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Antxon Blanco

Correr x correr

Y ahora, cómo disfrutar del derbi

El viernes escribí ‘Cómo disputar el derbi’. Hoy puedo escribir sobre ‘Cómo disfrutar del derbi’. Mi apuesta de 1-2 se quedó esta vez corta. Eso sí, en la cafetería de Bilbao donde comí un rico pintxo de tortilla, la porra quedó desierta. La apuesta menos favorable para su Athletic era un 2-2. De ahí hasta un 5-1. Pues esta vez no pudo ser.

Tenía un sentimiento de nostalgia ante el Athletic-Real Sociedad de este viernes. Despedida de un campo histórico (aquí sí la palabra mítica podría encajar) y un campo donde los seguidores realistas han sufrido lo suyo durante demasiadas temporadas. Era como un homenaje a esas generaciones de aficionados que siempre llevaban debajo del brazo la ilusión de calentarles la oreja y regresaban a Gipuzkoa sin sonrisa. Pero ojo, porque también ese campo ‘disfrutó’ con una década de una enorme Real Sociedad.

Tras el resultado, felicidad enorme. El derbi, el último de la Catedral, fue para los realistas. Como lo fue hace 20 años, el último derbi (1-0) de nuestro añorado Atocha. Y digo yo: como a los seguidores rojiblancos les importa poco este partido, al menos así te lo expresan muchos “para nosotros el derbi es contra el Real Madrid”, pues todos tan felices. Nosotros, porque sí nos apetece ganarle al Athletic y ellos, ni fu ni fa, es una derrota más sin importarles el rival. Pues eso, todos tan contentos.

Lo cierto es que el Athleic es una religión, una pasión. Superior a lo que sucede en la mayoría de los equipos. Y ahí es donce comienza el disfrute del derbi. En las horas previas, en esos comentarios envenenados, en esas apuestas cruzadas en la barra del bar con la cuadrilla de al lado -aunque entonces te salga la vena farolista y tu lado racional te grite que no te pases con ese 0-4-. Pero un día es un día y decimos agur a San Mamés. Otra escena: el saludo prepartido con ese forofo rojiblanco que te abraza a conciencia como queriéndote decir que así lo váis a pasar en el campo.

Ya en el campo: te miran la bufanda blanquiazul, te miran la cara. Otros años con más desdén. Esta vez he visto bajar los ojos a más de un aficionado. Se percibía desconfianza. Pero 90 minutos de un derbi olvidan cualquier lógica que pueda marcar la clasificación o un juego superior durante seis meses.

El derbi se disfruta menos con el marcador adverso. Faltaría plus. La felicidad se abre cuando el empate llega y tu bufanda roza el cogote de ese forofín de la fila de adelante que lo estaba protestando todo. El divertimento crece cuando tu equipo domina el marcador. Cuando los silencios en la grada son un síntoma. Las camisetas blanquiazules de los aficionados bajan y suben.El derbi está en el bolsillo. Los jugadores muestran una rabia contenida que pesa algó así como una década. Por fin ellos también disfrutan de un derbi con victoria. La nueva generación de seguidores ya tiene en su  curriculum la muesca que faltaba: “El día que San Mamés cayó”.  Las piquetas de acero funcionaron con precisión. Algún joven potrillo adolescente que debutaba en este campo guardará en su álbum pesonal la tarde-noche para siempre. ¿Verdad Jon?. No es para menos.

El tercer tiempo del rugby, esta vez vendría -me imagino- en esas calles bilbaínas que son memoria de mil postbatallas futbolísticas. Por lo visto, más de uno llegó muuuuy tarde a casa. Yo no. Guardé la bufanda para una próxima cita. Y me fui con la imagen de una despedida a un campo, con la victoria y con las felicitaciones de algunos aficionados que tras ver los colores blanco y azul en mi cuello, tuvieron palabras de reconocimiento para la Real Sociedad que habían visto en el campo. Así también se disfruta del derbi. Os lo aseguro.

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