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Alberto Moyano

El jukebox

De monseñor Bergoglio a Frank de la Jungla en un solo clik

Creo que no había pasado tanto tiempo vigilando si salía humo por una chimenea desde la primera temporada de ‘Breaking Bad’, pero he reconocer que la espera mereció la pena. El premio fue asistir a la conversión del cardenal Jorge Mario Bergoglio en Frank de la Jungla, si atendemos a los retos que le aguardan dentro de ese pack popularizado bajo la denominación de “la herencia recibida”. Apenas se ha ido el lehendakari López y ya hay un nuevo Francisco en titulares; el cadáver de Hugo Chávez aún está dando vueltas y ya disponemos de otro caudillo latinoamericano. Dios es un director de Recursos Humanos al que no le tiembla el pulso a la hora de las rotaciones.

Es de justicia admitir que la paloma de bajo coste que opera sus vuelos bajo el nick de ‘Espíritu Santo’ ha actuado atendiendo a criterios escrupulosamente democráticos: tras la campaña electoral, se tomó un jornada de reflexión, resolviendo la jugada al día siguiente. Una hora después, ya lo sabíamos todo sobre Bergoglio, he aquí un ejemplo práctico de lo que es la transparencia. No obstante, no sería realista esperar de su pontificado otra cosa que algunos ligeros cambios en el belén navideño, lo mismo que nos conformamos con que el Gobierno Urkullu se salde con la restauración del antiguo mapa del tiempo en la ETB y poco más.

Se cita su costumbre de viajar en autobús como ejemplo ilustrativo de su carácter sencillo, pero a este respecto no me hago ilusiones porque conozco el pertil tipo del usuario del transporte público, un mutante ducho en todo tipo de trapacerías, maniobras y artimañas con tal de viajar sentado, un arte que, a buen seguro, le habrá sido de enorme utilidad a la hora de hacerse con el trono vaticano. Tampoco hay dicotomía entre el amor que profesa hacia los pobres y la desazón que le provocan los homosexuales, a menos que el alto nivel adquisitivo atribuido al target gay sea puro mito. Sobre su supuesta connivencia con la dictadura militar argentina, parece mentira que aún sea necesario recordar que, de haberse producido, fue en estricto cumplimiento de la voluntad de dios. Y en cuanto a su edad, consignar que sólo tiene seis años más que Keith Richards, apenas diez más que David Bowie, por citar a otro resucitado.

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