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Alberto Moyano

El jukebox

Las elecciones son la siesta de la democracia: el postcoitum

En ‘Colors’, el policía que interpreta Robert Duvall intenta aplacar a su impulsivo compañero -Sean Penn en la película-, mediante la historia del toro papá y el toro hijo que paseando un día por el monte, ven pastando en el prado a un grupo de vacas. “Papá, ¿por qué no bajamos corriendo y nos montamos a una vaca?”, pregunta el toro hijo. “¿Y por qué no bajamos despacio y nos las montamos a todas?”, responde el toro padre. Haciendo oídos sordos a quienes desde hace ya año y medio que apremian impacientes a presentar una moción de censura conjunta contra Bildu en la Diputación Foral de Gipuzkoa y el Ayuntamiento donostiarra, el PNV ha preferido esperar a que fuera la propia coalición la que se fuera ahorcando a sí misma, sabedor de que en sus manos cualquier cuerda es soga. A año y medio del advenimiento de la Izquierda Abertzale al poder institucional, la estrategia nacionalista ofrece unos resultados fantásticos: mientras Bildu insiste una y otra vez en ganarse los votos que ya tiene en propiedad y descuida los prestados, el PNV patrimonializa en el imaginario popular la opción de la gestión sensata, entre el bildutarrismo empeñado en ignorar el principio de realidad y la vocación estrepitosa de las formaciones constitucionalistas o lo que quiera que representen a estas alturas PSE y PP.

Los primeros aún parecen completamente sinceros cuando atribuyen su descalabra al mal tiempo, obviando que el respaldo electoral que le permitió alcanzar los 25 escaños simplemente nunca existió. Lo mismo se podría aplicar al PP, otro que también ha vivido por encima de sus posibilidades. El ‘status quo’ español obliga a seguir llamando bipartidista a un sistema en el que una de las patas es de plastilina. La democracia se basa en la alternativa en el poder, pero los socialistas no se encuentran en estos momentos en disposición de asumir semejante papel, ni siquiera de simularlo. Y si nos circunscribimos a la Comunidad Autónoma Vasca, la suma de PSE y PP que nos ha gobernado alcanza mínimos históricos hasta rozar el voto basura. De acuerdo con sus propias teorías, Basagoiti deberá leer sus resultados en clave de catástrofe: colocados en el trance de elegir entre el Partido Popular y el riesgo de perder sus pensiones, los jubilados vascos no han dudado en apostar masivamente por la segunda opción. Al menos, a los socialistas les resta el consuelo de quedar a la espera del rescate jeltzale, que en alguien tendrá que apoyarse para gobernar.

En cuanto a la izquierda disolvente, se ha liquidado a sí misma en el mejor de los escenarios posibles para sus intereses, mediante el procedimiento de la escisión permanente, una tradición añeja. Otro mundo será posible, pero por lo visto escasamente apetecible. Al fin y al cabo, quién va a votar a una izquierda que se proclama transformadora, pero que en absoluto inquieta ni a los más inmovilistas. En este escenario que penaliza las opciones mínimas, UPyD mantiene el escaño de Gorka Maneiro, el único parlamentario de madera de toda la cámara. Un gran paso para su partido, un nuevo batacazo constitucionalista, dicho sea siempre desde la óptica de la propia formación de Rosa Díez, muy lejos aún de sus mejores registros al frente de la Consejería de Turismo del Gobierno Vasco.

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