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Carlos Rilova

El correo de la historia

Una Historia española del automóvil eléctrico. (Año 1891)

Por Carlos Rilova Jericó

triciclo-bonet-en-1889-licencia-creative-commonsFue Pablo Picasso quien dijo que la inspiración tenía que encontrarle a uno trabajando. Doy fe de que esta semana ha sido así por lo que respecta a este nuevo correo de la Historia.

La inspiración para él me encontró trabajando. En este caso en un proyecto en el que está implicada la ciudad de Barcelona.

Así, mientras repasaba las “Historias notables de Barcelona” de José María de Mena, encontré algo que me pareció demasiado bueno como para dejarlo pasar de largo. Más ahora, en estas fechas en las que el futuro referéndum de independencia de Cataluña, ha hecho subir más alto (si es que eso era posible) el nivel de cutrez del discurso público sobre esa (todavía, de momento) parte de España.

La aparente anécdota que nos contaba Mena en su ameno libro, se refería al que, para ese autor, sería el primer fabricante de coches español. Un inventor ciertamente precoz que tuvo el desacierto de nacer al Sur de los Pirineos, por lo que su nombre hoy es prácticamente ignorado. Y su historia personal desconocida. O, lo que es casi peor, muy mal conocida. A diferencia de lo que ocurre con Edison (con el que tanto tuvo que ver como inventor, aunque no consta que lo tratase personalmente), Ford, Benz o Daimler.

El personaje en cuestión se llamaba Francisco Bonet Dalmau y, según nos dice Mena, estaba a la altura de todas esas grandes figuras de la Historia del Automovilismo.

Su prototipo, patentado desde fecha tan temprana como el año 1889 (recordemos que Daimler, con el que Bonet Dalmau tuvo relación directa, andaba trabajando en esas mismas fechas, en 1885, con no mucho éxito) consistía en lo que entonces llamaban un vehículo auto-motor alimentado por electricidad. En este caso un eficaz juego de baterías.

El modelo, como Mena insiste en señalar, era verdaderamente original. No una mera copia de una patente extranjera. Y superó a modelos como el del ingeniero escocés Dunlop, que en 1888 había probado un modelo de coche eléctrico pero con muy escasa autonomía. Y eso que las primeras experiencias de vehículos así se habían hecho en su Escocia natal hacia 1832…

Ese defecto, y otros que se podían detectar en otros coches eléctricos, no estaban presentes en el modelo de Bonet Dalmau. Siempre según el libro de Mena…

De hecho, nos dice Mena, de no haber sido porque Estados Unidos descubrió numerosos pozos de petróleo en esas fechas, facilitando la recarga de los motores de explosión, es muy probable que el coche de Bonet Dalmau hubiera sido el modelo dominante en Automoción hasta hoy día.

Sin embargo, según otras versiones, y aunque Mena también lo menciona, parece ser que quien realmente lanzó el primer modelo de coche eléctrico español fabricado con carácter industrial, fue el ingeniero (y oficial artillero) Emilio de la Cuadra y Albiol, nacido en Valencia pero residente en Barcelona. Entre 1898 y 1901 fabricará vehículos automóviles (incluido un autobús) movidos por motores de explosión que, a su vez, movían una dínamo para acumular energía eléctrica en juegos de baterías instalados en el vehículo que, a diferencia de los motores de explosión, que también llegó a fabricar, no tuvieron demasiado éxito…

Todo esto, evidentemente muchos años antes de que oyéramos siquiera mencionar la palabra “Prius” o “coche híbrido”.

Lo curioso de todo este asunto, aparte de saber que, en realidad, la Historia de la Automoción debería empezar a contarse no sólo por Menlo Park y Detroit, o por Alemania, sino también por Barcelona, es el modo en el que Bonet Dalmau o De la Cuadra y Albiol han caído, prácticamente, en el olvido y cómo no se ha investigado más a fondo las divergentes versiones que circulan sobre el fracaso y el éxito de sus ensayos de coches eléctricos. Caso de la que nos ofrece Mena o la “copiapegada”, mil y una veces, en distintos artículos de Internet que se repiten unos a otros como los reflejos en una galería de espejos de parque de atracciones. Algo que hace de todo esto un auténtico galimatías sobre la verdadera eficacia de esos primeros ensayos de coches eléctricos en la España de la “Belle Époque” y cómo valorar, realmente, su alcance.

¿Por qué estamos ante tan singular panorama histórico?. Bueno, no creo que sea precisamente por la chapuza del proyecto vasco de coche eléctrico “Hiriko”, tocado, y lamentablemente hundido, en el año 2013. Si han seguido con asiduidad este correo de la Historia ya sabrán el porqué de ese olvido y de ese deficitario y confuso relato sobre quienes, como Bonet Dalmau y De la Cuadra y Albiol, según parece, intentaron desarrollar con seriedad -aunque con desigual éxito- los coches de explosión, híbridos y eléctricos en la Cataluña del 1900. Parece evidente que el olvido y desvalorización histórica de figuras así provendría de que la España actual, que es quien debería reivindicarlas, es un país bastante atrasado en algunos aspectos.

Uno de ellos -y no el menos importante, desde luego- es el de considerar la Historia un campo de aficionados voluntariosos o de funcionarios de instituciones que, como el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, ya han pasado, en la práctica, a mejor vida -gracias a una desastrosa política económica impuesta, desde 2011, por potencias extranjeras- quedando excluida toda otra opción de alta divulgación histórica que no sea repetir memeces -sacadas de contexto histórico- sobre el Cid, la Armada Invencible y cosas parecidas. Así como hurgar -tan hondo como se pueda- en ensayos fallidos y otras derrotas varias. Aparte de exhibir todos esos fracasos, a bombo y platillo, y con un regodeo sadomasoquista digno de estudio psicológico.

Mañana, que es día de Santiago, el patrón de ese curioso país, quizás sea un buen momento para parar a pensar, en serio, cómo es que hay unos cuantos millones de catalanes que prefieren no ser españoles.

Seguramente una de las razones tenga mucho que ver con este casi total olvido y devaluación histórica de figuras como los pioneros de los coches híbridos y eléctricos: Francisco Bonet Dalmau o Emilio de la Cuadra y Albiol.

Tomen nota del hecho para saber en qué nos hemos equivocado y corregirlo. Posiblemente aún estamos a tiempo de cambiar ese rumbo tan confuso, tan enfermizo…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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