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Alberto Moyano

El jukebox

Iron like lion in Zion

El disparate es fenomenal: El festival de música reggae Rototom Sunsplash ha anulado el concierto del cantante estadounidense Matisyahu. Sin ser israelí, Matisyahu resulta profundamente sospechoso porque es judío Y los Sunsplash ya deberían saber que la contratación de cualquier artista hebreo implica en la España inquisitorial el sometimiento previo a un auto de fe. Inmediatamente, se puso en marcha la campaña: Matisyahu debía demostrar que era lo suficientemente buena persona, así fuera por la vía del sometimiento. El Rototom Sunsplash en un principio se negó: “El hecho de apoyar a Israel no significa respaldar su política de agresión contra el pueblo palestino”. Pero esta resistencia, sin ser heroica, no ha aguantado mucho en pie y tras exigir al artista estadounidense que firmara a pie de página y abjurara de sus pensamientos, fueran éstos cuales fueran -“si firma estas condiciones, continuará la actuación”-, el artista ha optado por el silencio como respuesta y la organización ha vetado su presencia.

Y Matisyahu ha hecho bien. En realidad, ha hecho muy bien. Someterse a las exigencias de los tiranuelos aprendices de Torquemada supone dar carta de naturaleza a la coacción al resto de los artistas judíos, que por lo visto deben pasar pruebas de ‘limpieza de sangre’ que a nadie más se le exige: ni a los músicos marroquíes, pese a la situación saharaui; ni a los rusos, pese a la situación chechena; ni a los grupos de tambores pastunes, pese a la indescriptible situación de la mujer en Afganistán. Del boicot a los músicos estadounidenses, mejor ni hablamos. De hecho, todo esto atufa a ‘Pequeña Habana’: “Que Silvio Rodríguez denuncie a la revolución cubana si quiere actuar en Miami”. Es eso, ¿no?

Y si Matisyahu ha hecho bien, muy bien, en ni molestarse en contestar es porque el boicot a su actuación no tiene nada que ver con lo que piensa, sino con lo que es: judío. Lo que opine el músico estadounidense sobre Israel, Palestina o la situación en Oriente Medio es completamente irrelevante, lo sustantivo es su condición de judío, una mancha que urge lavar, bien mediante la firma de una confesión, bien mediante una declaración grabada en vídeo. No obstante, nada de cuanto pudiera decir sería suficiente. El pasado año se proyectó en el Festival de Cine de San Sebastián la película israelí ‘Gett: el divorcio de Viviane Amsalem’. Para cuando Elkabetz explicó su postura hipercrítica sobre su país y su rechazo a la ocupación de territorios, ya se habían lanzado varias ‘fatwas’ laicas contra la proyección de la película. Se llegó asíal absurdo de pedir en Donostia en el nombre del pueblo palestino el boicot a un director que ha participado en festivales de cine palestino. Y ahora que el Santo Oficio va con rastas y fuma ‘canutos’, me tarareo atónico aquella canción: “I’m gonna be / iron like a lion in Zion”.

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