Alberto Moyano

Después de seis años de navegación en solitario, la familia Chillida ha
decidido firmar un convenio con la Diputación para que la institución
foral destine 120.000 euros al año a promoción del museo de Zabalaga. A
juicio del diputado foral para la Innovación, Joaquín Villa,
Chillida-Leku no ha tenido una promoción «acorde a su interés». El
director del museo, Luis Chillida, anuncia también conversaciones 
con el Gobierno Vasco para llegar a algún tipo de acuerdo similar.
Como sucede casi siempre, no eran ésos los planes iniciales. La familia
Chillida, más bien escarmentada de su experiencia con las instituciones
públicas y los políticos en general a raíz del caso Tindaya, se las
había arreglado para mantenerse al margen de lo público durante los
largos de años de gestación del museo.
Sin embargo, los 86.000 visitantes recibidos el pasado año se quedan en
insuficientes para el propio mantenimiento del centro, generando cada
ejercicio un ligero déficit que, a la larga, podría amenazar su
continuidad. Para paliar este déficit, la familia estima que
Chillida-Leku necesitaría alcanzar los 120.000 visitantes anuales,
cifra nada desdeñable, si tenemos en cuenta que Gipuzkoa cuenta con
menos de 700.000 habitantes y que los 120.000 se necesitan, no un año,
sino cada año, todos los años.
El caso es que las maravillas que alberga y es en sí mismo
Chillida-Leku han sido cantadas largo y tendido durante estos seis
años, tras una inauguración a la que asistieron los Monarcas españoles,
el presidente Aznar, el lehendakari Ibarretxe y hasta el canciller
Schröder. El museo ha sido reconocido con distintos premios, entre
ellos, el Tambor de Oro, pero más allá, de todo esto, parece que la
población guipuzcoana no se siente especialmente atraída, y desde
luego, no más allá de una primera visita, lo que coloca su futuro,
definitivamente, en manos del turismo.
La pregunta es: ¿qué necesita Chillida-Leku para multiplicar su atractivo entre los guipuzcoanos?