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Alberto Moyano

El jukebox

She don't lie, she don't lie, she don't lie…

Lo que nos revienta de la clase política no es que no nos represente, sino todo lo contrario: es su extremada aplicación a la hora de hacerlo lo que resulta exasperante. De nuestros representantes en las instituciones esperamos que encarnen nuestros ideales, no que reproduzcan de forma mecánica nuestras miserias, ya sea en el orden narcótico, financiero o sexual. De nuestros anhelos, que se queden con los más elevados y obvien el resto. Cuando ves a un cargo público de la derecha española preparándose lo que a todas luces parece una raya de cocaína en lo primero que te fijas es en la tarjeta de crédito para preguntarte a continuación si será la personal o la inherente al cargo para gastos de representación. La imagen del ya dimitido concejal de Nules José Vicente Adsuara manipulando un polvo blanco en una cocina nos remite más a la iconografía de ‘Master Chef’ que a la de ‘Breaking Bad’ por una pura cuestión de carácter nacional. El hombre alega que  “se trata de una imagen totalmente sacada de contexto, tomada en una reunión de amigos en medio de una broma” y bastaría el análisis de uno de sus engominados cabellos para establecer la verdad científica, pero hay que admitir que el Lou Reed que en los setenta simulaba ‘chutarse’ en el escenario durante la interpretación extrema de ‘Heroin’ constituye un precedente artístico. Por otra parte, la derecha española es capaz de ofrecer en una sola tarde más ejemplos de una vida de excesos que los Stones en toda una gira. Instalados en un clima de permanente embuste, nuestros líderes políticos reivindican su porción de realidad real y hete aquí que quizás la encuentren en esa droga que, como rezaba la canción, “no miente, no miente, no miente”.

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