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Antxon Blanco

Correr x correr

Calentones en la banda a 15 millones

Morritos porque me has sacado tarjeta roja a mi compi. Pataleo porque yo he visto penalti y tú no. Manoteo por esa falta recibida. Respingo para transmitir no sé qué. Garambainas en la banda. Bufonada general.

Jugadores que hablan de robo con acento portugués. Ironías que ven mil millones de personas para que dardeen al árbitro. Insultos de primer nivel en la caseta. Buscar al colegiado en el aparcamiento. Y para rematar, no doy rueda de prensa porque estoy muy cabreadito. Ni yo, ni mi segundo , ni ningún jugador hace declaraciones. Alguien debe exigir explicaciones a este comportamiento grotesco.  Pero ¿a dónde hemos llegado?

No me imagino situaciones similares en otros deportes. Solo por respeto al contrario. ¿Tensión en el partido? Claro, como siempre. ¿Que han creído sentirse perseguidos por  el árbitro? Qué dirán otros equipos llamados de los ‘pequeños’ y casi siempre perseguidos o facilones de arbitrar.

Ya vale de jugar fuera del campo. De aprovecharse de los medios afines. De presionar en despachos. De repetir esa jugada dudosa que me ha condicionado el partido y quizás la Liga y quizás la historia del club. Ahora bien, esos dos agarrones en el área contraria ¿qué agarrones? Vaya por Dios. Ni los he visto, estaba muy lejos. En esa misma banda desde la que ve con ojo de halcón todas las injusticias contra su equipo.

Desde luego ya saben a qué equipo me refiero y a qué entrenador. Lo mismo escribiría si tuviera rayas azulgranas o rojiblancas o blanquiazules. No es cuestión de pasiones, es cuestión de sentido común, de responsabilidad. El fútbol, o alguna parte de ese planeta fútbol, parece que está por encima del deporte y su cultura.

Admito cabreos, protestas, discrepar con lo que ha ocurrido en el campo. Pura esencia del juego. Pero volvamos a una mínima educación, dejemos la provocación macarra, el victimismo insultante. Ningún club se merece personajes que dañen y ensucien una imagen esculpida durante años, con mejores o peores épocas. Hay clubes señoriales por encima de pasiones y afinidades. Y el respeto ganado no puede perderse por un contrato de tres años y porque unos jugadores son cadena de transmisión en el rectángulo de juego que menos rectángulo de juego es de todo.

Ensalzo la postura de algunos jugadores que parecen sonrojarse con lo que están viendo. Alguien levantó el dedo en cierto momento y ahora está a mil kilómetros;  y otros calentaron banquillo y otros, por imprescindibles, juegan pero ya no figuran entre los ojitos derechos.

El histerismo nunca es un buen compañero de viaje en esto del deporte. Alguien debe tener la cabeza centrada para que el fútbol no se convierta en una oda a la picaresca.

Aunque claro, qué más da lo que digamos escribamos los demás, si esos calentones ‘de línea de banda’ se pagan a 15 millones de euros, o el que mete goles y habla de robos, recibe 30 calentitos millones.

Pues nada, a seguir haciendo la ola.

Antxon Blanco

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