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Carlos Rilova

El correo de la historia

Exhumando nuestra Historia reciente. Sobre dictadores, declaraciones y manifiestos

Por Carlos Rilova Jericó

franco-y-hitler-cordialmente-reunidosMientras escribo estas líneas seguramente ya se habrá procedido a aprobar el decreto-ley que, en breve, acabará exhumando los restos del dictador Francisco Franco Bahamonde del llamado “Valle de los Caídos”.

Toda esta cuestión ha suscitado un agitado mar de fondo político en España en el que, cómo no, la Historia ha sido llamada a colación.

Una de las reacciones más llamativas ha sido la firma de una llamada “Declaración de respeto y desagravio al general Francisco Franco Bahamonde, soldado de España”.

Por si no lo saben esa declaración ha sido promovida por la Asociación de Militares Españoles (AME) y firmada por varios cientos de cargos militares desvinculados, en su mayoría, del Ministerio de Defensa. Es decir, retirados incluso de la reserva y, por tanto, como ellos mismos señalan en ese documento, con pleno derecho para ejercer la llamada Libertad de expresión que las Reales Ordenanzas actualmente en vigor (y desde el año 2009) limitan para los militares en activo y en la reserva.

En conjunto, la declaración de esos antiguos militares pide que se trate con respeto la figura de Francisco Franco Bahamonde en tanto que militar con, según los autores de ese documento, una encomiable hoja de servicios.

Los firmantes de esa declaración de desagravio dejan muy claras sus posiciones políticas. Tanto en ese texto como en intervenciones en diversos programas de Televisión, donde han sido profusamente entrevistados.

En resumen, vienen a decir que los ataques contra la figura de Franco son producto de lo que ellos llaman la izquierda política y, a más y más, de cierta conspiración comunista que no perdona, según uno de los principales firmantes -Manuel Fernández-Monzón Altolaguirre- el hecho de que Franco la derrotase en los campos de batalla.

De ahí, según la AME, vendría todo. Incluida esa desasosegante medida legal destinada a sacar los restos del aludido Francisco Franco Bahamonde del monumento funerario del Valle de los Caídos.

Dicha declaración, basada en tales premisas, apela, como decía, una y otra vez, a la Historia, pero la construye sólo a partir de dos documentos.

Principalmente la hoja de servicios del citado militar -Franco- y los tópicos generados por la propia propaganda de su régimen. Unos que pasan, básicamente, por señalar que el dictador se sublevó contra el Gobierno español en unos momentos en los que -sin esa intervención militar en la vida política española- no sólo la propia España, sino su Historia, serían borradas del mapa como fruto de esa conspiración comunista que el general Fernández-Monzón -y los demás firmantes- sacan a la palestra como verdadero artículo de fe. Insistiendo en que Franco fue un militar brillante y, como tal, y por esa razón, debe ser considerado y honrado por todos los españoles presentes y futuros. Desinteresada -en apariencia- actitud que sería el principal motivo que habría impulsado ese documento de desagravio.

En la marea de declaraciones y contradeclaraciones que ha movido todo este asunto, alguien ha señalado que cuando metes la mano en la Historia para fines como los de exhumar un dictador, ésta, la Historia, te puede morder. A lo que se puede añadir -como vamos a ver- que la Historia también puede morder -y de gravedad- a manos como las que han firmado esa declaración.

En efecto, para empezar la Historia -a ser posible- se escribe con más de un documento y el general Fernández-Monzón debería saber esto, pues es autor de algún libro verdaderamente brillante sobre nuestra Historia reciente.

En el caso que nos ocupa, la hoja de servicios de un militar puede ser ejemplar. Incluso traer valiosa información -lo sé por propia experiencia, especialmente por lo relacionado con las guerras napoleónicas- pero no es un documento categórico, que permita fijar, de una vez y para siempre, quién fue o qué méritos históricos avalan a una determinada figura. En este caso la del general Francisco Franco.

Hay, en efecto, muchos otros documentos, que muestran que Franco podría ser uno de los generales más jóvenes de Europa, pero eso no hace de él ningún genio táctico o estratégico, ni una figura admirable. De hecho, hay muchas más pruebas de que Franco fue un hombre de inteligencia mediocre, más bien roma.

Así, por ejemplo, quienes conocen la Historia económica de la España reciente seguramente ya habrán leído -en más de un libro dedicado a la cuestión- la sorprendente conversación que Franco sostuvo con alguien muy poco sospechoso de estar alineado con la conspiración comunista internacional que (al parecer) persigue al citado general incluso después de muerto, según el también general Fernández-Monzón Altolaguirre. El interlocutor de Franco en dicha conversación era José Calvo Sotelo, cuyo asesinato por guardias de asalto de la República en la noche del 13 al 14 de julio de 1936, detonaría una guerra civil que las fuerzas de la extrema derecha española llevaban fraguando desde hacía meses, casi años…

La conversación en concreto giró en torno a los problemas del patrón-oro y la Gran Depresión. Según Franco, si en lugar de oro en las reservas del Banco de España sólo había piedras, pero nadie lo sabía… fin del problema económico. La respuesta de Calvo Sotelo -en aquel entonces más o menos responsable del asunto- fue algo así como “haga el favor de dejarme en paz”, irritado por la necedad que acababa de espetarle aquel joven general.

Por lo demás, también se podría añadir un factor fundamental: el talento militar de Franco era tan limitado que como consta -tanto de documentos como de numerosos libros de Historia- hubiera sido incapaz de ganar la Guerra Civil de no ser por la masiva ayuda militar enviada en su favor por Benito Mussolini y Adolf Hitler.

Sería muy recomendable que los firmantes de esa declaración de desagravio al citado Franco leyeran, por ejemplo, “¡Alerta los pueblos!”. Obra de estrategia y análisis político de un militar español -ferviente católico por otra parte- y, además, adornado con la virtud de haber sido leal al gobierno electo por las urnas en 1936.

Es decir, el general Vicente Rojo, jefe de las fuerzas armadas leales que demuestra en esa obra -además de su brillantez como estratega- las claves de la derrota del gobierno legítimo. Yendo dichas causas desde la desunión política en las fuerzas leales, hasta la aplastante capacidad militar y potencia de fuego facilitada a los sublevados por los fascistas italianos y los nazis alemanes. La misma que la entreguista Gran Bretaña de Chamberlain, negó al legítimo gobierno español y que hubiera dado la vuelta a la Guerra Civil…

Esa, pues, considerada desde varios documentos y fuentes, sería la escasa medida del supuesto talento militar de Francisco Franco Bahamonde. Hombre, por otra parte, de carácter cínico y mezquino. Como demostraría, por ejemplo, el modo infame en el que se trató al aludido general Vicente Rojo, cuando éste pidió garantías para poder volver a España sin sufrir represalias por haber defendido su juramento de lealtad al gobierno electo.

¿En qué punto exacto nos deja, pues, todo esto? En uno verdaderamente preocupante. La declaración de la AME nos muestra que en la España actual, la de comienzos del siglo XXI, gran parte de su intelligentsia, de sus élites, carecen de verdadera cultura histórica, sustituyendo ésta por un recitado de tópicos donde la propaganda tiene el mismo valor que un documento histórico.

Todo esto nos muestra también un país que, desgraciadamente, ha sido incapaz de articular medidas políticas y pedagógicas para que la sociedad española asimilase y superase una verdadera catástrofe histórica. La que la dividió profundamente, creando insondables odios y resentimientos, basados en ejecuciones sumarias -alentadas por el autoproclamado Gobierno de Burgos, a diferencia de lo que hizo el legítimo de Madrid- y en una serie de incautaciones y despojos a los vencidos y represaliados (léase fusilados sumariamente) y a sus familias. Todo lo cual, evidentemente, tarde o temprano, tenía que hacer saltar por los aires el pacto de silencio establecido en el año 1978, planteando una vez más la cuestión pendiente desde 1939 y 1945.

Es decir, si España iba a recuperar completamente -o no- la democracia abortada por la sublevación de 1936, instaurando un régimen en el que, sólo para empezar, la apología de Hitler y sus aliados (por ejemplo, Francisco Franco) fuera -como en Alemania o Francia- un delito perseguido por la ley.

El único rayo de esperanza en todo este panorama ha sido la reacción de otros militares españoles (especial mención merecen el capitán Arturo Maira y Floren Dimas) por medio de otras declaraciones en las que demuestran que, al menos una parte de ese Ejército, ha recuperado la cordura y los valores propios de una democracia que, en definitiva, era lo que se suponía se iba a restaurar en 1978.

Un hito histórico que, necesariamente, tendría (y tendrá) que pasar por remitir declaraciones como la de la AME (y las de muchos otros particulares y medios de comunicación) al capítulo dedicado al Fascismo en las obras de Historia y a los juzgados destinados -como en cualquier otra democracia occidental- a perseguir toda amenaza a un régimen de libertades…

 

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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