El mejor jugador del mundo dio una lección de compromiso con el equipo, con sus compañeros, con el fútbol y con el deporte. Messi se bajó de la camilla para ser el fontanero de un irreconocible Barcelona, que jugó mal y que ha perdido peligrosamente la esencia de un juego que le sirvió para brillar y que ahora tiene demasiadas fisuras. Messi prefirió jugarse la pierna a morderse más las uñas en el banquillo. Recogió la batuta de una orquesta desafinada y aunque solo pudo dar dos compases, la grada aplaudió el tango del buzo y no le importó apartar para otro día el traje y la corbata.

Varias lecturas tiene la entrada de un ‘cojo’ que modificó al Barcelona y desajustó la maquinaria perfecta del PSG. Es lo que hace un crack. Esta vez me quedo con esa ambición, con ese hambre, con los deseos de ganar, con la implicación en el colectivo. Messi es un futbolista divino con el balón en los piés. En esos cuartos de final confirmó que también es estelar como jugador de equipo. Sus limitaciones físicas, la posibilidad de agravar la lesión –¿fue excesivo riesgo su participación?-, el feo escenario de esa noche… no invitaba a que Messi quisiera coger el escudo y la lanza y pasara a ser el gladiador del Camp Nou. Pero lo hizo. Y que nadie hable de euros, ni de ficha millonaria. El argentino en ese momento no pensó que era el futbolista mejor pagado. Él solo pensó que su equipo le necesitaba.

Solo un cambio de ritmo, un movimiento, un pase al área… condicionó al rival y transformó la eliminatoria (aunque siempre estuvo en el aire). Es uno de los pocos que condiciona absolutamente un partido, que cambia estados de ánimo en el campo. El miedo que hasta ese momento estaba teñido de azulgrana cambió de bando. Messi colocó la máscara de los campeones a cada uno de sus amigos. Era el golpe moral necesario.

Este comentario no analiza (quizás haya que hacerlo) la pérdida de identidad de un Barcelona que va a tener que cambiar muchas actitudes si desea el título europeo. En este momento no es el favorito. Hoy este post va dirigido a ese ejemplo de compromiso. Muchos jugadores tambien lo poseen y exhiben, pero esta vez el minuto de gloria es para Messi.

Con el isquio temblando, con los médicos gritando que no saltara al campo, sabiendo él que su arte esta vez se encontraba bloqueado en el botiquín…  dio un manotazo al ‘bañoymasaje’ y eligió abrazar el compromiso que existe en el deporte y que en ocasiones parece estar en los huesos.