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Carlos Rilova

El correo de la historia

La Música y el cañón. Aprendiendo algo de Historia de hace 380 años gracias a Claudio Monteverdi

Por Carlos Rilova Jericó

claudio_monteverdi_engraved_portrait_from_fiori_poetici_1644_-_beinecke_rare_book_library_adjustedSi la semana pasada hablaba de la Ciencia de hace 380 años aplicada a un asedio (en este caso contra la entonces villa de Fuenterrabía y hoy ciudad de Hondarribia) hoy hablaré de la Música de la misma época. De hecho, del mismo año.

Más que nada porque el ciclo de conferencias que anunciaba la semana pasada, continua, tal y como ya anuncié. Y continuará hasta el final de este mes, hasta el 31 de octubre.

La conferencia de este miércoles irá a cargo de Miguel Ángel Domínguez especialista en Historia militar con una larga trayectoria que ha culminado, de momento, en la consolidación de uno de los centros museísticos guipuzcoanos. En este caso la Sala Histórica de los acuartelamientos de Loyola, donde se repasa con decenas de objetos históricos la trayectoria del Tercio Viejo de Sicilia. Una de las agrupaciones militares más veteranas de Europa. Incluso más que algunas británicas que, como bien sabemos, dan una gran -y lógica- importancia a detalles como esos.

Su conferencia versará sobre los aspectos técnicos de lo que fue el Gran Asedio a la actual ciudad de Hondarribia ahora hace 380 años.

En otras palabras: nos explicará desde su profundo conocimiento de estas cuestiones, cómo se aplicó en la práctica -en ese asedio de dos meses- esa mezcolanza de Ciencia y Magia (propia del siglo XVII europeo) de la que hablaba yo en el correo de la Historia de la semana pasada y, posteriormente, en la Casa de Cultura hondarribiarra el miércoles 10 de octubre.

Entre otras muchas cuestiones se hablará en esa segunda conferencia de este ciclo de si esa plaza fuerte (la entonces llamada Fuenterrabía) fue el campo de experimentación de la nueva técnica militar del bombardeo.

Es decir, la del lanzamiento sobre el objetivo (en este caso esa plaza fuerte y sus casas) de proyectiles con carga explosiva. No mediante un disparo directo contra las murallas y bastiones, sino utilizando la técnica de tiro parabólico por medio de morteros, creada por el matemático italiano Tartaglia de la que yo hablaba el miércoles pasado.

Se disputa mucho sobre esa cuestión. De hecho, se ha llegado a asentar que esa plaza fuerte vasca fue la primera en sufrir, en plena Guerra de los Treinta Años, los efectos de lo que ahora llamamos bombardeo.

A ese respecto, sin embargo, puede resultar fundamental el utilizar una partitura musical como documento histórico para saber qué ciudad o villa fortificada de las de aquella época, tuvo el dudoso honor de ser la primera en experimentar la aplicación de la técnica de bombardeo ideada por el matemático Tartaglia. El mismo que también dotó a los artilleros de la época -como explicaba yo esta semana pasada en mi conferencia- del temible cuadrante, que permitía calcular distancias y alturas para hacer más eficaz el fuego de la Artillería de asedio.

La partitura en concreto que nos podía ayudar a saber más sobre el primer uso del bombardeo, fue escrita por Claudio Monteverdi, un hombre que -como Tartaglia en su campo- era un producto de la Italia llamada renacentista. Esa que produjo entre finales de la Edad Media y comienzos de la Moderna (hacia 1453 y 1492), algunas de las mentes más preclaras de Europa en distintos campos (Literatura, Pintura, Escultura, Ciencia…). Nombres como Petrarca, Miguel Ángel Buonarroti, Galileo Galilei o…, una vez más, Tartaglia.

Monteverdi creó Arte (en este caso musical) para algunas de las numerosas cortes que en ese momento abundaban en una Italia que era punta de lanza en estas cuestiones (artísticas, científicas…) pero que, en asuntos políticos, tan sólo era un hervidero de pequeños estados enfrentados entre ellos y convertidos así (como suele ser habitual en las naciones balcanizadas) en juguetes de potencias más sólidas y más cohesionadas. Como la España de aquel entonces o su gran rival: Francia.

Así, de corte en corte, Claudio Monteverdi y su Arte recalarán bajo la protección de la Serenísima República de Venecia, lo que le permitirá dedicarse a componer tranquilamente.

De esa protección (tan habitual en un lugar y época en la que los poderosos y ricos tenían a orgullo el ser mecenas de científicos y artistas) surgirán algunos de sus libros de madrigales. Unas pequeñas piezas musicales (cada una de unos pocos minutos de duración) creadas para entretener a esas cortes ducales -o de mayor porte- que sabían, perfectamente, que la Música es poder y tiende a reforzar el de quien tiene la potestad de generar esa Música.

El libro de madrigales que más nos interesa aquí, es el octavo. Principalmente porque fue editado en el año 1638. Justo en el mismo en el que la hoy ciudad de Hondarribia sufría ese Gran Asedio que ahora diversos profesionales ayudamos a conmemorar por medio de ese ciclo de conferencias del que empecé a hablar la semana pasada.

Dentro de ese octavo libro de madrigales guerreros y amorosos (así titulado) de Monteverdi hay una pieza titulada “Altri canti de amor”. Es decir, traducido más o menos libremente: “Que otros canten al Amor”.

En ese madrigal, Claudio Monteverdi canta, en efecto, a la guerra, y no al amor, para ensalzar la figura del emperador Fernando III, a quien dedica esa obra.

El caso es que esa pieza puede resultar fundamental para saber si la plaza fuerte de Fuenterrabía del año 1638, la que hoy es la Noble y Leal ciudad de Hondarribia, fue la primera en servir de campo de experimentación de las teorías del matemático Nicolo Tartaglia sobre el tiro parabólico por medio de morteros que lanzaban, además, proyectiles explosivos. No simples bolaños de piedra o balas esféricas de metal.

Quienes asistan este miércoles, a las 19:00, a la conferencia de Miguel Ángel Domínguez en la Casa de Cultura de esa hoy ciudad de Hondarribia lo sabrán con certeza, junto con muchos otros detalles sobre lo que costaba asediar una plaza fuerte real como aquella, no imaginaria como la de algunos madrigales de Monteverdi. Quienes no puedan asistir en persona -que imagino serán bastantes por cosa de la lógica distancia-… ¡tendrán que esperar al próximo correo de la Historia, pues éste no puede, lógicamente, desvelar ese pequeño -y alambicado- secreto histórico!…

 

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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