad, y me sorprendió mucho, porque esta misma noche tenía una cita con él en la ciudad de Samarra”…

Este relato que ha conocido diversas versiones en la Literatura sufí árabe y en la talmúdica desde por lo menos el siglo IX después de Cristo, seguramente era bien conocido por Miguel de la Quadra-Salcedo. Un viajero impenitente que visitó ese Oriente del que salió ese relato que nos recuerda, con ciertos toques de ese famoso fatalismo árabe, que hay un día -que todos queremos esté muy lejos- en el que nos encontraremos, como el criado Abdul, con una inevitable cita que, suponemos, nos abrirá la puerta a otro mundo. Uno que, desde el viernes pasado él, Miguel de la Quadra-Salcedo, ya debe estar explorando con el mismo tesón y la voluntad de hierro con la que exploró -en una vida muy bien aprovechada- este mundo por el que, nos dicen, sólo pasamos brevemente.

Para mí Miguel de la Quadra-Salcedo era una presencia a familiar a pesar de que jamás coincidí con él, pero es que crecí viendo una Televisión en la que, por lo general, siempre salía él en algún canal.

Sin embargo, las imágenes producidas por él que mejor recuerdo, a pesar de que las vi hace ya muchos años, décadas enteras, una, dos, tres, cuatro… son las de los documentales que realizó para la gloriosa RTVE de mediados de los años setenta.

Se trataba de documentales -creo recordar bien que rodados aún en blanco y negro- en los que se seguía, paso a paso, por el Amazonas, la ruta que en su día había seguido el conquistador Orellana en la primera mitad del siglo XVI.

Supongo que son cosas así las que llevan a uno a sentarse en ese asiento peligroso de la Tabla Redonda de la vida que es el de la profesión de historiador.

Pero es que era difícil sustraerse al relato que iba narrando Miguel de la Quadra-Salcedo con su característica voz sobre todas las penalidades que tuvo que soportar Orellana descubriendo el Amazonas, levantando mapas en una tierra desconocida para los europeos en aquel año de 1542, o las de Pedro Fernández de Quirós por el Pacífico, o la ruta de Marco Polo.

Ciertamente este hombre, Miguel de la Quadra-Salcedo, que hizo de su vida una aventura, como reportero y otros oficios que a algunos les dieron para hacer “sketchs” humorísticos, hacía revivir a gente como Marco Polo, o como Orellana (ataques de anacondas incluidos), hacía que todo aquello pareciera interesante, digno de ser recordado, estudiado, quitándole cierta capa de caspa y olor a rancio que había acumulado, en España, entre 1939 y 1973.

Puede que, con el tiempo, programas como “A la caza del tesoro” gastasen un poco la imagen de Miguel de la Quadra-Salcedo conseguida con obras maestras como esas series sobre Orellana, Fernández de Quirós, Marco Polo o Amundsen, pero ahora que, tras tener Miguel de la Quadra-Salcedo su inevitable cita en la ciudad de Samarra, se está echando la vista atrás para hacer balance de todo lo que hizo, lo cierto es que en los setenta sus trabajos como reportero y sus documentales de Historia como los dedicados a Fernández de Quirós, a Orellana o a Marco Polo llevaron a mucha altura a la Televisión de la época, convirtiéndola no en algo alienante -como sostenían, no sin razón, las teorías políticas más avanzadas de la época- sino en algo instructivo, edificante.

Yo, por eso, lamento hoy la muerte de Miguel de la Quadra-Salcedo y es también por eso por lo que lo quiero recordar con este homenaje. Porque fue un hombre que supo conservar y mejorar un legado que se podía remontar hasta el siglo XVIII, hasta Sebastián de la Quadra, marqués de Villarías. Noble vizcaíno -muerto precisamente hace 250 años, en 1766- del que descendía su sonoro apellido y que fue, en su tiempo, y a su manera, también todo un aventurero de esos que sólo podía producir un siglo como el XVIII. Uno que participó en guerras e intrigas de alto nivel en las rutilantes cortes europeas del siglo XVIII, dirigiendo la política exterior de España a mediados de esa centuría en guerras como la de la Oreja de Jenkins, en la que se disputa el control de América -la descubierta y colonizada por Orellana y Fernández de Quirós entre otros- y que también, como su lejano descendiente, Miguel de la Quadra-Salcedo, fue protector de instituciones culturales como la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando o la Real Academia de la Historia.

Todo eso, ese patrimonio artístico, cultural, histórico… no sé si por cuestión de genes, del azar, de la tradición familiar, fue, en efecto, mantenido, recogido, incluso aumentado, gracias a la Televisión, por Miguel de la Cuadra-Salcedo y hoy era inevitable recordarlo.

Acaso tan inevitable como la cita en Samarra que, eso es seguro, sorprendió al viejo aventurero que durante años estuvo instruyendo a generaciones enteras de jóvenes sobre su Historia con la, hoy, famosa “Ruta Quetzal”, en el punto justo, negándose a montar sobre un caballo rápido para tratar inútilmente de escapar del mercado de Bagdad.

No podía ser de otro modo porque no me imagino al periodista que reconstruyó, paso a paso, la ruta de Orellana ahora hace cuarenta años, diciendo que no a un nuevo viaje a lo desconocido, a una nueva aventura como la que empezó para él el viernes pasado.

 

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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