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Carlos Rilova

El correo de la historia

“America first?”. Hacer valer la propia Historia. Los guipuzcoanos y la Guerra de Independencia de Estados Unidos (1780-1782)

Por Carlos Rilova Jericó

Lo que voy a contar, muy brevemente, en este nuevo correo de la Historia, no es totalmente original.

Ya hace muchos años, el 18 de marzo de 1993, una historiadora guipuzcoana, la tristemente desaparecida Paloma Miranda de Lage, lo había dejado dicho en uno de los muchos artículos que publicó en prensa. Recordaba ella en ese escrito, en plena Era Clinton, que aquel hubiera sido un buen momento para que el Gobierno Vasco de turno pasase una serie de facturas atrasadas (en sentido literal, no figurado) al presidente estadounidense.

Las facturas concretamente versaban sobre la ayuda dada, por lo que se ve a fondo perdido, a las Provincias Unidas de Norteamérica (finalmente convertidas en los Estados Unidos) para que combatiesen al rey Jorge. El montante era importante. Era el equivalente a bastantes millones de euros en mosquetes, pólvora, balas, piezas de Artillería, mantas, quinina o varas y más varas de paño para fabricar uniformes para un Ejército, el continental de línea bajo mando del general George Washington, que carecía de casi todo.

Paloma Miranda de Lage no descubría con esto tampoco nada nuevo. Había habido estudios históricos anteriores que trataban del asunto. Y también los ha habido posteriores. Por sólo citar algunos ahí estaban los del profesor Yela Utrilla que databan de los años 20 del siglo pasado (pese a ser una temática curiosa para un falangista “camisa vieja” como él), los de Carmen de Reparaz sobre el principal jefe militar español que comandó las tropas destinadas a combatir al lado de las estadounidenses y, ya más cerca de nosotros, el de Julio César Santoyo sobre la embajada de Arthur Lee o los que Begoña y María Jesús Cava Mesa o Natividad Rueda dedicaron al cerebro financiero de esa operación de ayuda a los nacientes Estados Unidos de Norteamérica: la firma bilbaína Gardoqui…

El caso es que, pese a esos notables esfuerzos, este tema, la ayuda española a la independencia de los Estados Unidos, sigue sin tener visibilidad histórica, más allá de esos relativamente modestos y dispersos impulsos. Un dato curioso, para que nos hagamos una idea: en dos siglos en España sólo se han publicado dos novelas históricas sobre este tema, “Gritos de Independencia” y muy recientemente, este mismo año, “Fuego en el Misisipi”. Esto debe de ser alguna clase de récord, pero no me atrevería a decir de qué signo, si positivo o negativo…

En efecto. Yo mismo he tenido ocasión de comprobar la opacidad de esos hechos históricos para un gran público y no digamos ya para un gran público fuera de España.

Ha sido a lo largo de los últimos meses, en los que he dedicado todo el tiempo que he podido a responder una impertinente pregunta que me hacía desde muchos años atrás, desde que allá por 1976 mi padre me recordase que un tal Marqués de La Fayette había pasado por el puerto de Pasajes. Algo que resultaba cuando menos fantástico para la imaginación de un niño, como salido de una de esas películas que echaban por la tele los sábados por la tarde. Como “Corazones indomables” de John Ford.

La pregunta en cuestión era, “¿pero no pasó nada más aquí entre los años 1776 y 1782?”. Yo sabía que era imposible que no hubiese pasado nada más. Por supuesto. Con el tiempo, a medida que subía por la escala que llevaba al título de licenciado y doctor, iba descubriendo indicios. En los archivos. O en libros de Historia como el que Montserrat Garate Ojanguren dedicó a la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas. Ahí se decía que la “Guipuzcoana”, el buque insignia de la economía dieciochesca de esa provincia que tenía en Pasajes su principal puerto, había sufrido duramente esa Guerra de Independencia de Estados Unidos.

En estos últimos meses, como decía, he tenido ocasión de descubrir más detalles que aparecerán publicados en breve en, al menos, dos artículos en sendas revistas científicas del País Vasco.

En efecto, registrando de nuevo los archivos he descubierto, con nombres y apellidos, descendiendo al nivel de la calle, como quiere la Historiografía moderna, a guipuzcoanos que, a centenares, fueron sacrificados a esa Guerra de Independencia de Estados Unidos.

De hecho, en dos años de guerra abierta, los que van de 1780 a 1782, según demostraban -sin género de dudas- los documentos del archivo general guipuzcoano, la Muy Noble y Muy Leal (al rey de España y de las Indias en esas fechas) Provincia, (escarpada, pequeña, escasamente rica en productos agrícolas) había quedado económicamente devastada.

Las heroicidades de los corsarios guipuzcoanos (que incluso tienen una calle dedicada en Donostia) ante la flota británica, habían salido muy caras. Se habían perdido hombres y barcos. Aún así, en ese aspecto a los guipuzcoanos les había ido casi tan bien como a los yankees, que gracias a capitanes hoy elevados a la categoría de mito nacional (como John Paul Jones) se habían anotado notables tantos sobre la Marina mercante y de guerra del rey Jorge.

Peor, desde luego, le había ido a la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas. Sus barcos habían sido reforzados como barcos de guerra (en realidad, en la época todo mercante era un buque armado con mayor o menor potencia de fuego) e incluso tuvieron que costear costosos barcos de escolta como el Nuestra Señora de la Asunción. La aventura se hizo pronto demasiado peligrosa. Esos convoyes de la Guipuzcoana con carga para América del Sur y del Norte, incluso con escolta, eran presa fácil para las distintas flotas de Gran Bretaña.

Pronto las prisiones y los pontones británicos se llenaron de prisioneros guipuzcoanos. Durante mi investigación he averiguado, gracias a las memorias médicas publicadas por doctores como James Carmichael Smyth (médico de Su Majestad Jorge III), que las condiciones de insalubridad en algunos de esos depósitos eran infectas y pronto prendieron en ellos enfermedades epidémicas que dejaron desoladas a poblaciones guipuzcoanas como Pasajes y Rentería. Las mismas en las que, de día en día, se publicaban noticias sobre los vecinos que habían muerto en esas prisiones…

El balance histórico que se saca de ese y otros documentos, es que los guipuzcoanos se sacrificaron a decenas, a centenares, por la causa de la Independencia de Estados Unidos entre 1780 y 1782.

Sería bueno no olvidarlo, cada vez que oigamos ese eslogan de “America first!” tan en boga últimamente. Sin ese esfuerzo de guerra de, entre otros, los hombres -y mujeres- del litoral guipuzcoano, tal cosa, Estados Unidos, “America”, jamás habría llegado a existir.

A ese respecto bienvenidas sean iniciativas como convertir a Pasajes -como es obligado y ha hecho el Departamento de Cultura de la Diputación guipuzcoana- en una escala de los viajes de la réplica de la Hermione -la fragata que llevó al marqués de La Fayette a Estados Unidos- dando continuidad a una iniciativa lanzada en esa localidad hace dos años, pero, obviamente, se va a necesitar algo más.

Es nuestro deber hacer valer nuestra propia Historia, o resignarnos a no valer nada, a resistir con la mirada baja eslóganes como ese de “America first!”. La culpa, una vez más, no será de quien lanza esas arengas, sino de la actitud de quienes son depositarios y herederos de una Historia que tendría mucho que decir a ese respecto. Y debería decirlo y no callarlo, olvidarlo, menospreciarlo…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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