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Alberto Moyano

El jukebox

En pleno síndrome de Dylan

Alberto Moyano

Si has puesto hoy La 2 a eso de la una del mediodía te habrás
encontrado a un ciclista vestido de naranja  y gritando:
«¡Lárgate! ¡Que te vayas!». Efectivamente, era Iban Mayo, del
Euskaltel, gritándole a un cámara que no deseaba ser enfocado, que no
quería salir, que se pirara. En resumen, en pleno ataque de lo que ya
se conoce como el síndrome de Dylan. «Disculpe, estoy haciendo mi
trabajo», replicaba el cámara, mientras una tercera voz, posiblemente
la del motorista, advertía: «¡Estamos en directo! ¡Estamos en
directo!». «¡Ni disculpe, ni nada!, ¡Lárgate! ‘Saca la carretera, no me
saques a mí!», insistía Mayo en una exhibición de fortaleza y técnica
respiratoria sorpendentes en alguien de tan agónico pedalear.
Evidentemente y al igual que ya le sucedió el martes por la noche al
inventor del síndrome que lleva su nombre, los efectos fueron los
contrarios a los deseados. Entre que la carrera estaba sosilla, sin
ataques ni demarrajes, y que las otras cámaras no ofrecían alternativas
apetecibles, el realizador optaba por seleccionar lo más atractivo: las
imágenes del ‘euskaltel’, más bien reventado, a varios minutos del
pelotón. «Esto va acabar mal», decía el locutor.
Hablando de Dylan, volvamos al atardecer del martes en La Zurriola. «Es
estupendo que Bob Dylan haya hecho un alto en su gira para sumarse» al
Concierto por la Paz, decía el diputado general de Gipuzkoa, en lo que
puede ser desde una insolación hasta un ataque de hippismo. ¿Alto en la
gira? ¿sumarse al concierto? Hombre, con cincuenta kilos esperando en
el camino, como para hacer un rodeo. De los 83.550 asistentes al
concierto, fue sin duda el diputado general quien mejor supo captar el
espíritu de los sesenta, paz y amor, candidez y buenas vibraciones. Un
auténtico –quién lo iba a decir– hijo de las flores.


julio 2006
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